Ramos Espejo rescata la historia de la amante granadina de Brenan
El escritor obligó a la mujer, que era su criada y tenía 15 años cuando él tenía 34, a tener una hija con él, que luego se llevaría a Inglaterra sin dejar que su madre la volviera a ver nunca más en toda su vida
Él recordaría la escena muchos años después. Tenía entonces 34 años y ella, 15. Era su sirvienta en la casa. Una noche quedaron los dos solos y ella se fue a dormir, como de costumbre. "Hacia medianoche fui a su habitación y me metí en la cama con ella", escribiría él. "Estaba, o parecía estar, profundamente dormida. Traté de despertarla sacudiéndola pero no lo conseguí. Hice entonces lo que había venido a hacer -es decir, el amor- y durante todo el tiempo fingió dormir...".
Él era Gerald Brenan. Ella, Juliana Pelegrina. El escritor se había encaprichado de ella y, desde el momento en que la poseyó por primera vez -hoy habría sido juzgado y detenido por violación y corrupción de menores- quiso tener un hijo con ella. La obligaba a acostarse con él con la promesa de que, ya que la había desvirgado, se casaría con ella. Pero los planes del escritor eran distintos:
"Tendrás un hijo", le dijo Brenan, tal y como el recordaba en sus memorias. "Aquí y ahora. Pero con la condición de que cuando lo destetes me lo darás para que lo eduque en Inglaterra y ya me ocuparé de que no resultes perjudicada por ello. Y hasta que no sepamos con seguridad que estás encinta no saldrás de casa de noche si no es acompañada y no hablarás con ningún hombre".
Todo aquello sucedió en Yegen, en la Alpujarra granadina, en 1931. La niña, Julia, quedó finalmente embarazada y dio a luz a una niña, Elena, cuyo nombre sería posteriormente cambiado por Brenan por el de Miranda Helen. Una vez que el escritor tuvo el bebé en sus manos, se marchó a Gran Bretaña con él para casarse con otra mujer. La chica jamás volvería a ver a su hija.
Ésa es la historia que ahora recupera el periodista Antonio Ramos Espejo (Alhama de Granada, 1943) en el libro Ciega en Granada (Murió buscando a su hija. La hija de Brenan), publicado por primera vez en 1990 y ahora reeditado y ampliado, con prólogo de Alejandro Víctor García. Ramos Espejo siguió durante años el rastro de Juliana Pelegrina hasta que consiguió completar la historia de la mujer, víctima de una sociedad rural y pobre en la que las criadas estaban sometidas a los caprichos sexuales de sus señores. Y más sin eran ricos ingleses.
"Toda la historia surgió a raíz de Isabel Pelegrina, la hermana de Juliana, que me contó su historia y me impactó mucho", dice el periodista. "Me impactó luego mucho más cuando leí las memorias de Brenan en los que cuenta fríamente la historia", añade.
El escritor se marchó a Inglaterra con la niña y se casó por interés con Gamell Woosley, una mujer enfermiza que estaba enamorada de otro. Regresarían en varias ocasiones a España, pero nunca permitió que Juliana viera a su hija.
Años después, la mujer se trasladaría a Granada y se fijaría en todas las niñas inglesas que llegaban a la ciudad, obsesionada por encontrar a Miranda Helen. "La niña había nacido con una marca peculiar", relata Ramos Espejo. "Tenía dos dedos de los pies unidos. Juliana, que fue quedándose ciega con el tiempo, iba buscando por todas las zapaterías para ver si encontraba a una niña inglesa con dos dedos de los pies unidos. Una especie de La cenicienta".
El director Fernando Colomo hizo la película Al sur de Granada basándose en los recuerdos de Brenan y tratando aquella historia como una comedia. "Pero para aquella mujer fue una tragedia. Fue entonces cuando me reafirmé en la idea de sacar una segunda edición del libro ampliada. No me explico cómo las feministas no pusieron el grito en el cielo ante esa historia. De hecho, algunos familiares me contaron que Juliana se refería a la primera noche con Brenan como una violación", señala el periodista.
En aquellos años, y para una muchacha con la cultura de Juliana, era habitual sentirse como una posesión más de los terratenientes y los señoritos y no oponer resistencia alguna a los ataques sexuales de los grandes propietarios, a quienes debían una suerte de obediencia ciega. Más que de Brenan, Juliana fue una víctima de su tiempo, de un momento histórico en el que no había una conciencia exacta sobre el valor de la propia vida y el propio cuerpo.
Ciega en Granada reconstruye el mundo rural de Yegen en los años 30, la relación, muy buena y bondadosa, del escritor con todos los habitantes del pueblo, que aún lo recuerdan. Nunca se portó mal con Juliana tampoco. Curiosamente, tanto Juliana como Miranda Helen, su hija, morirían en el mismo año, 1979. El libro es un homenaje a una mujer víctima de la servidumbre de su tiempo.
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