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Nacido en Jerez, Benito Navarrete no quiso ser pintor ni artista flamenco. Sólo ha pretendido, tras muchos años de aprendizaje, transmitir a los demás lo que sus ojos ven en un cuadro. Estudió Historia del Arte en Sevilla y a partir de ahí le empezó a interesar la pintura, especialmente la de Zurbarán. En la actualidad es profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Alcalá y asesor del Centro Velázquez de Sevilla. Vive entre Madrid y Andalucía aunque, para él, venir al Sur "es fundamental" para recargar pilas.
-¿Qué le hizo amar tanto el arte?
-El origen de mi pasión por la Historia del Arte está en el Instituto Coloma porque tuve la gran suerte de contar con la profesora María Dolores Rodríguez Doblas, que fue quien me dio esa asignatura, algo que fue decisivo en mi vida. Esto tiene que hacernos reflexionar sobre la importancia que tiene en un momento fundamental de tu vida tener a un buen profesor, como los de antes. Me hizo tener una inquietud muy grande por el conocimiento.
-Usted ha tenido suerte con los maestros, por ejemplo, con Alfonso Pérez Sánchez.
-Sí, mis maestros han sido fundamentales. A Pérez Sánchez lo conocí cuando acababa de dejar la dirección del Prado, a principios de los 90. Yo pertenecía a la delegación de estudiantes y me dedicaba a organizar conferencias para los alumnos. Preparamos un ciclo sobre José de Ribera y lo invitamos a dar una charla. A partir de ahí nació una relación de amistad que dura hasta hoy. Hice la tesis doctoral con él sobre La influencia del grabado en la pintura andaluza del siglo XVII. Ya después me fui a Madrid con una beca FPI para investigar y hacer la tesis, realizando varias estancias en el extranjero. Al principio ayudaba a Alfonso con la bibliografía de sus exposiciones, con la recopilación de material, y poco a poco empecé a aprender y a acercarme a la pintura, a verla con ojos limpios, sin condicionantes; especialmente, a apreciar la calidad detrás de las obras de arte. No sólo a fijarme en las composiciones y en las fuentes, sino en cómo se ve la pincelada de cada maestro, a hacer ojo. Todo esto es lo que le debo a él. Y sigo aprendiendo cada día porque esto no se acaba nunca. Sigo colaborando con él. Su biblioteca y sus fondos son una mina porque Alfonso tiene la fototeca del gran investigador Diego Angulo Íñiguez. Algo que ha sido fundamental para aprender. También tuve la suerte de estar en el CSIC en su fototeca. Estar dedicado casi las 24 horas del día al trabajo ha sido casi fundamental. Creo que todo esto tiene al final su recompensa.
-¿Cómo surge su fijación por la obra de Zurbarán?
-Cuando terminé COU mis padres me regalaron conocer el Museo del Prado y la exposición antológica de Zurbarán que se hizo en 1988. Eso para mí fue algo muy fuerte, muy especial. Y es que la Historia del Arte ha estado siempre llena de emociones, de circunstancias relacionadas con mi vida. Soy una persona muy apasionada y me lo tomo todo con mucha intensidad.
-O sea, que no pidió una moto de regalo, como hacíamos otros...
-¡No, no! Pedí ver a Zurbarán y mis padres lo recuerdan muy bien. Cuando terminé 2º de carrera hice un viaje por Italia yo solo, con los apuntes de Historia del Arte Moderno de Enrique Valdivieso debajo del brazo. Son cosas que no se olvidan.
-El Centro de Investigación Diego Velázquez de Sevilla fue una idea de Pérez Sanchez y suya...
-Sí, surge como consecuencia de la adquisición del cuadro Santa Rufina en 2007 para Sevilla por parte de la Fundación Focus Abengoa. Lo que se hizo fue confeccionarle un traje a la medida: crear un centro para estudiar e investigar los antecedentes y los consecuentes de Velázquez en su ciudad. Es decir, qué veía y qué le hizo pintar al natural y tener una colección en torno a ese mundo y los artistas que le rodearon.
-Se han quedado de piedra con la aparición de La educación de la Virgen en Yale...
-Ha sido muy importante. Yo conocía esta obra desde 2005, una pintura fundamental para entender lo que es el manierismo reformado de Juan de Roelas. A día de hoy, yo no me atrevería a afirmar tajantemente que la pintura es de Velázquez, aunque tiene muchas probabilidades de serlo. Va a dar mucho que hablar sin duda y puede arrojar bastante luz sobre este periodo formativo de Velázquez, es decir, sus inicios, la etapa más desconocida, sobre los años 1616-17, en las que ya se revelan unas altas cotas de calidad. La obra estaba en muy mal estado de conservación, que es lo que ha hecho que haya permanecido 80 años en los almacenes de la Universidad de Yale. El cuadro fue donado a la institución en 1925 por unos hermanos que querían que la universidad investigara esta obra. Lo que significa es que quedan todavía obras por descubrir.
-Usted es un gran defensor del patrimonio cultural como reflejo de las señas de identidad popular.
-Sí, sí, soy un gran defensor y en mi ciudad natal, Jerez, hay un tesoro que es el patrimonio industrial bodeguero y sus propias tradiciones como la Feria del Caballo. Se deberían conservar más bodegas, en vez de hacer pisos, para el disfrute de los ciudadanos, para que se construyeran centros culturales, bibliotecas... Saldríamos todos ganando.
-¿Y el flamenco?
-También, pero el flamenco no está en peligro. Yo quiero que la Unesco lo declare Patrimonio de la Humanidad, pero la normativa establece que el bien, para ser declarado Patrimonio, debe estar en peligro y afortunadamente no lo está, no va a desaparecer.
-¿Qué artista le hubiera gustado ser de todos los que ha estudiado?
-Ninguno, prefiero estudiarlos. Lo que sí me gusta es que la gente entienda y disfrute lo que yo quiero transmitir.
-Como profesor, ¿cuánto ha cambiado la enseñanza de la Historia del Arte a lo largo de los años?
-Cada día es más desesperanzadora porque hay menos interés, menos apasionados y el nivel es cada vez más bajo. El confuso proceso de Bolonia hace que la aplicación del Espacio Europeo de Educación Superior no esté siendo correcta. Como uno aprende a estudiar es yendo a las bibliotecas, investigando y no conformándose con lo que viene en internet y lo que da el profesor. Falta inquietud.
-¿Cuál es su museo ideal?
-Esta es una pregunta difícil de resolver. Una cosa son los museos provinciales o los que tienen las competencias transferidas, como el Museo de Bellas Artes de Sevilla, y otra cosa es El Prado. Hasta que los museos no sean organismos autónomos como, concretamente, los andaluces, no van a dar ese gran salto que se merecen. Hasta que no se vea el de Sevilla como el gran museo de Andalucía, no va dar de sí todo su potencial. Cuando se ha querido hacer uno de nueva planta, como el Picasso de Málaga, se ha hecho porque ha habido voluntad política, una empresa privada y un Ayuntamiento que ha creado un consorcio con la Junta. Y esto es un ejemplo de lo que se podría hacer con el Bellas Artes de Sevilla. Los museos están excesivamente tutelados. El museo ideal no existe, existe el posible, en el que te dejan hacer cuando lo que tienes son muchas ganas de trabajar. Cuando el ciudadano ve reflejado en el museo su historia, cuando se siente identificado con la institución, ahí está el museo ideal.
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