Marinita Precaria, la cordobesa que canta a los chascos de la generación Millennial
Historias
Con un teclado, un programa descargado de internet y un micro de 10 euros, Marina Gómez (Córdoba, 1994) se transforma en Marinita Precaria y acaba grabando un disco de pop atemporal, 'No me miréis'
Esta es una historia de pandemia. Pero no es una historia de pandemia cualquiera y, además, tiene final feliz. Empieza en junio de 2020, recién finalizado el confinamiento, con Marina Gómez, arquitecta cordobesa de 28 años instalada en Madrid, en el paro: "Había poca cosa que hacer y me compré un teclado, casi de juguete. Empecé a trastearlo y de repente me vi haciendo canciones". El final (o el nuevo principio de algo, ni ella misma sabe muy bien de qué) llega este mes de febrero, con el primer disco de Marina en el mercado. Su alias, Marinita Precaria; su álbum, No me miréis.
"Todo esto es una broma que ha llegado demasiado lejos", se ríe Marina al otro lado del teléfono, todavía en shock por que una discográfica como Elefant Records, que edita a Soleá Morente y a La Bien Querida, que en su momento lanzó las primeras canciones de Los Planetas y que publicó el legendario disco de Family, le haya dado esta oportunidad.
"De pequeña, como con 6 años, fui a un par de cursos de la Escuela de Música de Santa Rosa. Mi profesor era Miguel, conservo super buen recuerdo de él. Allí aprendí las primeras nociones musicales que tengo. Y aunque la mayoría del conocimiento lo pierdes, supongo que algo queda ahí...", dice Marina en una frase que suena a autoconvicción porque, explica, lo suyo siempre ha sido "de andar por casa". De coger la guitarra en la habitación, más que nada, porque cantar en público aún le ruboriza. "No me miréis", suele pensar. El título de su disco.
"Nunca he actuado delante de gente ni mucho menos. La música para mí siempre ha sido una cosa muy informal". Y de pronto llegó la pandemia de covid-19. Y Marina se vio, de sopetón, sin trabajo, encerrada, sin nada que hacer. ¿Les suena? "Bromeaba con dos amigos, Álvaro y Víctor, con formar un grupo los tres porque no teníamos nada que hacer. Y les decía que yo me separaría y me lanzaría al estrellato con el nombre de Marinita Precaria, como Beyoncé y las Destiny's Child. La broma ha seguido adelante y ha llegado demasiado lejos...".
Pero el primer disco de Marinita Precaria no es una broma. Que no despiste el nombre postpandémico descacharrante. Editado en vinilo blanco, los nueve cortes se pasan en un suspiro y ya han dado cuenta de ello medios de referencia como Rockdelux o El País. Marina, con una forma de cantar que entronca con Jeanette y con la escuela del pop español más melódica, de Le Mans a La Buena Vida, dos grandes referentes para ella, habla de los chascos de la generación Millennial.
Tiene 28 años recién cumplidos y ha vivido todo lo que la generación Millennial ha vivido. Quedarse en paro. Vivir en pisos compartidos a una edad en que décadas atrás ya habría sido cabeza de familia. No saber qué va a pasar al día siguiente. El hazlo tú mismo por obligación. La precariedad, en fin, en mayúsculas. No hace falta explicar de dónde le viene el nombre artístico.
"Los fans del pop sabemos que las canciones que se cocinan lentamente en la intimidad de cuatro paredes siempre acaban teniendo trazos únicos, inimitables, alejados de los parámetros habituales del mainstream", subrayan desde el sello discográfico, donde vinculan a Marinita Precaria con Nosoträsh, Vainica Doble, The Magnetic Fields o East River Pipe. El flechazo fue inmediato. En la madrugada del 20 de diciembre de 2020, antes de viajar a Córdoba para pasar la Navidad en familia, Marina se atreve y envía un correo electrónico a Elefant. "¿Imagináis que me responden?", les dijo a sus amigos. A la mañana siguiente encontró la contestación de Luis Calvo, director de la compañía, en el buzón: "Me gusta, Marinita. ¿Cuándo podemos hablar?". "Ojalá te respondieran así de rápido cuando buscas trabajo", bromea.
Sus padres "fliparon un poco". "Es que esto no lo sabía nadie. No me habían escuchado nunca", ríe. De hecho, cuando contaba que la habían fichado en Elefant, recibió todo tipo de respuestas. "¿Como diseñadora gráfica?, qué bien". "Ah, como productora". "¿En la oficina?". No, para sacar un disco. El 14 de mayo ofrecerá su primer concierto en el Café La Palma, en Madrid. Ya lo está preparando.
Con un micro de 10 euros
Y las canciones empezaron a salir poco a poco. Las nueve que conforman el mini LP fueron compuestas en apenas unos meses. "Me descargué un programa de ordenador, FL Studio, para producir. No es muy complejo y puedes hacer una maqueta con el sonido que a ti te gustaría tener, como si fueras una profesional. La voz la grabé con un micro de 10 euros". Le salieron unas 15, aunque hubo una selección final y nueve pasaron el filtro. Ya de la mano de Elefant, en el estudio, se regrabó la voz y la guitarra, y el técnico incluyó los arreglos digitales que ella le envió.
"No hay ningún músico de estudio, solo yo", dice Marina, a quien aún le resulta difícil definirse. ¿Música? ¿Cantautora? ¿Cantante? ¿Compositora? "Supongo que música...", duda unos instantes. "No he cantado nunca, ni tengo muy buena voz...". El resultado final, lejos de las modas del autotune, los filtros de voz y las virguerías de producción, suena desprejuiciado, espontáneo, suave, algo lánguido como sus añorados La Buena Vida, luminoso, un poco amateur como su querido Marcelo Criminal, un pop atemporal que puede coser generaciones aunque ella, confiesa, se siente Millennial y el propio proyecto recoge esa necesidad de reírse de uno mismo, de sus vergüenzas, de los traspiés, del desencanto, de los chascos.
En Al campo, escribe sobre la necesidad de huir de la ciudad sin echar de menos las luces de Navidad; en Espatifilo, asume que todo le dura tres días, "las ganas, la miel, la resaca homicida, las flores del espatifilo con vida"; en Una montaña, confiesa cómo es "llevar dentro una montaña", y en Todos tristes expresa, al fin, cómo se siente su generación: "Aquí estamos todos tristes. No nos va tan mal, pero estamos todos tristes". "Intento ver la belleza de lo sencillo", resume Marina, quien ha recuperado el trabajo y ha logrado alquilar un piso para ella sola, aunque no por ello renuncia a su alias de Marinita Precaria. Aún es pronto.
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