Fascinante dúo
Concierto de las hermanas Labèque | Crítica
La ficha
Concierto de las hermanas Labèque
***** Festival de Piano Rafael Orozco: Maurice Ravel, Ma mere l’oye. Philip Glass, Orphée Suite. Bryce Dessner, El Chan. Leonard Bernstein, Canciones de West Side Story. Katia y Marielle Labèque, piano. Fecha: jueves 2 de noviembre. Lugar: Gran Teatro. 20:00 horas. Lleno
Un fractal es un objeto geométrico en el que se repite el mismo patrón a diferentes escalas. No sé si con fortuna, me vino la idea de usar metafóricamente ese concepto para definir el estupendo concierto inaugural de la XXI edición del Festival de piano Rafael Orozco y, más específicamente, la propia esencia musical del famoso dúo pianístico que forman las hermanas Katia y Marielle Labèque.
La velada comenzó con Mi madre, la oca, una partitura impresionista para piano a cuatro manos (las dos intérpretes en el mismo instrumento) de Maurice Ravel (1875-1937), compositor vasco francés (de Colliure) como las propias intérpretes (de Bayona). La obra, compuesta en 1910 con el subtítulo de Cinco piezas infantiles, rebosa encanto y delicadeza en cada una de sus partes.
Comienza con un misterioso movimiento de pavana (la danza del Renacimiento que recuperan los impresionistas franceses) dedicado a la Bella Durmiente, el personaje de Charles Perrault (1628-1703). Sigue Pulgarcito, fragmento en el que Ravel anotó lo que pretendía expresar: “Creía poder encontrar con facilidad el camino, por el pan que había esparcido por donde había pasado; pero se sorprendió mucho al no encontrar siquiera una migaja: las aves se lo habían comido todo”.
A continuación, la marcha de Laideronnette (algo así como feucha), Emperatriz de las Pagodas, evocadas con las típicas escalas de cinco notas, el vals de las Conversaciones de la Bella y la Bestia y El jardín encantado con su espectacular clímax.
La transparencia cristalina de la interpretación, la sabia dosificación de la intensidad expresiva y el sentido de la teatralidad de los gestos de las dos intérpretes nos parecieron fascinantes. Juntas en el mismo piano, ya se veía lo que luego explotarían incansablemente en el resto del recital ya cada una con su instrumento: Marielle, más sobria en su gestualidad, es la mano izquierda, el cimiento, el sostén grave del dúo, mientras que Katia, más expresiva y ligera, es la mano derecha que vuela libre…
Philip Glass (1937) estrenó su ópera Orphée, una visión trastocada o especular del mito de Orfeo basada en la película homónima de Jean Cocteau (1889-1963), en 1993. En 2000, Paul Barnes (1961) realizó una suite para piano con siete números emblemáticos de la ópera. El arreglo para dos pianos que interpretaron ayer las hermanas Labèque lleva la firma de Michael Riesman (1943), director musical del Philip Glass Ensemble, y añade dos números más a los transcritos por Barnes.
La música de Philip Glass, que volvería a sonar al final fuera de programa en la espectacular propina, suele encuadrarse en el llamado minimalismo americano, una música basada en la creación de estructuras mediante la repetición más o menos variada de elementos simples. Hay que decir que en las manos de Katia y Marielle Labèque, que juegan con las texturas, las dinámicas y la flexibilidad rítmica en mucha mayor medida de lo que suele escucharse en este estilo, las obras de Glass cobran dimensiones nuevas.
El movimiento inicial, The Cafe, se sitúa en un café parisino de mediados del pasado siglo. Philip Glass parte de un ragtime que se va intensificando como evocando una acalorada discusión entre artistas y poetas. Las intérpretes creaban con maestría ese tipo de crescendi y, con la misma facilidad, cambiaban al ambiente emotivo onírico de los números que, como el segundo (El dormitorio de Orfeo), lo requerían.
La segunda parte del concierto arrancó con El Chan, obra del guitarrista y compositor estadounidense Bryce Dessner (1976). Se trata de un músico que viene del mundo del rock (es miembro de la banda The National), aunque desde 2010 ha diversificado sus proyectos impulsando una carrera como compositor de corte más clásico y estilo muy influido por músicos como el mencionado Philip Glas o Steve Reich (1936).
El Chan es una referencia al espíritu protector de El Charco del Ingenio, una laguna cercana a la ciudad de San Miguel de Allende (México) y, aunque bebe de las citadas fuentes minimalistas (el susurrante inicio, por ejemplo), tiene mayor movimiento armónico que las obras típicas de esa corriente. A veces suena como una potente banda sonora (Coyote), a veces recuerda a Erik Satie (1866-1925) e incluso al buen neoclasicismo de los autores del siglo XX. Esta obra me resultó un descubrimiento, hecho al que sin duda ayudó la inspirada versión de las Labèque.
Para terminar, otra interpretación magistral: una suite de canciones del musical West Side Story de Leonard Bernstein (1918-1990) en la transcripción de Irwin Kostal (1911-1994). Y de nuevo la sensación de que en cada frase musical podían verse los cincuenta años de ensayo de estas pianistas prodigiosas.
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