El superhéroe que nació para derrotar a Hitler

Crítica 'Capitán América'

Hayley Atwell y Chris Evans protagonizan la película, que sorprende por su sutileza y su elegancia.
Hayley Atwell y Chris Evans protagonizan la película, que sorprende por su sutileza y su elegancia.
Carlos Colón

08 de agosto 2011 - 05:00

Capitán América. Aventuras, EEUU, 2011, 124 min. Dirección: Joe Johnston. Guión: Christopher Markus, Hawk Ostby. Intérpretes: Chris Evans, Sebastian Stan, Hayley Atwell, Hugo Weaving, Tommy Lee Jones, Stanley Tucci.

El Capitán América dándole un puñetazo a Hitler es uno de los iconos de la cultura norteamericana. Este dibujo fue la portada del primer número del cómic protagonizado por el personaje. Era marzo de 1941.

Ocho meses más tarde Pearl Harbor era bombardeado y los Estados Unidos entraban en la Segunda Guerra Mundial. Pero cuando nació el Capitán América ya estaba claro que Norteamérica no podía seguir ignorando el conflicto que arrasaba Europa. En marzo de 1941, cuando el superhéroe llegó a los quioscos, la mayor parte de Europa Occidental y gran parte del Norte de África estaban en manos de los nazis. Dos meses más tarde empezaba la invasión de la Unión Soviética. En un momento de auge de los casi recién nacidos superhéroes -Superman en 1938, Batman en 1939- parece lo natural que la poderosa editorial Marvel se sumara al esfuerzo propagandístico creando por mano de Joe Simon y Jack Kirby un personaje cien por cien americano, vestido con los símbolos y colores de la bandera, que se enfrentara a un mal más absoluto y desgraciadamente más real que los enemigos de sus súper compañeros: la Alemania Nazi.

En la ola, al parecer interminable, de adaptaciones cinematográficas de comics, iniciada por el Superman de Donner en 1978 y proyectada hacia su auge actual por el Batman de Burton en 1989, le ha llegado el turno al patriótico Capitán América. Por suerte el encargado de dirigir la película ha sido Joe Johnston, un excelente e injustamente infravalorado artesano formado en la factoría de George Lucas que ha creado éxitos de enorme influencia en la historia del cine fantástico (Cariño, he encogido a los niños, Jumanji), fue uno de los pioneros en la adaptación de comics (Rocketeer), ha revisado mitos del cine de terror (El hombre lobo) y ha demostrado su capacidad para variar de registro con la tierna e intimista Cielo de octubre, gran pequeña película a la que el tiempo está haciendo justicia.

En manos de Johnston el Capitán América adquiere un aire nostálgico, camp o retro se diría en los 60, que da a la película un especial encanto y hace justicia a la verdad histórica: nacido como instrumento de propaganda en una concreta coyuntura histórica, el personaje sucumbió con ella y languideció a partir de 1945, integrándose en otras cuadrillas de superhéroes, luchando contra los comunistas durante la Guerra Fría o convirtiéndose en una encarnación a la vez del New Deal de Roosevelt y del ideario de Kennedy en los años 60, fiel siempre a representar los valores americanos. Ello le valió, por cierto, convertirse en uno de los blancos preferidos del antiamericanismo primario.

Los guionistas han hecho bien al limitarse a la Segunda Guerra, que fueron los años de oro del personaje, y mejor aún al desarrollar pormenorizadamente su vida anterior en la Norteamérica de la Gran Depresión, ligándolo al ideario rooseveltiano y humanizando al superhéroe. También han acertado al incorporar episodios críticos evidentemente influidos por el Cartas desde Iwo Jima de Eastwood y al hacer guiños a clásicos populares del cine bélico como las incombustibles Los cañones de Navarone o El desafío de las águilas. Este material ha servido a Johnston para rodar su mejor película -esperemos que sea la que definitivamente le haga justicia: en los Estados Unidos ha destronado en recaudación a Harry Potter- y alcanzar las cotas de las mejores adaptaciones de comics firmadas por Tim Burton, Ang Lee o Sam Raimi.

Johnston recrea con sorprendente -por inusual en este subgénero- sutileza y elegancia fílmica tanto el aire del cine bélico de los años 50 y 60 como el sabor retro del comic de los 40. No se trata de una falsificación, sino de una recreación que tiene en cuenta fuentes, además de las cinematográficas y el comic, fotográficas (Walter Evans) y pictóricas (Norman Rockwell) para revivir desde dentro el espíritu una época. Ello le permite abordar visualmente lo que tal vez sea el logro mayor de esta película: contar cómo se fabrica, se explota y hasta se manipula un superhéroe con intenciones políticas a la vez que transmitir el inocente encantamiento que sus jóvenes seguidores sentían al leer sus aventuras mientras otros héroes reales -sus padres- luchaban contra un mal -el nazismo- que ni el más retorcido urdidor de ficciones hubiera podido imaginar.

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