Fraude importado al cine

Carlos Colón

02 de diciembre 2012 - 05:00

Acción, EEUU-Hong Kong, 2012, 96 min. Dirección: RZA. Guión: RZA, Eli Roth. Intérpretes: RZA, Russell Crowe, Lucy Liu, Rick Yune, Dave Bautista, Jamie Chung. Fotografía: Chan Chi Ying. Música: RZA, Howard Drossin Arcángel, El Tablero, Artesiete-Lucena.

Este tipo, un rapero conocido como RZA, se ocupó del diseño de las bandas sonoras de Kill Bill, las celebradas cascarrias de autor firmadas por Tarantino. Ahora, patrocinado por el realizador, debuta como director de una cascarria aún peor, mucho peor, que las Kill Bill; pretendiendo divertirse, supongo, fundiendo subgéneros y jugando al exceso. Lo peor de las peores falsificaciones de cierto fraude (perdón, arte) contemporáneo importado al cine. Lo que se veía con agrado y risas en cines de barrio o de verano, convertido en entretenimiento sazonado con un pellizco de la qualité que le otorga el padrinazgo de Tarantino y la estulticia de algunos críticos que vilipendiaron o ignoraron aquellas películas que se proyectaban, entre el fragor de las pipas y los suspiros de las últimas filas, en cines cutres que nunca pisaron.

Si no se abusa o se juega a la impostura que dignifica la cascarria con nombres raros -también hay hermetismo de connaisseur entre los friquis- puede divertir que desde los títulos de crédito, con sus imágenes congeladas y coloreadas, se esté citando a los peores espagueti-western y al cine de artes marciales de los años 60 y 70. Pero pronto la operación cansa por impostada, por vintage cinematográfico que le vende estas cosas a quienes sólo han conocido sus originales en reediciones prestigiadas por la inteligencia y la astucia tarantinianas.

Sangre, desmembramientos, evisceraciones, decapitaciones, mutilaciones varias, heridas de todo tipo (el sado-voyeurismo de masas requeriría ser tratado aparte, a ser posible por un psiquiatra), vuelos, saltos y luchas mal hilvanadas por un guión sin pies ni cabeza. Todo puesto en imágenes con una tosca elementalidad. Defectos convertidos en virtudes por quienes creen que llamándola heces, la m... huele a gloria. Como si el nombre de Tarantino fuera una de esas indulgencias que tanto enfadaron a Lutero, no sólo capaz de borrar los pecados, sino hasta de convertirlos en virtudes. Que Russell Crowe (y alguna otra estrella de inferior nivel) se pase por la película haciendo de vaquero destripador (al final transmutado en niño de primera comunión de almirante y con entorchados) la denuncia como falsificación del cine cutre. Como los caros vaqueros rotos.

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