Visto y Oído
Broncano
Negro/Ciencia ficción, EEUU/China, 2012, 118 min. Dirección y guión: Rian Johnson. Fotografía: Steve Yedlin. Música: Nathan Johnson. Montaje: Bob Ducsay. Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Bruce Willis, Emily Blunt, Paul Dano, Noah Segan, Piper Perabo, Jeff Daniels. Arcángel, Guadalquivir, El Tablero.
Visualmente poderosa. Temáticamente innovadora. Genéricamente creativa. Conceptualmente sugestiva. Esta película propone con imágenes poderosas una variante muy original del motivo de los viajes en el tiempo, fundiendo géneros -la ciencia ficción pesimista, el western y el cine negro- para proponer una reflexión sobre el presente. Pesa más, como filiación y definición genérica, el cine negro que los otros dos. Aunque los tres están muy bien trenzados al resaltarse las dimensiones más críticas y realistas de cada géneros. Al fin tanto la liturgia del film noir como la del western y la de la ciencia-ficción pesimista son reflexiones sobre el presente hechas a través de la estilización de los submundos del crimen, de la lucha entre la ley y la fuerza o de la utilización de la distopía o utopía negativa como una profecía laica que sacude y alecciona anunciando pesares futuros.
La dominante de Looper es el cine negro. Las claves de este género son el cansancio y la tristeza de quienes siguen luchando, tras haber perdido sus ideales pero sin poder renunciar a ellos, en un mundo cínico regido por la violencia. Y, efectivamente, se trata de una película triste y violenta -con un punto de cinismo y distancia- en la que unos tipos cansados actúan movidos por un ideal -o sentimiento- no del todo olvidado o, simplemente, por un ciego instinto de supervivencia.
En un futuro próximo el mundo es más o menos igual al de hoy en una versión empeorada. Más basura, más herrumbre, más marginalización de las ciudades, más pobreza, más delincuencia violenta, más violencia para defenderse de los delincuentes. Todo el mundo va armado. Todo el mundo dispara. Como en el salvaje Oeste, pero peor; aquello era un duro inicio y esto es un bárbaro final.
La laberíntica y fascinante trama escrita por Rian Johnson -guionista y realizador- merece no ser casi ni tan siquiera apuntada, tan llena de giros sorprendentes está. Digamos sólo que en ese futuro próximo existen unos sicarios que ejecutan a las víctimas que les son enviadas desde un futuro aún más remoto, en el que matar y deshacerse de los cuerpos es imposible. El ejecutor aguarda en el campo, ante un hule blanco vacío. De pronto, a la hora en punto marcada por un reloj de bolsillo marca Sergio Leone, aparece sobre el hule un tipo arrodillado y maniatado con la cabeza envuelta en un paño blanco, como uno de Los amantes de Magritte. Inmediatamente el sicario le dispara y después arroja el cuerpo a un pozo de fuego. Un día aparece ante el sicario una víctima que...
Ahí lo dejamos. Porque desde la primera imagen de la película -el ejecutor aguardando a su víctima- estamos atrapados. Y no nos liberaremos hasta que acabe la espectacular sucesión de caminos truncados, vueltas atrás, saltos hacia delante, acciones suspendidas o expuestas una vez iniciadas: como si la película fuera un tren del que hay que bajarse o al que hay que subirse siempre en marcha. Sin saber exactamente de dónde venimos o a dónde vamos. Pero sin perdernos, atrapados por esa incertidumbre cuya resolución parece inminente y siempre se aplaza.
Brillante juego de géneros. Pensemos en la ciencia ficción, que algo de Terminator hay: el viaje en el tiempo para proteger el futuro matando en el pasado. Pensemos en el western, que algo de La noche de los gigantes o de Raíces profundas hay: la granjera y su hijo protegidos de una terrible amenaza por un pistolero. Pensemos en el cine negro: un matón es perseguido por los suyos y ha de destruir su organización criminal para sobrevivir. Rian Johnson juega inteligentemente con estos tres géneros. Pero la baraja es la del negro, la de su cansancio y su tristeza, la de su inevitable y estéril violencia, la de su trágica predestinación. Inteligente película servida por unas interpretaciones perfectas de Joseph Gordon-Levitt, Bruce Willis, Emily Blunt y el niño Pierce Gagnon que, realmente, llega a aterrorizar. La inteligencia habitando el cine comercial le vale a esta película su quinta estrellita.
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