McClane, por el camino de Triton Man y Chico Percebe

Bruce Willis rescata al personaje que le convirtió en héroe de acción.
Bruce Willis rescata al personaje que le convirtió en héroe de acción.

Acción, EEUU, 2013, 96 min. Dirección: John Moore. Intérpretes: Bruce Willis, Mary Elizabeth Winstead, Jai Courtney, Sebastian Koch. Guión: Skip Woods. Fotografía: Jonathan Sela. Guadalquivir, El Tablero, Artesiete-Lucena.

Hace ya 25 años que se estrenó La jungla de cristal. Es mucho tiempo. Demasiado para seguir arrastrando a McClane por explosiones, tiros, saltos, golpes y persecuciones. El hombre puede acabar como los ancianos superhéroes Triton Man y Chico Percebe de Bob Esponja. No por pérdida de facultades de su protagonista, que Willis aún no ha cumplido los 60 y parece estar en buena forma, sino por esclerosis de la serie.

Este último episodio podría haber sido escrito y dirigido por un robot, hasta tal punto su argumento es tonto y su realización es plana. No hay que pedirle peras al olmo, desde luego. Pero en alguna entrega anterior, y sobre todo en la primera, había una cierta originalidad, una cierta voluntad de presentar un producto distinto basado en el entretenimiento ruidoso, la ironía caricaturesca y la exageración que hace guiños a lo cómico.

En este caso no hay nada de nada. Nada que no sean efectos especiales. Y un aire aún de videojuego siniestro acentuado por los sombríos, grises y oxidados ambientes rusos en los que se desarrolla la acción. El intento de humanizar el personaje a través de la relación con su hijo no funciona y, lo que es más grave, las tramas en las que el hijo lo mete y los malos que los persiguen tampoco.

Si desde la producción alguien cree que McClane/Willis tiene vida y que la serie tiene continuidad, ¿por qué plantean un producto tan plano? ¿Por qué contratan como realizador a un pegaplanos especializado en hacer malos remakes? Pues porque da igual que la dirija él u otro. O incluso nadie. Esta película está pensada únicamente para fans de la serie y de Willis, y éstos ya están convencidos antes de entrar, justo cuando están comprando las palomitas y la bebida. ¿Para qué esforzarse más? Hay que reconocerlo: aquí no se engaña a nadie.

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