El cumpleaños del niño eterno

aniversario Una gran obra literaria del siglo XX

'Peter y Wendy' de J. M. Barrie, un libro insólito como pocos y protagonizado por uno de los grandes mitos contemporáneos, Peter Pan, cumple 100 años

Una ilustración de Arthur Rackham.
Ana Belén Ramos / Córdoba

01 de noviembre 2011 - 05:00

Los amantes de la literatura estamos de celebración: acaban de cumplirse los 100 años de aquella primera edición de la novela Peter y Wendy que llevara a cabo la editorial londinense Hodder and Stoughton. Bajo este mismo sello publicó J. M. Barrie (Kierremuir, 1860-Londres, 1937) la mayoría de sus libros, medio centenar de títulos entre narrativa y teatro. Desafortunadamente, en castellano sólo conocemos, alguna pequeña excepción aparte, los libros relacionados con Peter Pan, y de entre ellos el más editado y difundido es precisamente la novela del niño pájaro.

Peter y Wendy es un libro insólito como pocos; su autor, uno de los grandes escritores del siglo XX; y su principal protagonista, Peter Pan, aquel niño criado entre pájaros y hadas que nunca pudo volver con su mamá, uno de los grandes mitos contemporáneos.

De modo que la celebración del cumpleaños es obligada, pero lo cierto es que si le hiciéramos a Peter Pan una pregunta tan sencilla como cuántos son los años que cumple, probablemente él no sabría decírnoslo. El niño maravilla vive al margen de esa materia tan importante, que nosotros medimos, pesamos y adoramos, llamada tiempo. Y es que desde el mismísimo comienzo del libro el tema del tiempo y su discurrir imparable asalta al lector, vean si no el primer párrafo de la novela:

Todos los niños, excepto uno, crecen. Muy pronto descubren que se harán mayores, y el modo en que lo descubrió Wendy fue el siguiente: cuando tenía dos años, un día que estaba jugando en el jardín, arrancó una flor y corrió con ella hacia su madre. Me imagino que la niña tendría un aspecto encantador, porque la señora Darling se llevó la mano al corazón y gritó: «¡Ay, por qué no podrás quedarte siempre así!». Esto fue todo lo que se dijo al respecto, pero desde ese preciso instante Wendy supo que tendría que hacerse mayor. Uno siempre se entera a los dos años. Los dos años son el principio del fin.

¿Sabría alguien decir cuántos años tiene Peter? La imagen más difundida del personajes es la de la película animada de Disney, de 1954; allí, un muchachito esbelto, con mallas verdes y camisola verde, tocado con un sombrerito emplumado del mismo color aparenta unos ocho o diez años. Las ilustraciones que acompañaron la edición original de la novela son de F. D. Bedford, y en ellas el niño aparenta menos años incluso. Cuando Wendy cuando conoció a Peter en el capítulo III de Peter y Wendy, le asaltó la misma duda que a nosotros, así que le hizo la pregunta pertinente al niño después de coserle la sombra con aguja e hilo y después de que él le regalara una bellota en lugar de un beso:

Cuando la gente de nuestro entorno se presenta, es costumbre que se pregunte la edad entre sí, de modo que Wendy, que siempre gustaba de hacer lo correcto, le preguntó a Peter cuántos años tenía. No fue una pregunta muy afortunada; fue como cuando te preguntan la gramática en un examen en el quieres que te pregunten los reyes de Inglaterra.

-No lo sé -respondió intranquilo-. Pero soy muy joven.-En realidad no tenía ni idea, tan sólo algunas sospechas, pero dijo aventurándose-: Wendy, me escapé el día que nací. [...] No quiero ser un hombre nunca -dijo con pasión-. Quiero ser siempre un niño pequeño y divertirme. Así que me escapé a los jardines de Kensington y viví mucho, mucho tiempo entre las hadas.

En otro momento, cuando Wendy le habla de Peter a su madre, la señora Darling cree recordar a un personaje de su infancia que se llamaba Peter Pan, pero duda de que sea la misma persona, pues hace tanto que ella fue niña, que Peter Pan debería ser ya un hombre hecho y derecho:

-Además -le dijo a Wendy-, a estas alturas ya habrá crecido.

-Oh, no, no ha crecido -afirmó Wendy con seguridad-, y tiene mi misma altura. -Se refería a que tenía la misma altura física y mental; ella no sabía por qué lo sabía, lo sabía y ya está.

Referente a la edad de Peter eso es todo lo que se nos cuenta en la novela. En otra de las versiones escritas por Barrie, la novela corta Peter Pan en los jardines de Kensington, tal como lo corroboran las bellas ilustraciones de Arthur Rackham, el personaje se nos muestra aún más pequeño, como un bebé:

Peter es muy, muy viejo, y (...) en realidad, tiene siempre la misma edad (...). Tiene una semana de edad, y aunque nació hace mucho tiempo nunca tuvo un cumpleaños, ni existe la más ligera posibilidad de que lo tenga. La razón es que se libró de convertirse en ser humano cuando tenía sólo siete días; escapó por la ventana y voló de regreso a los jardines de Kensington.

Esta ambigüedad en torno a la edad de Peter, que aparece bien como un niño de un día de edad, bien como un niño de siete días de edad, me trae a la cabeza una anécdota de la primera representación teatral de la obra en Londres. Corría el año 1904 en Londres y Nina Boucicault, la actriz que iba a representar a Peter, superada por el personaje que le tocaba llevar a escena, buscó ayuda en el autor, el cual asistía indefectiblemente a cada ensayo, y le preguntó:

«¿Qué es Peter Pan? ¿Cuánto hay en él de humano y cuánto de hada?», y todo lo que el autor le respondió fue: «¡Bueno, es un pájaro y tiene un día de edad!».

Así que, puesto que la picardía del escritor evitó que supiésemos con certeza la edad de Pan, celebraremos los 100 años de la novela sin saber cuántas velas hay que poner en la tarta del personaje. Y es que Peter es la alegría, la juventud, la rebeldía, el juego, la ilusión, la crueldad de la infancia, eso que permanece inalterable en el ser humano generación tras generación, hasta que, como tristemente relata la obra, se pierde al hacerse uno mayor.

Y CUMPLEAÑOS DE BARRIE

Lo que sí sabemos con seguridad es la edad que tenía el escritor cuando llevó a imprenta Peter y Wendy la versión novelada de la obra de teatro Peter Pan o el niño que no quería crecer, 51 años. J. M. Barrie nació en 1860 en Kierremuir, un pueblecito de Escocia, aunque para la época en que se imprimió la novela ya llevaba muchos años viviendo en Londres, ciudad a la que tanto amó y a donde se había trasladado plenamente decidido a convertirse en escritor. En 1911 hacía también bastante tiempo que había logrado este objetivo, pues J. M. Barrie era un escritor de renombre dentro y fuera de Inglaterra. Lo primero que le dio fama al escocés, tras una prolífica carrera como escritor en publicaciones periódicas, fue la recopilación de estampas literarias en las que relataba hechos de la infancia de su madre. Auld Lichts Idylls y su continuación, A Window in Thrums, hicieron que J. M. Barrie estuviera en todas las estanterías de los británicos allá por 1888, a sus 28 años. Y en 1892 comenzó a ser un reputado autor de teatro con el estreno de la obra Walker, London.

Pero qué duda cabe que la asombrosa repercusión de la obra de Barrie comienza realmente con El pajarito blanco, en 1902 y continúa con el estreno de la obra de teatro en Londres en 1904. A la fecha de la publicación de la novela Peter y Wendy, con las representaciones anuales de la obra de teatro a ambos lados del Atlántico, Barrie es ya toda una celebridad.

La salida de la novela no coincidió con una época muy feliz en la vida del artista. En 1909, Barrie se había divorciado de su esposa, la actriz Mary Ansell, ruptura que le causó una profunda tristeza. Y en 1910, murió de una terrible enfermedad su gran amiga Sylvia Llewelyn Davies, la madre de los niños en los que se inspira en gran medida todo el universo de Peter Pan. También sufrió mucho el escritor aquella pérdida, y el momento es crucial en su biografía, pues Barrie pasó a convertirse en protector de los cinco hermanos huérfanos Llewelyn Davies, a los que cuidó fraternal y económicamente hasta la muerte del escritor el 19 de junio de 1937.

Pero, volviendo a novela, a pesar de las tristezas y desgracias que le tocan en suerte, las páginas de Peter y Wendy muestran a un escritor en plena madurez, con un extraordinario dominio de la técnica. No es de extrañar que este libro sea el texto del ciclo de Peter Pan más editado en nuestro país. Pues, una vez que el autor se ha librado del encorsetamiento que supone la forma teatral, puede, para deleite de todos los lectores, demorarse a sus anchas en las descripciones de los personajes, en las acciones domésticas de la familia Darling, en los paisajes y los habitantes de la isla de Nunca Jamás.

En Peter y Wendy podemos ver al progenitor de los Darling con una toalla en la cabeza intentando hallar la manera de conseguir el dinero necesario para comprar los abrigos de los niños, podemos ver a la señora Darling y a la niñera, Nana, la perra de Terranova, arrancarle la sombra a Peter; asistimos a la emocionante irrupción de Peter en el dormitorio de los niños junto a Campanilla Hojalatera, el hada de lenguaje vulgar que siente celos de Wendy desde el primer beso. Y asistimos a las desventuras de los niños en el aire, que deben perseguir a los pájaros para quitarles la comida de los picos y poder así alimentarse; y, por supuesto, a las andanzas de indios, piratas, niños perdidos y sirenas en la isla de Nunca Jamás. También a la inevitable tragedia del crecimiento de Wendy y el nacimiento de su hija Jane, quien acabará volando con Peter a Nunca Jamás, perpetuando de este modo el drama del personaje "mientras los niños sean alegres, inocentes y crueles".

Por estas y por tantas otras cosas que no caben aquí, pero que están todas en la maravillosa joya escrita por Barrie, les invito a que tomen por excusa el centenario y se lean o relean Peter y Wendy, una obra maestra de la literatura, sin más adjetivos.

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