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Continúo allí donde se quedó inconcluso el repaso por el contenido de este Killer resurrecto, esto es, en el comentario a la historieta El caso del pintamonas. Su perpetrador, El Juan Pérez, gusta habitualmente de la abstracción, y su mundo creativo es de una irrealidad de apariencia simple pero cargada de elegancia e ironía. Aquí, sin embargo, hay un manido argumento y una irregular atmósfera estética que no permiten el disfrute completo de este tierno y genial maestro del absurdo.
Zonum, otro de los malotes de la película, nos regala la ferial contraportada y La furia del Dragón Rojo, un lisérgico tour de force de 25 páginas dedicado, nada más y nada menos, que a Steranko, Frank Miller y John Carpenter. El estilo de Zonum, puntillista y fanzinero donde los haya, bebe del tebeo de superhéroes y de la escuela Bruguera, y no conoce la contención, hasta el punto de resultar extenuante y confuso, máxime cuando el guión no es sino una sucesión de alaridos narrativos al servicio del delirio gráfico, una colección de cargantes splash pages que, con todo, no ocultan un enorme talento que saldría beneficiado de cierto orden y previsión.
Harina de otro costal es Negro Vita. Las cuatro páginas de Raúlo, el otro vástago del clan de los Cáceres, son, con diferencia, lo mejor de este alegre retorno. Raúlo ofrece una historieta negra y perversa conforme a su acostumbrada poética, hermosamente ilustrada y dotada de un ritmo frenético. La composición de página y el acabado, aun tratándose de una pieza corta desempolvada del cajón de los descartes, nos habla de un autor visionario y profesional en el mejor sentido de la palabra. Asomarse al universo de Raúlo es asomarse a una truculenta -y muy a menudo gozosa- visión de la vida, en la que lo no hay sitio para el orden establecido y en donde el libertinaje pide a gritos ser considerado parte del denostado y maltratado patrimonio de la libertad. Guste más o menos -y a mí me encanta-, Raúlo es un dibujante acostumbrado a los grandes retos, fogueado en el mercado pornográfico y en el independiente norteamericano y denota estar dispuesto para logros mayores. Tiempo al tiempo.
No quisiera terminar mis comentarios sin confesar admiración por el colectivo que compone el Killer Toons, unos tipos dispuestos a dejarse la pasta propia por algo en lo que creen ciegamente y a los que el paso del tiempo ha encontrado con las mismas ganas de sana diversión y el empuje de unos auténticos chiquillos. Colaboraciones esporádicas de terceros aparte, en dicho colectivo cabe incluir -aunque sólo sea en calidad de socio honorífico- a Vicente Galadí, uno de los adalides del tebeo cordobés, valeroso editor de la meritoria Ariadna, metido altruistamente aquí, como en tantas otras ocasiones, en tareas de maquetación.
Killer Toons 2.0, con su ética de lo auténtico y su estética poliédrica y vocacional, retoma las cosas más o menos por donde se quedaron con el cierre de Killer Toons y no dudo que avanzarán por sí solas, correosa e inexorablemente, como un zombie desenterrado de su tumba. Ojito.
l crashcomics.blogspot.com
Varios autores. Ediciones Canallas. 80 páginas. 6 euros.
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