Editorial
León XIV, un Papa para construir puentes
literatura | investigaciones sobre el nobel moguereño
Huelva/"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro".
Basta con leer las cinco primeras palabras para que salte un resorte mental y se acabe el párrafo completo sin necesidad de que la vista siga recorriendo el papel. Ese arranque de Platero y yo en la memoria colectiva es consecuencia directa de la educación española de los últimos 90 años. El centenario que ahora se cumple de su publicación íntegra casi lo es también de su aplicación como instrumento didáctico en las escuelas del país, en las que irrumpió tras atribuírsele un carácter infantil que aún perdura como estigma que no hace justicia a la dimensión real de la obra.
A Juan Ramón Jiménez no le gustó esa asociación que se le dio pronto a su Elejía andaluza. Rehuyó del sesgo que se propagó en las ediciones que tomaron como base la primera parte, infantiles primero y claramente enfocadas a los escolares después. Aunque su admirado Giner de los Ríos fue un entusiasta de la obra, más por su condición de libro adulto que regalar a sus amistades.
El rechazo a los académicos que sentía el moguereño ya lo había plasmado, de forma muy crítica y ácida, en uno de los capítulos de Platero y yo, el 55, Asnografía, que ahora ha sido recuperado como título también de la exposición que se ha exhibido en la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón Jiménez de Moguer. Los profesores de la Universidad de Huelva Juan Carlos González Faraco, Juan Ramón Jiménez Vicioso y Heliodoro Pérez Moreno han centrado su trabajo de los últimos años en "descubrir las huellas" del poeta en la cultura escolar española de los últimos cien años.
No todo es Platero, pero sí una parte muy importante. Porque a ese libro, Juan Ramón se lo debe todo. Fue el que le dio fama, más de la que podía desprenderse de su poesía, pese a su indiscutible influencia. Pero el libro en español que más veces se ha editado y traducido en todo el mundo, sólo superado por El Quijote, es su gran obra en prosa, en gran medida por su utilización como material didáctico en las escuelas de España, pero también de América, especialmente en Argentina y en México, e incluso, en Europa, en Italia.
"El encasillamiento de Platero y yo le ha desnaturalizado literariamente", asegura el profesor Juan Carlos González Faraco. "Le ha perjudicado al propio libro y a la obra general de Juan Ramón Jiménez, porque apaga una obra poética colosal".
La consideración de libro infantil, propagada en las escuelas, ha contribuido, paradójicamente, según el investigador almonteño, que sea realmente "uno de los libros peor leídos y poco leídos, como El Quijote".
En ello mucho ha tenido que ver lo que Faraco considera "un error grave de pedagogía" por el uso "muy instrumental" de una obra literaria. "No se debe usar un texto como pretexto", en ejercicios de ortografía o gramática, asegura, provocando una pérdida de "su uso creativo, literario, sin experimentar el gozo que de por sí debe producir un encuentro literario con un clásico, perdiendo la sensibilidad, clave para la lectura".
Durante años, Platero y yo fue una lectura obligada para los escolares en España. Se explica así también el rechazo que provoca entre los adultos actuales. Como con el propio Quijote y otros clásicos. Pero también por su lectura parcial, sesgada en la mayoría de los casos, por una traslación incorrecta a los libros de texto.
Pone de ejemplo el profesor de Historia de la Educación uno de los poemas del Nobel, Lo que Vos queráis, Señor, incluido en algunos manuales con clara orientación religiosa, "cuando él no era apostólico y romano ni de lejos". "Incluso se le colocaba junto a una oda al generalísimo Franco, por lo que se hubiera subido por las paredes de saberlo, ya que era abiertamente repúblicano y antifranquista, aunque muchos le tacharan de señorito andaluz".
De esa imagen distorsionada que ha llegado de Juan Ramón hasta la actualidad también ha tenido mucho que ver su tratamiento en los libros de texto. La primera referencia que hay suya data de 1927, "tres o cuatro líneas en la Historia de la literatura Universal, de Rufino Blanco". "Pero hay que tener en cuenta que hasta los años 20 apenas se actualizaban los libros de texto y hasta la República, además, las referencias literarias eran autores del siglo XIX".
La presencia del poeta moguereño en los manuales educativos a lo largo de los años es desigual y muy variable. Sus apariciones comienzan a finales de los años 20, aumentan ligeramente en los 30 y descienden en los 40 y 50, "hasta mediados de esa década, tras la concesión del Nobel", y se incrementan ya especialmente tras la dictadura, en los 70 y 80.
Pero las referencias no fueron constantes, advierte Juan Carlos González Faraco: "Unas que se introducían en los años 30, desaparecían en ediciones posteriores de los 40, como en los manuales de vinculación más religiosa. Machado y Juan Ramón nunca llegan a desaparecer de los libros de texto pero su presencia desciende notablemente". Aunque también manuales de referencia, como Enciclopedia Álvarez, ninguneó al autor de Platero y yo, "sin incluir nunca referencias suyas".
Los tres investigadores han consultado más de 3.000 manuales de los últimos cien años, exclusivamente de lectura, de Lengua y de Literatura, puntualizan, en un rango amplio, de Primaria al extinto COU y también algunos de libros de FP, donde han encontrado referencias en más de 300. Los resultados de este trabajo se han podido ver en la exposición en la Casa Museo del Nobel. Una invitación a releerle, sobre todo Platero y yo, ahora con la perspectiva adulta.
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