Absténganse quienes sufran acrofobia
Crítica de Cine cine


EL DESAFÍO
Biopic, EEUU, 2015, 124 min. Dirección: Robert Zemeckis. Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Ben Kingsley, Charlotte Le Bon, James Badge Dale y Steve Valentine. Guión: Robert Zemeckis y Christopher Brown. Fotografía: Dariusz Wolski. Guadalquivir, El Tablero, Artesiete-Lucena.
Pocos directores como Robert Zemeckis han realizado tan importantes contribuciones al imaginario popular del cine (Regreso al futuro), las innovaciones técnicas (¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Polar Express, Beowulf) y al cine sin más (Forrest Gump) y a la vez han sido tan ninguneados por la crítica, pese a que la Asociación de la Prensa Extranjera coincidiera con la Academia -que le dio los Oscar a la mejor película y al mejor director- al dar esos dos mismos premios a Forrest Gump. Es un artesano, sí, y no posee un estilo reconocible. Pero es un buen artesano que, además de hacer aportaciones decisivas al cine popular y a la técnica, ha logrado eso tan difícil que es crear un tipo que permanece ya para siempre en la memoria colectiva y la historia del cine. ¿O no les suena aquello de "mi mamá decía que la vida es como una caja de bombones…"?
En este caso Zemeckis, muy dado a recrear situaciones extremas, adapta las memorias del funambulista que en 1974 se atrevió a darse un paseo de 45 minutos andando sobre un cable tendido entre las Torres Gemelas hasta que la Policía le detuvo. Zemeckis también camina por una cuerda tendida sobre el vacío porque la evocación de esta gesta a la vez admirable y loca, fascinante e inútil, debida a un personaje tan valiente como insoportable, tiene un importante precedente: el documental -más bien docudrama- del británico James Marsh que en 2008, además de muchos otros premios, ganó el Oscar al mejor largometraje documental.
¿Queda la aproximación de Zemeckis por debajo de la de Marsh? No. Porque la intención de Zemeckis no es documentar la hazaña del funambulista, sino sensorializarla. Y en esto triunfa gracias a su dominio de las técnicas de los efectos especiales. El espectador vive una pesadilla de miedo y vértigo en los momentos culminantes de la película, siente casi físicamente que le falta el suelo bajo los pies y en más de un instante tiene la tentación -si no lo hace- de agarrarse a los brazos de la butaca.
Además de estos asombrosos efectos que convierten las imágenes en impresiones sensoriales, la película tiene un buen guión y unas muy buenas interpretaciones de un cada vez más cuajado y convincente Joseph Gordon-Levitt, al que hemos visto crecer como hombre y como actor en la pantalla desde que era niño, y un siempre eficaz Ben Kingsley. El 3D le devuelve al cine el encogimiento de estómago de las primeras películas en el formato Cinerama.
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