Historia breve de un museo

aniversario Un espacio para el arte cordobés a través de los siglos

El Bellas Artes de Córdoba, creado en 1844, cumple 150 años en el antiguo Hospital de la Caridad · El centro ha alternado periodos de auge y decadencia y espera alcanzar una mayor proyección con su futura sede junto a la Torre de la Calahorra

Historia breve de un museo
Alfredo Asensi / Córdoba

22 de enero 2012 - 05:00

El Museo de Bellas Artes de Córdoba surge como consecuencia del proceso desamortizador de 1835 y 1836. Fundado en 1844 con un conjunto de pinturas procedente de los conventos de la ciudad, pasó por distintas sedes antes de recalar en el antiguo Hospital de la Caridad en 1862. Se cumplen 150 años de esta fecha fundamental en la historia de la institución, que se dispone a desarrollar un programa conmemorativo en el que destaca como actividad central una exposición que abrirá sus puertas en mayo. El arte cordobés entre los siglos XIV y XXI es el protagonista de un museo que en sus fondos cuenta también con obras de artistas como Zuloaga, Gutiérrez Solana, Vázquez Díaz, Tàpies, Chillida, Canogar o Saura y que celebra el aniversario con una mezcla de satisfacción y cierto desvelo por las limitaciones de espacio e infraestructura que le impiden proyectar todo su potencial y que se verán paliadas, en algún momento indeterminado del futuro, con el nuevo edificio proyectado junto a la Torre de la Calahorra.

En sus primeros 18 años, el museo (que aparece con varios nombres en los documentos: Museo de la Provincia, de Pintura...) tuvo un carácter itinerante que rompió cuando la Diputación le cedió el antiguo Hospital de la Caridad, del siglo XV. El Colegio de la Asunción (posteriormente, Rectorado de la Universidad de Córdoba, hoy edificio Pedro López de Alba), el depósito de Capuchinos (donde se recogieron parte de los cuadros desamortizados) y el desaparecido Convento de San Pablo (en el espacio que hoy ocupa la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía) fueron las sedes de una institución cuya base fundamental de pintura antigua procede de la primera desamortización, como recuerda su directora, Fuensanta García de la Torre. De la segunda, en 1878, llegaron pocas piezas. Adquisiciones, donaciones y depósitos fueron configurando una colección que hoy supera las 4.000 obras.

1862 es también el año de la llegada al museo, como conservador y restaurador, de Rafael Romero Barros, procedente de Sevilla. "Había estudiado en la Hispalense y aprendido con algunos de los pintores sevillanos más significativos del momento", señala García. A pesar de que Romero no aparece como director del Bellas Artes en documento alguno, se le cita habitualmente como tal "porque lo fue de facto, ejerció como director y con ese cargo lo sucedieron su hijo Enrique y su nieto Rafael Romero de Torres Pellicer, hijo de Julio". La familia Romero de Torres desempeña un protagonismo insoslayable en la historia de la institución.

Romero Barros, que nació en Moguer en 1832, llega a un museo en ciernes, todavía por hacer, y hasta su muerte en 1895 configura, además de un espacio museístico para el disfrute del visitante, un entramado de entidades culturales en torno a él. Hizo coincidir en el antiguo Hospital de la Caridad "la mayoría de las instituciones culturales de la ciudad": el Museo Arqueológico, creado por él y que convivió con el de Bellas Artes hasta 1920, la Biblioteca Provincial, la Sociedad Económica de Amigos del País, la Escuela de Maestras (luego, de Magisterio), la Academia de Bellas Artes (también puesta en marcha por Romero y que dio paso a la Escuela de Artes y Oficios) y el Conservatorio de Música. Algunas, recuerda García de la Torre, "dirigidas por él"; otras, "tuteladas". Romero Barros es el gran impulsor del desarrollo cultural de la ciudad en la segunda mitad del siglo XIX. "Córdoba aún no le ha hecho el homenaje que se merece", señala la directora del museo, que en 1995, 100 años después de su muerte, realizó, en colaboración con Cajasur, una exposición de fondos del moguereño. Fundador, director y coordinador de instituciones, pintor, restaurador, investigador, arqueólogo y protector del patrimonio cultural y monumental de la ciudad ("gracias a él se salvan, por ejemplo, la Sinagoga y la iglesia de San Nicolás"), Romero protagoniza el ciclo La pieza del mes correspondiente al curso 2011-2012. Ejerció sobre los bienes culturales y patrimoniales "una tutela que no era frecuente en el siglo XIX" y creó una colección arqueológica "con los criterios de la época" que incluye piezas muy relevantes que integrarían la colección Romero de Torres.

Preocupaciones y actitudes heredadas por sus hijos. Tuvo ocho, y varios nietos de los que no quedan descendientes: "Hasta en eso es una familia singular. Desapareció en dos generaciones". Y a ello hay que sumar su compromiso social, reflejada en la creación de una asociación que enseñaba a leer y escribir a los hijos de los obreros.

Las colecciones del museo se exhibieron por primera vez al público en el antiguo hospital. Una de las fotografías más singulares en la historia de la institución muestra la exposición, en la antigua capilla (hoy, sala barroca), de obras del Bellas Artes y las primeras piezas del Arqueológico. "Restos de la Mezquita, Medina Azahara y la Córdoba romana se expusieron conjuntamente con las pinturas de Valdés Leal y Antonio del Castillo", indica la responsable del museo, que vivió otro momento importante en 1877 con la compra de los primeros dibujos, procedentes de la colección de José Saló, pintor catalán afincado en Córdoba.

Con Enrique Romero de Torres llega el "auge" del museo en las primeras décadas del siglo XX. Un "despegue rotundo" en el que hay varias fechas señaladas como la creación de la sección de arte moderno en 1904, a la que se incorporaron obras de algunos de los pintores y escultores españoles más importantes del primer tercio del siglo XX (regaladas por ellos mismos a los Romero de Torres), y, a finales de los años 20, la llegada de la colección de Ángel Avilés, senador real que donó 409 obras. Asimismo, el Ayuntamiento hizo en este centro el depósito de la colección de Mateo Inurria, vendida por su viuda. Años después, el Ministerio de Instrucción Pública compró una casa adyacente en la calle Armas para ampliar el museo y crear la sección dedicada a Inurria con estos fondos y otros añadidos posteriormente.

A su muerte en 1956, Enrique Romero de Torres ya no era director ejecutivo del museo pero sí honorario. Le sucede su sobrino Rafael Romero de Torres Pellicer. Son los años de un declive que García de la Torre define como "absoluto". Se caen techos de salas de exposiciones "que no se reponen"; roban obras del museo "que parece que se recuperan, pero no queda constancia de lo que fue robado ni de lo que fue recuperado"; el director se lleva los vigilantes del Bellas Artes, "pagados por el Ministerio de Instrucción Pública y luego por el de Cultura", al vecino Museo Julio Romero de Torres... Un desastre de gestión cuya consecuencia final sólo podía ser una: el cierre del museo.

Es en 1980 cuando el Ministerio de Cultura, instado por Ana María Vicent, directora del Arqueológico, decide actuar. Le da un "lavado de cara" al museo y lo reabre al público. Pero las carencias seguían siendo muchas y evidentes: no había luz eléctrica ni agua ni sistemas de seguridad contra robos e incendios, algunas salas ejercían como improvisados almacenes "en condiciones poco idóneas", el discurso museístico estaba anticuado... La llegada en 1981 de García de la Torre (en un curioso paralelismo del destino: también desde Sevilla y su Universidad, en funciones de conservadora) activa los resortes necesarios para la regeneración del museo, que vuelve a cerrar sus puertas en diciembre de ese año para afrontar una reforma culminada en 1986. El Bellas Artes renace con una estructura y unos criterios que sientan la base de su evolución hasta lo que es hoy en día. Un espacio concebido "para la exposición de las obras de los maestros cordobeses, ya lo sean por nacimiento, por formación o por el desarrollo de su trabajo". El museo cuenta en sus fondos "con otras muy singulares, pero lo que tiene que enseñar hoy por hoy es el arte hecho en Córdoba desde el siglo XIV hasta el XXI". La restauración conllevó el cierre de cuatro salas de exposiciones para habilitar las dependencias administrativas, además de almacenes y un espacio para la restauración. Un programa de actividades de difusión (es el museo "pionero" en Córdoba en esta materia) acompañó la reapertura para suturar un alejamiento de la sociedad que llegó a ser crítico.

La exposición prevista para mayo será un resumen visual y documental del siglo y medio que el Bellas Artes lleva instalado en el antiguo hospital de la plaza del Potro, cuya fachada ha sido recientemente restaurada. Un espacio emblemático de la ciudad que el museo abandonará (¿cuándo?) para iniciar al otro lado del Guadalquivir (con vistas a lo que su directora define como "un skyline privilegiado, con el río, la Mezquita, la ciudad moderna y la sierra: naturaleza, urbanismo y patrimonio") una nueva etapa en la que sus funciones (incremento y exposición pública de colecciones, conservación, restauración, investigación y difusión) alcanzarán un desarrollo más pleno y ajustado a lo que debe ser una institución museística del siglo XXI.

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