“Nuestra historia tiene luces y sombras, pero solemos recrearnos en las sombras”
José Calvo Poyato. Escritor
El novelista cordobés recrea en 'La ruta infinita' la expedición en la que Magallanes y Elcano iniciaron un viaje que supuso la primera vuelta al mundo, un hecho del que se cumplen 500 años
El escritor cordobés José Calvo Poyato (Cabra, 1951) recupera en su nueva novela, La ruta infinita (Harper Collins), la gesta que llevaron a cabo Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano: la primera vuelta al mundo en barco de la historia. Este año se cumple el quinto centenario de esta expedición que partió desde Sevilla con cinco barcos de los que solo regresó la nao Victoria. El autor presenta esta tarde (20:00) su libro en el salón de actos de Cajasur Gran Capitán.
–¿Por qué se ha embarcado en este viaje?
–Hay dos razones fundamentales; la primera es que estamos en el 500 aniversario del momento en el que esta expedición zarpa primero de Sevilla y luego desde Sanlúcar de Barrameda. La segunda es que es una gesta impresionante y hay que darle su verdadera dimensión porque nuestra historia tiene luces y sombras, pero solemos recrearnos más en las sombras que en las luces.
–¿Ha quedado esta hazaña relegada en nuestra historia por el descubrimiento de América por Colón?
–Es posible que algo de eso haya ocurrido, pero lo que hizo esta gente hace 500 años es enorme. La expedición que Carlos I le encarga a Magallanes no es para dar la primera vuelta al mundo, sino para que encuentre un paso para poder navegar desde las aguas del Atlántico a las del Mar del Sur, que es como hoy llamamos al Pacífico. Los castellanos sabían que había un mar al otro lado de las Indias, pero no cómo llegar a él. Habían hecho cosas prodigiosas como desarmar un bergantín en la costa del Caribe, se lo habían echado a cuestas y, por el istmo de Panamá, habían llegado al mar y montado el barco allí. No era la primera vez que buscaban ese paso. Juan Díaz de Solís lo había intentado unos años antes, pero se lo comieron los indios. Una vez encontrado, la intención era llegar adonde estaban las especias, que era lo que daba el dinero en la época, el petróleo del siglo XVI.
–Magallanes, sin embargo, no vuelve de esa expedición que le encarga Carlos I...
–Magallanes ni tenía previsto darle la vuelta al mundo ni se la pudo dar porque murió antes, combatiendo contra los nativos en Filipinas. La primera vuelta al mundo es la decisión de un marino vasco. Una vez muerto Magallanes, Elcano, que toma mucho protagonismo entonces en lo que queda de la escuadra, decide desobedecer al emperador, que les dijo que a la vuelta hicieran el mismo camino y no se metieran en aguas de los portugueses. Se metió y terminó dando la primera vuelta al mundo. Desobedecer al Rey era grave, pero a Elcano no se lo tuvieron en cuenta. Todo el mundo entendió que había hecho algo enorme.
–¿Qué supuso en su época?
–Se lo tomaron como una cosa normal. Estaban haciendo tales cosas en su momento que todo resultaba extraordinario: Hernán Cortés estaba conquistando el imperio de los aztecas, Pizarro conquistando el de los incas, estaban navegando por el Amazonas... A Sevilla llegaban noticias un día tras otro de lo que estaban haciendo en tantos sitios que esto era una cosa más. Tres años después de partir, Elcano decide entrar en Sevilla con el único barco que queda de los cinco que se marcharon, pero estaba en tan mal estado que al llegar a Sanlúcar no puede remontar el Guadalquivir. La Victoria ha perdido el velamen, está destrozada y tienen que remolcarla. Es decir, es casi milagroso que pudiera llegar a Sanlúcar. Cuando entra en Sevilla, como no puede ir con la majestuosidad que dan las velas desplegadas, Elcano ordena disparar los cañones solo con pólvora para armar ruido.
–¿Cómo fue el recibimiento?
–He tratado de recoger algo que me llamó mucho la atención y que ya me han dicho algunos lectores que les ha emocionado: lo primero que hicieron Elcano y los 17 que quedan de los 250 hombres que partieron es pedir unas velas para ponérselas a la virgen. Yo he construido la imagen de la gente sobrecogida, abriendo paso a esos hombres que vienen hambrientos, sedientos, andrajosos y comidos de piojos y se van a una iglesia para ponerle velas a la virgen. Eso es lo que tiene que recoger una novela, el ambiente de la época. No vale trasladar nuestras formas de vida y mentalidad a 500 años atrás.
–¿Con qué problemas se habían encontrado en el viaje?
–Les pasó de todo. A Magallanes en Portugal no le hicieron caso y se tuvo que venir a España para que Carlos I organizara esa expedición en la que había bastantes marinos portugueses, casi el 20%. Había personas de muchos países; un inglés, alemanes, holandeses, griegos y muchos españoles. Portugal intentó que no hubiera expedición, intentó sabotear los barcos y amenazaron a Magallanes. En Sevilla había agentes portugueses difundiendo lo que hoy llamamos fake news, es decir, noticias falsas como que iban a ir por aguas en las que no había navegado nadie y en las que había monstruos marinos. He querido recoger ese ambiente en Sevilla, el de Lisboa, donde empieza la novela, y el de Sanlúcar de Barrameda. Otro de los problemas que les surgió fue que se les acabó la comida, entre otras cosas porque cuando encuentran el estrecho, el barco de mayores dimensiones, la San Antonio, deserta, regresa a España sin decir nada. Al ser el más grande, la bodega de ese barco llevaba la mayor cantidad de comida.
–¿Cómo ha sido el proceso de investigación?
–Documentarse ha sido muy lento, más allá de leer a Antonio Pigafetta y cuatro o cinco libro muy buenos, también he buscado algunos documentos concretos, como el testamento de Elcano o la carta que le escribe al rey. Quien lea La ruta infinita, más allá de tener una novela en sus manos, va a tener un conocimiento histórico de lo que fue aquello. La novela empieza tres años antes de que los barcos zarpen del puerto de Sevilla. Había que documentarse sobre el ambiente de la Sevilla, la Lisboa y la Sanlúcar de la época, cómo funcionaba la casa de la contratación o cómo eran los Reales Alcázares.
–¿Hay más realidad que ficción en este libro?
–Sí, creo que hay más realidad. Cuando la ficción aparece en una novela histórica es porque hay algo que no sabemos ya que este género debe respetar los hechos. Por ejemplo, en este caso los barcos parten de Sevilla el 10 de agosto y bajan por el Guadalquivir hasta Sanlúcar. Normalmente en ese trayecto se tardaba dos días, por lo que se podían haber parado allí 24 horas y salir. Sin embargo, estuvieron en Sanlúcar 40 días, lo que suponía gastar comida de la que habían embarcado. ¿Por qué lo hicieron? Pues no lo sabemos. Eso para el novelista es fantástico porque a partir de ese elemento me puedo inventar elementos de ficción.
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