Una pareja en el espejo (del cine)

Volveréis | Crítica

Vito Sanz e Itsaso Arana en una imagen del filme de Jonás Trueba.
Vito Sanz e Itsaso Arana en una imagen del filme de Jonás Trueba. / Los Ilusos Films
Manuel J. Lombardo

30 de agosto 2024 - 07:00

La ficha

**** 'Volveréis'. Comedia romántica, España-Francia, 2024, 114 min. Dirección: Jonás Trueba. Guion: Jonás Trueba, Itsaso Arana, Vito Sanz. Fotografía: Santiago Racaj. Intérpretes: Itsaso Arana, Vito Sanz, Fernando Trueba, Andrés Gertrudix, Ana Risueño, Francesco Carril, Sigfrid Monleón.  

Ingmar Bergman, Søren Kirkegaard y Stanley Cavell tutelan juguetonamente desde las alturas del cine, la literatura y la filosofía este nuevo descenso terrenal y urbano a las cuitas sentimentales de la pareja con el que Jonás Trueba prosigue su camino en la construcción de una filmografía fluida, discreta y coherente que lo ha convertido, más en Francia que aquí mismo, en uno de nuestros directores de referencia para las nuevas generaciones cinéfilas.

Tres autores que ponen el marco teórico habitual, siempre generoso en guiños culturalistas, para una interesante inversión de los esquemas y ritmos clásicos de la comedia romántica que tiene aquí al happy ending como punto de partida y a la celebración de la separación de la pareja como horizonte para un nuevo desdoblamiento entre realidad naturalista y ficción autoconsciente con los que Trueba vuelve a poner a prueba esos vasos comunicantes que conectan vida y cine casi sin solución de continuidad.

Porque Volveréis no es tanto una comedia sobre el desgaste y el final del amor en clave ligera, pacífica, adulta y sensata, como lo suelen ser siempre sus personajes, como una celebración del propio cine en su proceso de acompañamiento y construcción del relato romántico que lo articula, un filme que se desdobla en el espejo de esa pareja, extraordinarios una vez más Itsaso Arana y Vito Sanz en su particular registro jonasiano, a saber, a mitad de camino entre el gesto clásico y cierta indolecia contemporánea, que repite una y otra vez a su entorno de amigos y familia, en un running gag memorable, que se van a separar y que, además, lo van a celebrar con una fiesta el último día de verano.

Como en La virgen de agosto, el Madrid más cálido y habitable y su temporada baja vuelven a ser de nuevo el trasfondo de un filme de pisos de renta baja, domingos de Rastro, padres entrañables (todo un descubrimiento este Fernando Trueba en batín, pésimo consejero sentimental, recomendador de libros y cocinero), amigos perplejos, rodajes en la calle, bares y restaurantes con gente de verdad y puentes sobre la autovía que comunican el trayecto solitario entre la melancolía y la moviola, entre el inevitable dolor de la separación y la repetición y la recapitulación que nos recuerdan siempre que estamos viendo una película.

La fórmula autoconsciente ya se revelaba al final de Tenéis que venir a verla, pero aquí se hace algo más compleja aunque igualmente visible en esa manera de acompañar la historia de sus propias acotaciones, desvíos y dudas. Y justo cuando el truco se nos hacía más explícito e incluso algo molesto, Trueba es capaz de intensificar el ritmo, acelerar el desenlace y tomar el vuelo de una emoción que hasta entonces se había escamoteado frontalmente. El final de esta Volveréis, al son de la canción que interpreta la banda granadina sobre un escenario improvisado y entre los rostros fundidos de los amigos y cómplices ilusos, se nos antoja el colofón más luminoso y brillante posible para una película sobre la que, sin duda, también volveremos.     

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