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2ª de abono de la Feria de la Salud
Ganadería: Toros de Álvaro Núñez, que debuta en la plaza (el 4º sale aplaudido en el arrastre). Toreros: Talavante (catafalco y oro), silencio y palmas. Roca Rey (tabaco y oro), estoconazo (oreja) y estoconazo (dos orejas). Javier Moreno 'Lagartijo' (blanco y plata), estocada algo desprendida (dos orejas) y cuatro pinchazos y estocada (palmas de despedida). Incidencias: Plaza de toros Coso de Los Califas. Segunda tarde de abono de la Feria de Nuestra Señora de la Salud. Media entrada. Toma la alternativa como matador de toros Javier Moreno 'Lagartijo' con Alejandro Talavante como padrino y Andrés Roca Rey como testigo. Debut de la ganadería de Álvaro Núñez en Córdoba. Puerta grande para Roca Rey y Lagartijo.
Sucede en los toros, como en el fútbol, que a veces el que torea mejor no es el que resulta triunfador. La suerte de matar, como los goles, determina la gloria. Perdonen esta dosis de guardiolismo taurino, pero empezar la crónica destacando a Talavante resulta inevitable en un estado de embriaguez por su toreo. Junto al quinto de Morante el viernes, lo mejor de la feria.
El extremeño no consiguió trofeos, pero fue el mejor de la tarde por la estampa de belleza que dibujó al cuarto de Álvaro Núñez, Encendido, que se marchó aplaudido en el arrastre de las mulillas. Falló con los aceros en sus dos toros, y se marchó andando por su propio pie por el patio de cuadrillas. Roca Rey (tres orejas) y Javier Moreno Lagartijo (dos) sí consiguieron salir a hombros abriendo por segundo día consecutivo -algo anómalo- la puerta grande de Los Califas en la tarde que el novillero cordobés se convirtió en matador de toros.
Ni el peruano, absoluto emperador de la fiesta. Ni la elegancia de Talavante. Ni la toma de alternativa de Lagartijo en su tierra, atractivo para algunos y metida con calzador en el cartel para los más haters, consiguió superar la media entrada de pago, descontando el tendido 2 de la propiedad.
Campanito abrió el camino de la gloria de un Lagartijo al que se le notaba nervioso en el recibimiento al primer toro. Ese runrún en los tendidos de la afición cordobesa con el único torero local de la feria hay que aguantarlo. El tercio de varas fue una anarquía y el público abucheó la primera entrada al caballo. En Córdoba, cuando el picador pone la pica en el toro cunde el pánico. Empezó de rodillas, algo accidentado, intentando llevarse al animal a los medios. Lagartijo cuajó dos tandas de éxito consecutivas y se armó de valor para dominar al toro con más valentía que técnica. El lagarto se despojó de sus miedos y disfrutó la faena, encarando al toro, oliendo pelo. Había que matar y mató, algo desprendida. Dos orejas, puerta grande y sueño cumplido en apenas la primera hora de festejo.
En el sexto, templó la euforia viendo el poco juego del animal y que el trabajo estaba hecho. Desde la grada se pidió algo más de riesgo, de arrimarse, y con la espada erró con cuatro pinchazos y un aviso antes de la estocada final.
Talavante reapareció en Córdoba tras años de ausencia e impregnó a Los Califas con su estética, su ortodoxia, su cintura, su muñeca..., rematando con una tanda de manoletinas en el quinto. Pagó caro su infortunio con la espada y se despidió con el reconocimiento del público, que llegó a pedir tímidamente hasta una oreja. En el segundo quiso rascar. El toro metía bien la cara, pero iba cortito de fuerzas, por lo que se desempeñó con muletazos de gran calibre, de uno en uno.
Roca Rey llegó a Córdoba después de reventar Las Ventas en Madrid. El peruano es el amo de esto, como en su día lo fue Manolete, y dejó un quite variado en el segundo que puso la plaza boca abajo. En el tercero, el primero de su lote, solo le bastaron dos tandas a pies juntos para encender los tendidos. No fue fácil lidiar con el toro, con mucha fuerza y peligroso en la embestida, pero Roca Rey entró a competir, a jugarse la vida. Lo desarmó en una ocasión y se mantuvo firme, dejando a un lado su habitual plasticidad para superar al toro. Estoconazo y oreja de mérito.
En el quinto, se superó, le montó un lió al toro y desató el éxtasis con un desplante definitivo. Mató de nuevo con superioridad y se ganó la oreja. La insistencia del público y el consentimiento del presidente le dieron la segunda.
Dos apuntes: La pasividad en el tercio de varas, de toreros y cuadrillas, hacen presenciar continuos despropósitos (capotes en el suelo, y toros deambulando de un extremo a otro de la plaza). Segundo, la permisividad del público y la falta de exigencia para conceder los trofeos -se regaló una oreja a Roca Rey- desprestigian el mérito.
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