Muere Rafael Frühbeck de Burgos, "maestro de maestros"
El director español de mayor prestigio internacional en décadas tenía 80 años y mantuvo su actividad hasta casi última hora

El maestro Rafael Frühbeck de Burgos falleció en la mañana de ayer en Pamplona a los 80 años a causa de un proceso canceroso que había obligado a su hospitalización en una clínica de esa ciudad el 13 de abril, informaron fuentes próximas a la familia. El director había tenido una actividad incansable hasta mediados de marzo, cuando sufrió un vahído mientras dirigía a la Sinfónica de Washington en el Kennedy Center de la capital de Estados Unidos.
Frühbeck empezó a mostrar signos de cansancio cuando llevaba dos horas dirigiendo y faltaban diez minutos para que concluyera Pini di Roma, de Respighi. Se apoyaba cada vez más en la barandilla del podio y pareció que se iba a caer, aunque consiguió recuperarse y concluir, ya sentado, la pieza, y luego levantarse para recibir la ovación del público.
Al regresar a España se puso en manos de su hija y de su hijo, ambos médicos, quienes acordaron su ingreso en la Clínica Universitaria de Navarra. El miércoles de la semana pasada, en un gesto más que simbólico, el director, "maestro de maestros", como lo llamó ayer el ministro José Ignacio Wert y como lo habían considerado en vida muchos de sus colegas, anunció su retirada. El director de orquesta será enterrado hoy, con toda probabilidad, en el panteón familiar del cementerio de Burgos. Reposará junto a sus padres, tal y como él deseaba.
Frühbeck de Burgos, nacido en septiembre de 1933 como Rafael Frühbeck Frühbeck en esa misma ciudad de la que tomó el apellido, fue el director de orquesta español con mayor prestigio internacional desde Ataúlfo Argenta, lo que hizo de él un referente de la música clásica en nuestro país y un abanderado de la cultura española, en especial de la obra de Manuel de Falla. Gozó de la misma fama que coetáneos como Lorin Maazel, Claudio Abbado o Zubin Mehta, gracias a una carrera internacional de excelente arquitectura, rigor y chispa, defendida con tanto tesón como la ahora tan machacona marca España, que él predicó cuando el país no era musicalmente más que una entelequia. En la actualidad era titular de la Orquesta Sinfónica de Dinamarca y director emérito de la Orquesta Nacional de España.
De verbo brillante y fuerte carácter, el director que más veces se ha puesto al frente de la Orquesta Nacional de España (unas 500) presumía de nacionalidad y contaba complacido el porqué de su apellido, a la vez que aprovechaba la circunstancia para hacer una defensa cerrada del talento musical español, con el que años de "dejadez educativa" no habían conseguido "acabar". Se añadió el de Burgos porque al "comisario político" de los años 50 le parecía "muy extranjero y casi sospechoso" lo de Frühbeck Frühbeck, contaba. Su padre, un óptico, se había establecido en la ciudad castellana, "maravillado" por su clima, y poco después llegó allí su novia, que era también su prima segunda.
Con 110 conciertos de media al año, el maestro había conseguido superar "la edad fatídica de los cuarenta y tantos", como él decía, pues "muchos [directores] mueren de infarto", decía. Él, aseguraba, vivía "una nueva juventud" desde que cumplió los 60: pensaba siempre que "lo bueno" estaba aún por venir, porque la música, argumentaba, es "eterna e inacabable". Este Marco Polo del 33, con giras de 30.000 kilómetros en un mes y siempre cargado de kilos de partituras, era un prodigio de impulso vital, al que no cansaban los viajes sino los aviones, y que aguantaba conciertos larguísimos sin dar nunca muestras de agotamiento. Hasta el pasado 15 de marzo en Washington.
Temprano intérprete de Haydn y Mozart y entregado a sus clásicos predilectos, de Beethoven a Bach, de Korsakov a Ravel pasando por Albéniz y Turina, aquella noche en la capital estadounidense dirigió piezas de Debussy y Rachmaninoff, con el plato fuerte de El amor brujo de Falla. A él le gustaba especialmente el Réquiem de Brahms, que acometía de memoria, porque, como solía comentar, le acercaba "sin temor" a la muerte. Su curiosidad no se veía nunca saciada. Se declaró "muy partidario" de contemporáneos como Claudio Prieto, Antón García Abril, José Peris, Luis de Pablo, Tomás Marco, Cristóbal Halffter, Lorenzo Martínez Palomo o el vienés Rainer Bischof.
Director musical de orquestas de fuste e invitado habitual en las mejores del mundo, el que fue director titular y artístico de la Dresden Philharmonic, de 2004 a 2011, lo era desde 2012 también de la Danish National Orchestra. Llevaba a sus espaldas decenas de interpretaciones de la Novena de Beethoven, que le conmovía siempre porque esta "banda sonora de la humanidad y la superación" consigue como pocas conectar con el público.
La Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE), que él dirigió entre 1962 y 1978 y de la que era titular emérito, atesora decenas de anécdotas referidas a su carácter, que era tan intenso como su amor por la música. La OCNE anunció el pasado mes el lanzamiento de su sello discográfico, que se inaugurará con la "magnífica" versión del director de Carmina Burana. Él iba a ser, también, el invitado estrella de la presentación de esta colección, un acto que se aplazó, precisamente, por el anuncio de su enfermedad. También tenía previsto dirigir en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el próximo noviembre, Los diamantes de la corona de Barbieri, porque su cabeza y su agenda seguían en plena forma. El cuerpo, como él apostillaba, "ha aguantado hasta donde ha aguantado y Dios ha querido".
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