Tremendismo en las encías
La novela española más traducida después de 'El Quijote', 'La familia de Pascual Duarte', cumple 70 años una década después de la muerte de su autor, Camilo José Cela · En 1975 fue adaptada al cine
La anécdota es bien conocida. Cuando Camilo José Cela (Iria Flavia, A Coruña, 1916) comenzó a distribuir el manuscrito de su primera novela, La familia de Pascual Duarte, escrita a los 26 años, con la intención de verla publicada, uno de los editores a los que le ofreció la obra le respondió de esta guisa: "Le va a ser difícil publicarla, pero usted es joven y puede cambiar de oficio". El vaticinio iba en la dirección correcta, pero sólo parcialmente: el texto fue rechazado por numerosos sellos que vieron en la crudeza de sus páginas un verdadero pasto para la censura, aunque finalmente, en 1942, y no sin dificultades, la modesta editorial Aldecoa decidió hacerse cargo de la novela. En este 2012, precisamente diez años después de la muerte de Cela, se cumplen así 70 años de la aparición de una obra que partió en dos la historia de la literatura española y que creó un marco crítico y artístico cuya influencia se mantiene poderosamente vigente, muy a pesar de la imagen, escasamente amable, que el mismo autor se empeñó en prodigar a partir de los años 50 y de toda la marimorena aún armada en torno a su legado patrimonial y familiar.
La advertencia de aquel editor cenizo mostró sus ases más dolorosos con la novela ya publicada. En 1943, la segunda edición fue retirada de la circulación por orden expresa de la censura, organismo en el que, paradójicamente, el mismo Cela había logrado ingresar aquel mismo año tras el desempeño de diversos oficios (entre ellos los de pintor, torero y actor) para la observancia rigurosa de revistas religiosas y farmacéuticas. La publicación de sus dos siguientes novelas, Pabellón de reposo (en la que narraba el largo tratamiento de la tuberculosis que sufrió en su juventud) y Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes se vieron afectadas en su puesta de largo por el mismo rigor piadoso, así que cuando la censura volvió a impedir la publicación de La colmena ya en 1951 a causa de sus jugosos pasajes eróticos, Cela optó finalmente por publicarla en Buenos Aires. La mediación de Manuel Fraga resultó decisiva para la distribución de la obra en España al año siguiente. Sin embargo, mientras el escritor cometía mil y una filigranas para ver su obra impresa en su país, la semilla plantada con La familia de Pascual Duarte iba haciendo su trabajo dentro y fuera de España. No muchos años después se convertiría en la novela española más traducida después de El Quijote. En 1975, la adaptación cinematográfica de Ricardo Franco arrojó el espíritu sucio y desolador de la novela al mismo corazón de la Transición, tras la que su lectura sería obligatoria en centros educativos. Este misterio superaría siempre a su autor, a pesar de un Premio Nobel que en primer término iba dirigido a María Zambrano (a la que conoció en el Madrid de las tertulias previo a la Guerra Civil, junto a Pedro Salinas y Menéndez Pidal), de su polémica con el Cervantes, de su pleitesía a la vanguardia con Cristo versus Arizona y de toda su arrogancia y fanfarronería. Un novelista de la categoría de Juan Marsé afirmó que Cela dejó de interesarle a partir de 1950. Y tal vez no le faltaba razón. Pero lo alumbrado hasta entonces resultó ser mucho, fértil e irrepetible.
La familia de Pascual Duarte inauguró lo que algunos filólogos tal vez demasiado confusos llamaron tremendismo, una vertiente descarnada y fiera del realismo a la que también quedó adscrito Miguel Delibes. La novela apareció el mismo año que otro título fundacional, El extranjero de Albert Camus, se publicaba por primera vez en Francia, lo que resulta significativo dado el alcance de que gozaron ambas obras y la implacable medida que brindaban al ser humano. Pero existía una diferencia fundamental: si el reo de Camus no encuentra respuesta alguna a sus cuestiones y se erige en portavoz de sí mismo, el de Cela es un pobre diablo lleno de odio y ajeno al problema de la libertad, al que se le brinda la salvación religiosa como único medio para el sosiego de su soledad. La familia de Pascual Duarte, de cualquier forma, sentó no pocos precedentes: acentuó de manera radical la tradición realista española hasta hacerla pedazos, arrancó de cuajo cualquier posible asomo de realismo mágico en España a imagen de los grandes autores latinoamericanos y obligó a los escritores a ser, como Blas de Otero, fieramente humanos. Aún el mero asomo a este golpe severo se sube como la sangre a las encías. Es posible que tanto la literatura española como sus vástagos paguen aún un precio muy alto. Pero el tesoro ganado a cambio es feroz.
No hay comentarios