Románticos alemanes: el mundo como libertad
El granadino Juan Andrés García Román coordina para Galaxia Gutenberg la antología poética 'Floreced mientras'
Córdoba/ Floreced mientras "viene a ilustrar el Romanticismo como lo que es, una revolución integral, y Alemania fue tal vez el lugar donde aquella revolución alcanzó toda su extensión". Juan Andrés García Román es el responsable de esta antología de poesía del Romanticismo alemán que acaba de publicar Galaxia Gutenberg en edición bilingüe y en la que están presentes August Wilhelm Schlegel, Ernst Moritz Arndt, Friedrich Hölderlin, Friedrich Schlegel, Novalis, Ludwig Tieck, Clemens Brentano y Heinrich Heine, entre otros.
Un desarrollo revolucionario que "más que un rasgo es un antirrasgo", considera el antólogo: "Creo que el libro trata de esa imposibilidad de definición, de la necesidad de admitir que estilísticamente hubo muchos romanticismos, precisamente porque el punto de partida es iconoclasta. El Romanticismo está ideado por filósofos más que por poetas (eso sí, aquellos filósofos eran muy poetas), su naturaleza inicial es teórica, es proteica, es de hecho, y esto puede chocar a algunos, algo ecléctica. La paleta retórica romántica, la que nos lo vuelve reconocible, con bosques, noches, luna, castillos, amor y terror, es una invención que tiene lugar al cabo de un proceso largo, de una etapa de laboratorio. Pero esa etapa es justamente lo más suyo y lo más propio del Romanticismo. Alemania estaba en construcción, mucho más que otros estados más consolidados como Francia e Inglaterra. En Alemania los filósofos tenían más espacio y más deberes que hacer. Quizás la respuesta tenga que ver con eso. Desde luego es una cuestión más de historia o sociología que de supremacía; en ningún momento quisiera decir que el Romanticismo alemán es superior a ningún otro".
El criterio fundamental que acuñó el granadino a la hora de emprender este trabajo "era uno muy sencillo, y obligado: dar a conocer". Esta antología "podrá ser defectuosa quizás, pero desde luego sí es oportuna". García Román partía de una precariedad de antecedentes: "Es curioso que apenas se hubiera realizado en España una muestra que pretendiese ser representativa de la poesía romántica alemana, como por ejemplo sí se había hecho con la inglesa y, desde luego, con la francesa. Esa cierta precariedad de partida imprimía una responsabilidad a la selección; no podía dejar nada atrás ni podía resultar tendenciosa o radical, pues entonces habría vuelto a condenar al olvido alguna de las tendencias. A título personal, habría deseado más rareza, pero entonces el resultado no hubiera sido cabal. En cambio, sí era necesaria una cierta radicalidad en cuanto a la franja temporal inicial: me vi obligado a prescindir del Romanticismo (clásico) de los Goethe o Schiller; ellos sí estaban dignamente representados y traducidos en nuestro idioma, y su inclusión habría desplazado a otros poetas en cierta medida menores pero de enorme interés".
En el Romanticismo alemán, entre la poesía y la filosofía se establece una relación "de casi total equivalencia". García Román apunta la existencia de dos dilemas: "Por una parte, se da un dilema filosófico: no hay ningún punto en el que el lenguaje y la realidad verdaderamente coincidan, la realidad (y eso no ha dejado de ser una tragedia humana) es inefable, es inasible, es irreductible, y eso que Kant, con el edificio teórico más deslumbrante que la humanidad haya conocido, estuvo a punto de lograr ese contacto. Pero no, por más que esto nos siga chocando, el lenguaje no puede testimoniar en última instancia que las cosas existan. Yo no puedo afirmar que este periódico sea real. El otro dilema, y viene a su encuentro, es social o político. Para trasformar la realidad hace falta eso mismo, asirla con las manos, o… con el pensamiento. Por eso el salto se va a producir desde el terreno ético (o práctico, no teórico) y del modo más hermoso: el mundo no será en adelante una especie de roca inmóvil sino un producto de la libertad. En un ejercicio maravilloso, y místico, el hombre se adelantaría a la materia y sería cocreador de la naturaleza, asimilaría sus leyes al tiempo que las descubre, al tiempo que las produce. Pues bien, la poesía es esa herramienta que descubre/crea la realidad, es una especie de enciclopedia donde las definiciones están, por así decir, en marcha, son la imaginación, se mueven como si fueran, más que un diccionario, una fábula. Así pues, la poesía tradicionalmente entendida, la hecha de versos y estrofas, es decepcionante. Y yo creo que así es como lo percibieron los románticos y que por eso dieron prioridad a la teoría, que era puro magma, y a la música: las canciones sin palabras de Mendelssohn, para quien la música es más precisa que el lenguaje".
Inicialmente se da "un Romanticismo teórico" que "es el más salvaje y el más bello" y se despliega "en torno a la ciudad de Jena, en las postrimerías, nada menos, del siglo XVIII y el inicio, muy inicio, del XIX". Es, añade el antólogo, "el Romanticismo teórico, el de los fragmentos, que son en efecto fragmento de una enciclopedia futura. Es también la época de una lírica casi neobarroca, puro juego intrépido de palabras; se celebra la libertad de un modo casi hasta fatuo, pero, eso sí, en sonetos y glosas, porque lo romance ya ha sido descubierto. En esa etapa se convive (de hecho plenamente, pues Goethe y Schiller están en plena actividad) con la reivindicación de la Antigüedad clásica, pero ya un tal Novalis, buen hacedor de fragmentos también, va a lograr una perfecta aleación entre lo teórico-científico y lo lírico en sus Himnos a la Noche. No obstante, es curioso esto, no deja de ser una isla". Y es que "la indefinición abunda". También se dará "una lírica inserta en las novelas, como dando vuelo a escenas, al modo de un aria". Y "el gran descubrimiento vendrá después, de la mano de Clemens Brentano y Achim von Arnim, hacedores de la recopilación de canciones populares Des Knaben Wunderhorn, algo así como El cuerno mágico del muchacho. Brentano y Arnim, sí, pero es obra de todos ellos. Proyectaron en un pasado popular medieval inventado (apenas se distingue lo recopilado de lo creado) el futuro armónico que deseaban. En el espejo de un pasado ficticio e idealizado hicieron reflejarse al pueblo, a su país tal y como ellos lo deseaban: espiritualizado, y es que esa espiritualización era una libertad más verdadera y duradera que los ecos de sangre que llegaban de París. Lo popular es, por tanto, y con ese juego constante de equivalencias paradójicas que tanto gusta a los románticos, una utopía".
Respecto a los grandes hitos de esta poesía, en Floreced mientras "la cima consiste en que esa cima pase en cierto modo desapercibida, que sea más notable la abundancia de poetas dignos, esa cierta democratización de la poesía, que la existencia de cimas poéticas concretas". El Romanticismo "es, al cabo, obra de todos, ya que no está compuesto de libros individuales; el arte poético romántico es un arte de almanaques, de florilegios. En este sentido, una antología le hace honor". "El milagro romántico consiste", indica el escritor, "en que, una vez crearon la poética medievalizante y romance, la convirtieron en algo intemporal y la dejaron en manos del pueblo. Los románticos fueron algo así como unos grandes monarcas ilustrados, pero verdaderamente ilustrados y demócratas, porque de verdad todo lo que hicieron, desde sus alturas intelectuales, lo hicieron por y para el pueblo, por y para el bien de la humanidad. Naturalmente que hay entre ellos poetas prodigiosos, obras geniales y, luego, poemas medianos y teóricos y filósofos que tienen mucho menos de poeta, pero ya el lector lo descubrirá". La intención del antólogo ha sido "dibujar el conjunto".
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