Aferrados a la costumbre
firmado: mister j.
Astiberri reedita en castellano 'Un adiós especial' de Joyce Farmer, una tierna y conmovedora novela gráfica que describe los últimos años de una pareja de ancianos
Tres décadas, 29 ediciones, lleva el Salón Internacional del Cómic de Barcelona celebrando en nuestro país la existencia de este arte joven y popular llamado historieta. Y desde 1988, el evento se precia de otorgar una creciente batería de premios (a la obra en lengua española, en lengua extranjera, guion, dibujo, al conjunto de una trayectoria, etcétera) que denotan lo mejor de cada año en opinión de los profesionales del sector en nuestro país. Personalmente soy de los que piensan, y así lo he escrito en varias ocasiones, que lo mejor que le ha pasado al medio en los últimos, digamos, 20 años ha sido la fuerte incorporación de la mujer a un lado y a otro de la barrera, como lectoras y, especialmente, como autoras. Y sin embargo, a pesar de la relevancia del trabajo femenino en las últimas décadas, no ha resultado premiada ni una sola obra escrita o dibujada por mujeres. Ni tampoco se ha otorgado un solo premio individual en la categoría de escritora o dibujante. Sólo tres de ellas, si no me fallan las cuentas, han recibido en Barcelona galardón: Ana Miralles, María Colino, Raquel Alzate; la primera al conjunto de su obra (este premio, denominado Gran Premio del Salón, lo otorga un jurado) y las otras dos en la categoría de Autor Revelación.
Algunos de ustedes pensarán que les estoy soltando una charla feminista porque sí, o que me doy a la demagogia, y tal vez les parezca que lo realmente injusto es premiar a una persona por su género y no por la calidad o la notoriedad de su trabajo. Pero es que, les recuerdo, soy de los que piensan que lo mejor que le ha pasado al medio recientemente es la parte femenina de la ecuación. Es precisamente por considerarlo notorio por lo que me disgusta que no haya resultado galardonada, por ejemplo, la obra de Laura, de Rumiko Takahashi, de Alison Bechdel, de Marjane Satrapi, de Phoebe Gloeckner o de CLAMP. O al menos la de alguna de ellas. Y es que hitos como Persépolis, Maison Ikkoku o Fun Home son la cabeza visible de una vigorosa corriente por la que uno no tiene más remedio que dejarse arrastrar, y en la que merece la pena sumergirse hasta el fondo. La afirmación y visibilidad de la voz femenina ha enriquecido temática y formalmente el tebeo contemporáneo, denunciando el machismo de los roles narrativos y la monotonía de los argumentos exhibidos por el grueso de la producción, cumpliendo así una función que históricamente sólo ha importado a cierto underground o a determinados autores más implicados ideológicamente con las cuestiones de género.
Un buen ejemplo de esta excitante poética de la que les hablo es el trabajo de Joyce Farmer (Los Ángeles, 1938), pionera del tebeo contracultural estadounidense y miembro de la fértil generación que incluye luminarias como Trina Robbins, Melinda Gebbie, Roberta Gregory o Mary Fleener. Farmer acaba de ver editada en castellano Un adiós especial, una terrible, tierna y conmovedora novela gráfica que describe con profusión de detalles los últimos cuatro años de la vida de una pareja de ancianos, Rachel y Lars, aferrados a sus costumbres y ayudados en lo posible por la hija de este último, quien asiste al largo e inevitable deterioro físico y mental del matrimonio. Este de Astiberri es un libro sobresaliente y sin fisuras, una obra soberbia que bien merecería romper la tradición y alzarse con el premio en Barcelona el próximo año. Por lo pronto, la National Cartoonist Society estadounidense le ha otorgado el de mejor novela gráfica de 2011.
· firmadomisterj.blogspot.com
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