Hambre de Hernández
Gira 'Miguel Hernández'. Fecha: viernes 16 de julio. Lugar: Teatro de la Axerquía. Lleno.
Tener hambre es lo primero que se aprende, decía el poeta. Al menos nos quedan los poetas. Nos quedan los poemas. Joan Manuel Serrat hace ya casi cuarenta años lo gritaba cuando su álbum en homenaje a un poeta proscrito con tres heridas llegó hasta los giradiscos hambrientos de aires nuevos, aún víctimas de la censura franquista, para devolverle la vida y prender fuegos en época de incendios prohibidos. Han pasado los años y Serrat vuelve sobre aquellos laberintos y renueva ahora sus votos con el poeta de Orihuela, mientras en una broma del destino Garzón escapa por la puerta de atrás, y las tumbas siguen sin tener nombres, hambrientas de flores y justicia. De poco parece servir escarbar la tierra con los dientes.
No fue un concierto de Serrat. Nos había acostumbrado a ciertos caprichos que esta vez no tocaban. No hubo viejos éxitos, ni bises, ni chistes. No fue socarrón ni pícaro. No llegó el seductor. Fue un concierto de Miguel Hernández al que Serrat puso voz, clara y emocionada, hambrienta de los versos del poeta de sangre obrera. Joan Manuel fue tinta para sus escritos y campo fértil para su sensibilidad y sencillez literaria, para su altura humana. Durante casi dos horas, respaldado por piezas visuales de calidad, alternó en la Axerquía temas del tributo de ayer y de hoy, por entre las que se fueron ubicando cómodos y vigentes, ordenados por el perfume del tiempo, poemas de carne y hueso de las diversas épocas de la obra de Miguel. Versos primerizos como El silbo del dale, de guerra como El Hambre, de amor como Sólo quien ama vuela… y ese punto álgido: Hijo de la luz y de la sombra, probablemente los versos más intensos de la noche.
En cuanto a lo musical, si en aquella primera ocasión fue Francesc Burrull quien arregló los temas para el cantautor, ahora han sido sus ya fieles Miralles , Amargó y Kitflus los que han enarbolado los poemas y los han convertido en banderas sonoras que los mismo acuden al sabor latino que a la tradición coplera, al flamenco o al tango, en un esfuerzo conseguido por transmitir también a través de la música las esencias que quiso encerrar Hernández en sus escritos. Cierto es que el remozado que han impuesto a los temas del 72 puede rechinar en algunos oídos, acostumbrados a un acompañamiento básico que ahora se presenta con más riqueza instrumental y mucha menos sobriedad. Sólo Menos tu vientre apareció casi desnuda en un oasis que nos trajo al Serrat más cercano y austero, guitarra en cinto, en contraste con puntuales atracones orquestales que los poemas de Hernández no requieren, pues el protagonismo de las palabras, que suben a los montes, bajan a la tierra y truenan, es suficiente en esta ocasión.
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