Valses y zarzuelas

La Orquesta de Córdoba dirigida por Hernández Silva, el pasado sábado durante su Concierto de Año Nuevo.
Antonio Torralba

03 de enero 2011 - 05:00

Orquesta de Córdoba. Dirección: Manuel Hernández Silva. Voz: Coro de Ópera Cajasur. Solista: Vicente Coves (guitarra). Programa: Preludio de 'La verbena de la Paloma', de Tomás Bretón; Interludio de 'La leyenda del beso', de Reveriano Soutullo y Juan Vert; Preludio de 'El tambor de granaderos', de Ruperto Chapí; 'Concierto de Aranjuez', de Joaquín Rodrigo; 'Poeta y campesino', de Franz von Suppé; 'Chotis de La chulapona', de Federico Moreno Torroba; 'Éljen a Magyar!', 'Voces de primavera' y 'El bello Danubio azul', de Johann Strauss II; Coro de románticos de 'Doña Francisquita', de Amadeo Vives; Coro de los gitanos de 'Il Trovatore', de Giuseppe Verdi. Fecha: sábado 1 de enero. Lugar: Gran Teatro. Lleno.

Festivo y glamuroso concierto el primero del año 2011. La Orquesta de Córdoba optó por la ecléctica variedad que supone alternar obras famosas austriacas y españolas y mezclar piezas de enjundia diversa; y contó para ello con la colaboración del excelente guitarrista jienense Vicente Coves y del Coro de Ópera Cajasur.

Se corría el riesgo de producir un efecto parecido al de las comidas de fiesta de estos días: cosas muy sabrosas, muy de siempre, con caché…, aunque algo pesadas de digerir todas juntas. Pero no ocurrió, ya que el público, en mayor grado que apuestas más innovadoras y arriesgadas de otros años, pareció valorar esta elección aplaudiendo con igual entusiasmo el plato fuerte que constituía la obra de Joaquín Rodrigo (magníficamente interpretada sin amplificación por el solista) y los entrantes chispeantes de zarzuela. También celebró calurosamente el largo surtido de postres en que consistió la segunda parte, en la que el coro tuvo momentos brillantes que alternaron con otros en los que hubiera sido deseable mayor coordinación con la Orquesta y algo más de potencia.

Para terminar, tras la cariñosa felicitación del Año Nuevo por parte de los músicos (y la de un espontáneo al director en su onomástica: ¡Felicidades, don Manuel!), dos propinas: Va pensiero de Verdi y esa marcha de Johann Strauss padre con que, aplaudiendo los espectadores al compás, suelen acabar los conciertos de Año Nuevo.

A pesar de ser una pieza que el público tiene en repertorio desde hace décadas y de que Hernández Silva nos dirigió muy bien, hubo algunos fallos por parte del respetable que habrá que corregir en años sucesivos. Muerto Berlanga, alguien tiene que velar por el Imperio Austrohúngaro.

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