"Ignorar que somos ecodependientes se vuelve más fácil en este entorno digital"

Jorge Riechmann. escritor

El autor mantuvo ayer un encuentro con los clubes de lectura de ensayo de la Red Municipal de Bibliotecas en torno a su obra '¿Derrotó el 'smartphone' al movimiento ecologista?'

Jorge Riechmann, ayer, antes de su encuentro con los clubes de lectura. / Barrionuevo
Ángela Alba

27 de marzo 2017 - 08:18

Córdoba/El escritor, matemático y filósofo Jorge Riechmann (Madrid, 1962) mantuvo ayer en la Feria del Libro un encuentro con clubes de lectura de ensayo de la Red Municipal de Bibliotecas en torno a su obra ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista? (Los Libros de la Catarata).

-En este libro recurre al concepto de mesianismo tecnológico, ¿en qué consiste?

-Sería la idea de que los graves problemas a los que hacemos frente en la actualidad, como extralimitación con respecto a los límites biofísicos de la Tierra, calentamiento global, cénit del petróleo, dificultades con otros recursos y crisis general de convivencia; admiten una solución técnica. Es decir, la tecnología aparece como un elemento de salvación, con formulaciones que efectivamente son mesiánicas en algunos de estos dirigentes de grandes empresas de Silicon Valley. La posición que intento defender en el libro es que la tecnología puede y debe aportar cosas, necesitamos en algunos terrenos avances técnicos, pero los problemas esenciales a los que hacemos frente no son técnicos, son políticos, morales y culturales en el sentido amplio. Por esa razón creo que nos corresponde hacer esa crítica del mesianismo tecnológico.

-¿Se está sobrevalorando entonces a la tecnología?

-En el sentido que acabo de precisar, yo diría que sí, incluso nos tendría que dar mucho que pensar que cuando decimos o en los medios de comunicación escriben "tecnología" están pensando en esos chismes de Silicon Valley, es decir, las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación, como si no fuesen avances técnicos importantes también, por ejemplo, el desarrollo de un buen sistema de permacultura adaptado a una región determinada para ser capaces de producir alimentos sin dañar la tierra. Yo diría que esa técnica es mucho más importante que los teléfonos móviles, y sin embargo ahí estamos enganchados a los móviles y sin prestar demasiada atención a otras cosas.

-¿Qué están suponiendo las nuevas tecnologías para las relaciones sociales?

-Hay distintas dimensiones, algunas de ellas las vemos con mayor claridad, como lo paradójico que es un mundo en el cual pensamos que estamos más interconectados que nunca y, de hecho, en cierto sentido lo estamos, pero al mismo tiempo es más fácil que nunca la desconexión con respecto a realidades humanas básicas. Por ejemplo, el hecho de que somos ecodependientes e interdependientes. Ignorar eso se vuelve más fácil en este entorno digital en el que nos movemos cada vez más; ignorar cosas tan básicas como que si no disponemos de agua de buena calidad podemos tener todas las redes informáticas que queramos pero las cosas no van a ir bien. Eso lo vemos más o menos, igual que el que nos estemos convirtiendo, como señalan varios ensayistas, en seres menos atentos a los que les resulta más difícil concentrarse; leer textos largos y complejos se ha vuelto una tarea casi imposible para mucha gente. Eso son efectos bastante visibles, pero hay otros que están en un plano más profundo, como los efectos culturales en sentido amplio de estas nuevas tecnologías de la información y la comunicación. En el libro llamo la atención, por ejemplo, sobre cómo esa confianza excesiva en la técnica que se puede llamar tecnolatría está contribuyendo a que no reaccionemos adecuadamente frente a las amenazas existenciales a las que se enfrentan nuestras sociedades, como son las que tienen que ver con el binomio clima-energía. El dar por sentado con una confianza irracional que la tecnología va a resolver esas cuestiones nos está llevando a un callejón sin salida.

-¿Sería posible un retroceso?

-Las marchas atrás, en general, si hablamos de historia humana nunca funcionan. Nadie puede volver exactamente sobre sus pasos, la historia humana no funciona de esa manera. Si intentamos volver adonde ya estuvimos, al llegar nos encontraremos con que ese lugar ya es otro. Lo que pasa es que no hay que asimilar cualquier crítica a este mesianismo tecnológico con esa idea tópica de que "lo que quieren los ecologistas es que volvamos todos a las cavernas". Eso es absurdo. Primero porque ese regreso en realidad nunca tiene lugar y segundo porque lo que han propuesto los movimientos ecologistas desde hace medio siglo aproximadamente es una transformación de las sociedades industriales que nos permita esquivar el abismo ante el cual estamos. En ese sentido, tenemos que pensar también en formas de evaluar la técnica. Actualmente no las tenemos, nos enfrentamos a los cambios técnicos como si fueran catástrofes naturales. Una sociedad que no pueda ejercer una selectividad técnica, decidir quiero esto y no quiero esto por tales criterios, está entregada a un fatalismo que creo que es inaceptable.

-¿Sería una posible salida la educación en el uso de las nuevas tecnologías desde la infancia?

-Quizá tenemos demasiada educación en las nuevas tecnologías y estemos perdiendo otras formas de educación que son todavía más importantes para los seres humanos. A lo mejor tenemos que estudiar en la infancia más poesía y no tener esa confianza ciega en que simplemente manejar tabletas nos va a llevar a algún lugar socialmente deseable.

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