Nuevos aires en la música para el cine

El relevo generacional llega al gremio de los compositores de Hollywood

Antonio Montilla

01 de marzo 2009 - 05:00

En esta pasada edición de los premios de la Academia de Hollywood el galardón a la Mejor Música Original ha ido a manos de Allah Rakha Rahman por su trabajo para la película Slumdog Millionaire. Rahman, un renombrado compositor en el Bollywood indio, es un completo desconocido en Estados Unidos, este ha sido su primer trabajo de envergadura para el mercado internacional, su primera nominación y su primer Oscar. ¿Sorprendente? Quizás no tanto.

Entre los cinco candidatos a recibir un Oscar en este 2009 a la mejor banda sonora, a saber, Alexandre Desplat (El curioso caso de Benjamin Button), James Newton Howard (Defiance), Danny Elfman (Milk), Thomas Newman (Wall-E) y el finalmente ganador Rahman, no ha habido lugar para ninguno de los pesos pesados de la industria en este campo. Ni John Williams, ni James Horner, ni Hans Zimmer ni ninguno de los sospechosos habituales en esta categoría. Si acaso Elfman, que vive una segunda juventud con interesantes proyectos por llegar. Ciertamente, algo se mueve en el mundo de los compositores para el séptimo arte: parece que es momento de un relevo.

Durante las últimas décadas del siglo pasado un grupo de compositores, los ahora llamados la lista A, crearon excelentes partituras que excedieron del medio para el que fueron escritas y popularizaron en gran medida la música hecha para películas. John Williams es el nombre que primero viene a la cabeza, con sus éxitos populares extendiéndose desde finales de los 70 (trilogía de La Guerra de las Galaxias) hasta principios del siglo XXI (saga de Harry Potter). Pero junto a él han desfilado autores cuyo nombre perdurará: James Horner (Aliens, 1986; Titanic, 1997; Una mente maravillosa, 2001) , Jerry Goldsmith (Star Trek, 1979; Hoosiers, 1982; Instinto Básico, 1992), Danny Elfman (Batman, 1989; Pesadilla antes de Navidad, 1993; La novia cadáver, 2005), Hans Zimmer (Marea Roja, 1995; Gladiator, 2000; El caballero oscuro, 2008)... El último tercio del siglo XX les pertenece.

Sin embargo, una nueva hornada de compositores ha empezado, tímidamente al principio pero cada vez con más autoridad, a tomar el relevo. En algunos casos, el retiro llega por causas naturales: Jerry Goldsmith falleció en 2004, Basil Poledouris en 2006 y Williams, con 77 años, es cada vez más selectivo con los encargos que acepta. Otros, como Horner, Zimmer o Elfman, aunque aún tienen destellos de calidad, han quedado atrapados en su propio y muy definido estilo. La necesidad de savia nueva es patente. Y los llamados a sustituirlos han llegado para quedarse.

De un lado, compositores de segundo nivel que han dado el salto a champions. Así, Howard Shore, que durante muchos años ha contribuido con sus partituras a crear opresivas atmósferas para thrillers de David Cronenberg (Crash, 1996; ExistenZ, 1999) Joel Schumacher (El cliente, 1994) o David Fincher (The game, 1997), dio el salto al mainstream con su monumental obra para la trilogía de El Señor de los Anillos. O David Arnold, quizá el heredero más directo de Williams por su estilo neosinfónico, escuchado en las películas de Roland Emmerich (obtuvo un Grammy en 1997 por la muy patriótica Independence Day), y que ha revitalizado la música de la enquistada saga de James Bond a partir de Casino Royale (2006, otra nominación al Grammy) y Quantum of Solace (2008).

De otro, y aquí viene el verdadero relevo, compositores jóvenes que tienen mucho que decir: Alexandre Desplat, Dario Marianelli, Michael Giaccino, Craig Armstrong o Marco Beltrami son los hombres a seguir. Cubren un amplio abanico de estilos, pero tienen también características comunes. Para empezar, ninguno de ellos ha perdido los anillos por trabajar para la televisión, contribuyendo en ocasiones a aumentar la calidad de los productos para la pequeña pantalla. Por ejemplo, Michael Giacchino se ha labrado una reputación con las series de J.J. Abrams Perdidos y Alias, y Don Davis, conocido por su trabajo en la trilogía de Matrix, obtuvo un Emmy en 1995 por sus temas para la serie SeaQuest. Aún más, varios de ellos, como el propio Giacchino (saga Medal of Honor) o Steve Jablonsky, ofrecen excelentes partituras en un medio tan extraño para la vieja guardia como el de los videojuegos.

Algunos de ellos se desenvuelven perfectamente en el neosinfonismo más cercano a Williams, como los mencionados Don Davis (aunque sus características disonancias quizá lo acerquen más a Elliot Goldenthal) y David Arnold. Pero tampoco es nada infrecuente la fusión de orquesta sinfónica y elementos más contemporáneos, ya sea electrónica o instrumentación menos convencional, herramientas que manejan con soltura Dario Marianelli o Tyler Bates (en sus partituras de acción, como V de Vendetta, del primero, o Watchmen, del segundo), el oscuro Marco Beltrami, habitual con Guillermo del Toro (Hellboy, Blade II) o Craig Armstrong, que compagina su trabajo para el cine (Moulin Rouge, Elisabeth: the Golden Age) con composiciones para teatro y hasta colaboraciones con Massive Attack. Más desequilibrados hacia la electrónica están los colaboradores de Hans Zimmer que han comenzado carrera en solitario con mayor o menor fortuna: Klaus Badelt (Piratas del Caribe) y Steve Jablonsky (La isla, Transformers) se mueven como peces en el agua en los blockbusters veraniegos, pero aún deben demostrar versatilidad. En el otro extremo está el estilo clasicista, aunque no necesariamente formal, de Dario Marianelli (Orgullo y Prejuicio o Expiación, original partitura por la que obtuvo el Oscar en 2008) y Alexandre Desplat (al que Gustavo Santaolalla ya le birló la estatuilla que merecía por The Queen y que tampoco ha tenido suerte en 2009).

No están todos los que son, pero ellos forman ahora la primera línea. Tampoco han desaparecido de un plumazo los maestros: Zimmer, Horner, Elfman, Williams... Aún tienen cosas que decir, pero ya no están solos. La hegemonía estadounidense ha llegado a su fin: ya van cinco años que el Oscar a Mejor Banda Sonora no se queda en casa, y la tendencia podría continuar: Rahman es hindú, Desplat es francés, Marianelli italiano, Armstrong escocés, Badelt alemán, Arnold británico, y una vez más, la vieja Europa puede aportar un soplo de aire fresco y buena música, al hollywoodiense mundo del cine.

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