Belleza y emoción

La Orquesta, dirigida por Manuel Hernández Silva, el pasado jueves.
La Orquesta, dirigida por Manuel Hernández Silva, el pasado jueves.
Antonio Torralba

22 de octubre 2011 - 05:00

Concierto de inauguración de la temporada de abono. Programa: Ludwig van Beethoven, 'Sinfonía n. 1 en do mayor, op. 21'; Antonin Dvorak, 'Sinfonía n. 8 en sol mayor, op. 88'. Director: Manuel Hernández Silva. Fecha: jueves 20 de octubre. Lugar: Gran Teatro. Lleno.

En estos tiempos de recortes culturales, cuando tantas orquestas de España pudieran empezar a ser la del Titanic, cada concierto parece valorarse con especial empatía, cada programa musical, por tradicional que sea o repetido que parezca, se tiñe de emociones tan nuevas e intensas como si hubiera sido creado ayer.

La Orquesta de Córdoba y su director volcaron el jueves sus talentos en dos obras magníficas del principio y del final del sinfónico siglo XIX: la Primera (1800) de Beethoven y la Octava (1890) de Dvorak. Ambas sinfonías tienen en común la solidez formal, el encanto de sus cautivadores terceros movimientos y el protagonismo otorgado a la sección de viento.

Los tres aspectos fueron puestos de manifiesto con gran eficacia por la formación cordobesa. El entusiasta y musical Hernández Silva estuvo muy acertado en la elección de los tempi y en el manejo de todos los parámetros que resaltan la belleza clásica y romántica de estas dos obras intemporales. El Minuetto allegro molto vivace (en realidad, un germen ya de los scherzi beethovenianos) fue transmitido con un espíritu acorde a la vehemencia que la música trasmite desde su arranque. Y la misma eficacia pudo sentirse en el tiempo análogo de la obra de Dvorak: ese allegretto grazioso, cuya primera melodía es un inolvidable vals melancólico. Las difíciles partes de maderas y metales fueron resueltas a bastante buen nivel y la orquesta mostró a las claras su enorme calidad y su capacidad para seguir ofreciéndonos por mucho tiempo arte y cultura.

Los clásicos lo son porque siguen comunicando y ganando batallas mucho después de muertos. Sólo hacen falta receptores a la altura y, en el caso de la música, intérpretes que hagan lo que hicieron el jueves director y orquesta: tocar con pasión y entrega.

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