Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
Si el ámbito del pensamiento nunca ha estado exento de paradojas, éstas parecen hacerse más agudas e imprevisibles en el presente siglo. Mientras la filosofía queda relegada al ostracismo en los planes de estudio de Secundaria y Bachillerato para mayor gloria de los tecnócratas que idearon la Lomce, los espacios de debate pierden presencia e influencia en los medios de comunicación y la vida pública (o pretenden hacerse pasar por filosóficos cuando en realidad son otra cosa) y las críticas que emanan del modelo socialdemócrata rara vez trascienden el contexto partidista, la materia vive un auténtico esplendor editorial, de difícil parangón en la España del último siglo. A las reediciones de clásicos, sometidos a un trabajo crítico e interpretativo cada vez más exigente, y en formatos altamente competitivos en cuanto a atractivo y legibilidad (lejos quedan los viejos mamotretos académicos a prueba de criterios estéticos), se unen los lanzamientos de filósofos contemporáneos con una ambición en cuanto a número de lectores que hace tiempo dejó de ser discreta, por no hablar de las muchas colecciones para neófitos, textos divulgativos y hasta adaptaciones de títulos emblemáticos en formato cómic. Si en las últimas décadas se dieron precedentes rayanos en fenómenos como la autoayuda (basta citar Más Platón y menos Prozac, de Lou Marinoff, todo un best-seller que sirve más bien como manual de asesoramiento filosófico, una disciplina de larga tradición en países como Francia y EEUU que en España se encuentra aún en pañales), el lector parece haberse puesto ahora del lado de la filosofía de manera más directa, dispuesto a acudir a las fuentes de primera mano o, al menos, con intermediarios de mayor confianza. Podrían ponerse sobre la mesa varios argumentos para discernir esta paradoja, pero existe una idea esencial: en tiempos de inestabilidad y cambio, cuando no está muy claro qué espera a las sociedades a la vuelta de la esquina, y con estructuras muy sensibles modificadas para garantizar la continuidad del sistema socieconómico en términos a su vez permanentemente descalificados, la figura del lector se confunde con la del ciudadano y quien acude a un libro lo hace buscando respuestas. Del mismo modo, ensayos de otras disciplinas próximas como la economía (el ejemplo de Thomas Piketty es proverbial) ocupan actualmente en las librerías estantes que hace sólo unos años quedaban reservados a los ases de la novela. Ocurre, sin embargo, y como es bien sabido, que la filosofía no da respuestas, sino que hace preguntas. El procedimiento, sin embargo, viene funcionando desde hace algunos miles de años y, aunque con altibajos, el balance puede darse por satisfactorio: es en la formulación de preguntas donde el lector/ ciudadano encuentra el propio combustible intelectual para sostenerse en un ambiente cada vez más adverso. De cualquier forma, que sean cada vez más los lectores que demandan filosofía, y que las editoriales respondan en consecuencia, demuestra que una política educativa empeñada en restringir el pensamiento está condenada al fracaso. Y si es cierto que Peter Sloterdijk nunca saldrá tan rentable como Stephen King, también lo es que el best-seller ha sufrido en los últimos años su propia involución capitalista: las ventas millonarias quedan distribuidas cada vez en menos títulos, y ya no resulta demasiado extraño que los filósofos de la caverna puedan hablar de tú a novelistas mucho más promocionados en lo que a hacer caja se refiere. Dado que la múltiple oferta editorial responde a la urgente necesidad de lectura filosófica, no está de más apuntar ciertas recomendaciones.
Para empezar, por una cuestión de cercanía, magisterio, oportunidad e influencia, conviene subrayar el reciente lanzamiento a cargo de Galaxia Gutenberg del nuevo tomo de las Obras completas de María Zambrano, el que corresponde a la primera entrega, con una detallada y completa revisión editorial de Jesús Moreno. Destaca en su índice el primer libro que publicó la pensadora veleña, Horizontes del liberalismo (1930), en el que Zambrano lanzaba un órdago respecto a cuestiones más que candentes en este 2015: la posición del individuo entre las ideologías económicas, la desconfianza hacia los credos revolucionarios ("Una política de esencia revolucionaria no significa necesariamente una revolución") y el lamento por el devenir de una doctrina liberal que, en virtud de la interpretación más voraz del capitalismo, se aferró al individualismo más extremo hasta borrar todo rasgo de fe en el nosotros. Contiene el volumen asimismo otros tres títulos fundamentales: Los intelectuales en el drama de España (1937), Pensamiento y poesía en la vida española (1939) y Filosofía y poesía (1939), en el que Zambrano define y estructura su propio sistema filosófico: la razón poética, un procedimiento con el que la pensadora plantea una seria superación de Ortega en su determinación integral y que ejerció una enorme influencia durante el siglo XX. En estos libros, primerizos pero de una autoridad ya más que solvente, armados a la sombra de la Guerra Civil y el exilio que habría de sobrevenir poco después, María Zambrano pregona su advertencia esencial: la consagración del racionalismo como marco único para el pensamiento y la praxis sólo puede conducir al desastre. El estallido de la Segunda Guerra Mundial en el mismo 1939 y los horrores que Europa contó hasta su fin le dieron la razón con demasiada celeridad.
Una de las editoriales que en los últimos años ha mostrado mayor interés en alimentar su catálogo filosófico es Errata Naturae, tanto con títulos recientes como con cuidadas reediciones y traducciones de clásicos muy diversos (su atención a Henry David Thoreau ha sido especialmente celebrada). De entre sus últimos lanzamientos merece ser destacado La inmensa soledad del francés Frédéric Pajak (1955), un autor que combina sin tapujos la filosofía, la novela y el cómic y que en este libro sienta en la misma mesa a Friedrich Nietzsche y Cesare Pavese (con Turín como mar de fondo) para bordar una aproximación libre y poética a sus vidas, sus ideas, sus épocas, sus confluencias y sus desencuentros. El mismo sello rescató recientemente el Manual para la vida feliz del griego Epicteto, referencia clave de la escuela estoica, en un volumen completado con un ensayo de Pierre Hardot . El libro merece una lectura completada con una anterior propuesta de Errata Naturae, publicada hace dos años, a la que merece la pena volver por su carácter fundacional: Filosofía para la felicidad, de Epicuro, con la hermosa traducción de Carlos García Gual y Javier Palacios Tauste. Claro, que si de clásicos se trata, Alianza nunca falla con su colección de filosofía en su apartado de libros de bolsillo: este mismo mes han vuelto a las librerías los Pensamientos de Pascal con la traducción de Xavier Zubiri, y muy poco antes lo hicieron In vino veritas de Kierkegaard, Los judíos de Jesús Mosterín, la Política de Aristóteles, Investigación sobre el conocimiento humano de David Hume y el Tratado teológico-político de Spinoza, sólo por citar unos cuantos. Las bases de la civilización occidental siguen por lo tanto accesibles y a buen precio.
De vuelta a la filosofía contemporánea, una de las últimas entregas que mayor impacto ha cosechado en España en los últimos años es la Tetralogía de la ejemplaridad de Javier Gomá (1965), puesta en circulación por la editorial Taurus con cuatro obras del pensador bilbaíno, de lectura independiente pero con evidentes conexiones: Imitación y experiencia, Aquiles en el gineceo, Ejemplaridad pública y Necesario pero imposible. La recuperación y agrupación de los mismos responde a la cada vez más vehemente exigencia social de ejemplaridad por parte de los representantes públicos (una exigencia que permite a Gomá argumentar que, si bien la ejemplaridad puede sufrir una crisis en el presente en cuanto a la praxis, su ideal se mantiene bien álgido) en un contexto marcado a fuego por la corrupción. En el último catálogo de la editorial Sexto Piso destaca El alma de las marionetas, del filósofo británico John Gray (1948), una aproximación a la libertad del ser humano a través de la obra literaria de Stanislaw Lem, Jorge Luis Borges y otros escritores. Altamente recomendable es la lectura de Mis chistes, mi filosofía, un volumen del esloveno Slavoj Zizek (1949) publicado por Anagrama el pasado marzo que propone una lectura irónica e irreverente, aunque no por ello menos comprometida, de algunas de las causas del dolor de cabeza de nuestro tiempo, a cargo del considerado "filósofo más peligroso de Occidente". Una opción siempre recurrente es la del gran apóstol del ateísmo, el francés Michel Onfray (1959), del que circula en las librerías un abundante catálogo con perlas recientes como su Antimanual de filosofía (Edaf, 2013) y Nietzsche, el cómic hagiográfico facturado junto a Maximilien Le Roy y publicado en España por la ya citada editorial Sexto Piso en 2012. Si surge el ánimo de equilibrar, se puede acudir a los Escritos libertarios de Albert Camus que divulgó en España Tusquets el año pasado. Aunque para los lectores de filosofía siempre quedará Fernando Savater (1947): su última obra al respecto, ¡No te prives! Defensa de la ciudadanía, publicada por Ariel también el año pasado, resulta más que pertinente.
Entre todas estas orillas abundan las colecciones divulgativas, como Filosofía para profanos, la deliciosa serie de libritos que firman a cuatro manos la pensadora Maite Larrauri y el dibujante Max y que publica Tàndem. Por no hablar de las adaptaciones al manga de títulos como Así habló Zaratustra y El capital que publica Herder. Hay para todos. Mejor darse el gusto.
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