Cautivos de Rosalía

Noche Blanca del Flamenco de Córdoba

La cantante catalana presenta en la plaza de toros 'El mal querer', un disco magnético difícil de llevar al directo por su compleja sonoridad y con un setlist calcado al que pasea por los festivales

Rosalía, al inicio de la actuación de anoche en la plaza de toros. / Juan Ayala

Ha creado Rosalía una nueva mitologíamillennial con liturgia de uñas de gel, stories en Instagram, chándal, brilli brilli del chino, noches a la luz de la luna en el polígono y otras preocupaciones de usar y tirar. Su Mal querer será un disco perdurable por la producción compleja e innovadora, un trabajo seminal para el pop con una voz prodigiosa, letras intrigantes, fruslerías digitales y una mezcla de géneros que ha gustado a millones de personas en todo el mundo y que anoche cautivó a 10.000 seguidores en la plaza de toros con motivo del concierto ofrecido dentro de la programación de la Noche Blanca del Flamenco.

En la portada de su disco, Rosalía se nos aparece mesiánica, túnica y manto blanco, brazos extendidos, paisaje divino con nubes y paloma, enviada celestial dispuesta a adoctrinar sobre las artes del querer, la manicura sin límites y el baile a partes iguales. Y mucho de arrebato tuvo la ceremonia que guió segura como la estrella internacional que ya es, respondida por un griterío desenfrenado desde que las luces del escenario se encendieron, puntuales, a medianoche.

Tras un breve preámbulo musical, Rosalía aparece sobre una plataforma luminosa situada en el centro del escenario. Rodeada de un cuerpo de baile que la acompaña a la manera de un coro griego durante la mayor parte de la actuación, la catalana se contorsiona antes de entregar Pienso en tu mirá para delirio del público.

Body blanco, plataformas y perneras del mismo color, medio trasero al descubierto, uñas cubiertas de bisutería y purpurina hasta en el pinganillo. A su izquierda, un grupo de cuatro palmeros y coristas, dos hombres y dos mujeres de alma flamenca; a su derecha, Pablo Díaz-Reixa, su “hermano” El Guincho como lo presentó, único músico sobre las tablas y el corazón que bombea con sus cachivaches digitales la actuación. Cara y cruz. Anverso y reverso de una propuesta que tamiza la tradición flamenca con los lenguajes musicales urban.

Luego cayeron Como ali y una Barefoot in the Park difícil de seguir por el muro de graves y bajos del directo y la mala acústica de la plaza de toros. Tras De madrugá, una Catalina a capella ante la que el público pidió silencio. Un sonido de guitarra antigua rasgada anunció Que no salga la luna, una de las más aflamencadas de un setlist calcado al que pasea por los festivales de medio mundo y que se alargó durante una hora escasa con una sucesión de 18 canciones, incluida la habitual versión de Las Grecas de Te estoy amando locamente entonada por los acompañantes sobre una base electrónica.

"Córdoba, muchas gracias. Os he visto esta mañana cuando he llegado haciendo cola con el calor que hacía y con tanto amor. No puedo decir más que gracias, gracias, gracias. Espero que me sintáis", se entregó al auditorio. Luego contó: "Llevo años viniendo por Andalucía y esta música ha inspirado tanto tanto tanto mis canciones. Aquí están los artistas que más admiro". Con "esta música", se entendió, se refirió al flamenco que se escuchaba en los otros escenarios de la Noche Blanca.

En Bagdad, una de las cumbres de su corta discografía, Rosalía juega en el escenario a ser una statua velata de Giuseppe Sanmartino intrigante y cautivadora. Se cubre con un tejido rojo que quiere ser sangre, pero a duras penas golpea. El cuerpo de baile se lo quita y juguetea. Todo está milimétricamente coreografiado, ensayado, rostros tensos cuando la letra lo requiere, sonrisas en Rosalía y gesto de orgullo proyectados en directo por una cámara de televisión sobre varias pantallas gigantes. Agradecimientos pretendidamente emocionados. Suspiros medidos y apantojados. Una pizca de perreo ocasional entregado al like y a los smartphones. Aplausos. El arrebato de la música del siglo XXI es esto.

El cénit llega hacia el final, en el tramo más urban. A Brillo, incluida en el disco de J. Balvin, le siguen Lo presiento y Con altura, cantada a medias con El Guincho. En Aute cuture, su single actual, invita a hacerse las uñas y a mostrarlas con orgullo para frenesí de los allí presentes. Rosalía desaparece del escenario y regresa con un abrigo blanco que es respondido con más flashes. La furia del ventilador le menea los flecos y la coleta. Entonces suenan las primeras notas de Malamente y se desencadena la apoteosis. Una luz en el descansillo que parpadea. Un cristal roto. Y una noche rara que se extingue conforme se apagan los móviles.

A Madonna se le fue de presupuesto

Tótems de la cultura pop como Pedro Almodóvar o Madonna se han rendido a la propuesta de Rosalía. Y Madame X, de hecho, intentó que la catalana actuara en su última fiesta de cumpleaños en Marrakech, pero ha admitido que se le fue de presupuesto. El Ayuntamiento desveló hace unos días que ha pagado por la actuación 217.000 euros, lo que significa que cada minuto de la actuación de anoche, de una hora, rondó los 3.600 euros. Rosalía regaló un bis, una versión a capella de Volver, el tango de Carlos Gardel que suele ser habitual en sus actuaciones.

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