Desde las entrañas del Archivo Municipal de Córdoba
Historia
El centro resguarda diez kilómetros de documentos que describen la historia de la ciudad
El primer escrito recuperado data de 1241 y es el fuero de población de Fernando III
La última fase de obras del Archivo Municipal de Córdoba se centrará en los patios y controlar la humedad
“El Archivo Municipal contiene la historia real de Córdoba, sin versiones”
Todo está controlado en los pasillos que cuidan y atestiguan la historia de Córdoba. No hay espacio para la humedad, ni para el calor o el frío, tampoco para demasiado oxígeno. Escalera tras escalera y puerta tras puerta, cientos de armarios compactos reposan uno tras otro y, al abrirse, saltan a la vista un infinito de carpetas blancas que guardan todos los acontecimientos que hacen de la ciudad lo que es. La historia de Córdoba se escribe cada día y, tal y como se escribe, entra al Archivo Municipal.
Córdoba resguarda miles de documentos, pergaminos, fotografías y vídeos, en físico, en analógico y en digital, en varias sedes repartidas por la ciudad: dos plantas de depósitos ubicadas en la calle Sánchez de Feria, mientras su sede principal, que se encuentra justo al lado, se somete a obras de rehabilitación; dos más en Capitulares, y tres naves en el polígono industrial de El Granadal guardan, bajo el más estricto protocolo de seguridad, diez kilómetros de documentos, los primeros datados en el año 1241.
No se puede pasar demasiado tiempo dentro de los 18-20 grados de temperatura controlados en esos depósitos porque la falta de oxígeno lo impediría. Es una de las tantas medidas de seguridad para evitar que los documentos sufran daños. Es imposible encender un mechero en ese espacio. Es imposible, también, encontrar un documento específico en alguno de los armarios sin conocer desde dentro cómo funcionan los códigos del Archivo.
La directora del centro, Ana Verdú, se pasea como pez en el agua por sus pasillos. Busca y encuentra con facilidad los documentos más importantes que se guardan en las entrañas del Archivo Municipal de Córdoba. Abre un cajón y muestra una de las joyas de la corona que atestigua la historia de la ciudad: el pergamino del fuero de población y conquista dado por Fernando III a la ciudad de Córdoba, en romance y en latín y del año 1241. Son las primeras normas de funcionamiento para la población.
Se conserva bajo un gran plástico y un marco que lo protege. Está escrito sobre la piel de un cordero, que se mataba y se le quitaba el pelaje para poder sellar sobre ella la historia. Se hacía con pluma y una tinta color púrpura-negro o marrón-negro conocida como tinta ferrogálica, que tiene un componente de hierro y ácidos que son corrosivos, se oxidan y hacen que se desprenda parte del material donde se escribe cuando se cierra un círculo al escribir.
El primer libro de actas del Concejo, lo que ahora se conoce como Ayuntamiento, también se conserva en estas bóvedas. En él constan todos los acuerdos de la ciudad en 1479. Es el más antiguo que hay disponible, según explica Verdú, porque “el escribano mayor del Cabildo decía que le habían robado los libros anteriores”, los de antes de que fuese una obligación tenerlos. A día de hoy, el libro de actas del Consistorio se sigue haciendo igual y tiene el poder de ser la historia escrita sin versiones, sin opiniones. Está prohibido que esta información salga de la casa consistorial.
Pero los documentos no estuvieron siempre tan bien conservados, han sufrido los estragos del tiempo, el uso o la humedad. El Archivo existe en Córdoba desde 1327, estaba depositado en una celda baja del convento de San Pablo, lo que hoy es la iglesia de San Pablo, y hasta el siglo XIX estuvo allí, cambiando de sitio dentro de ese recinto, lo que empeoró el estado de conservación de sus piezas, con documentos que se pudrieron por la humedad del lugar. Esos papeles han estado en un edificio histórico, que data del siglo XIII, desde 1969, con el parón en 2018 para acometer obras de rehabilitación, que aún continúan.
Aún así, Córdoba conserva siglos de antigüedad en papeles que aún hoy se pueden leer. Los trabajadores del taller del Archivo son los responsables de esta maravillosa hazaña. El proceso para recuperar un documento antiguo depende de su estado, pero muchos se han rescatado descosiendo el libro para lavar hoja a hoja, se desinsectan y, cuando hay rotos, se hacen injertos del mismo papel, hechos de materiales que pueden ir desde el trapo de algodón hasta pieles, un trabajo tan minucioso como el de una cirugía.
Al finalizar el proceso, se vuelven a coser con la misma técnica con la que venía el original. Una vez recuperado un documento se digitaliza “y ya no sale de aquí porque el primer problema de conservación es el uso”, advierte la directora. Los materiales para trabajar este tipo de documentos son costosos, pero permiten mantenerlos con calidad.
La grafía antigua, que es estudiada por la paleografía, es uno de los aspectos más llamativos de los documentos. “El encaje de la escritura es perfecto, es muy minucioso”, expresa Ana Verdú, mientras muestra algunos de ellos, que en vez de escritos parecen pinturas.
Ser testigo de ello es emocionante, “se te ponen los vellos de punta cuando ves que puedes seguir leyendo un documento de hace siglos”, expresa Verdú. Y es que Todos los días entra historia de Córdoba a esas oficinas. “La historia se hace día a día, hay documentos con más trascendencia que otros y no tiene que ver con la antigüedad que tengan”, explica la directora del centro, que recuerda especialmente algunos acontecimientos históricos: el convenio para la cesión de todos los terrenos de Renfe que fueron liberados para el tren y todo el revulsivo que supuso eso para la ciudad, que fue histórico desde el momento de su firma, así como cuando se concedió a la Fiesta de los Patios el título de Patrimonio de la Humanidad. “Hay documentos que son históricos desde el momento en que nacen”, agrega.
Estos grandes almacenes conservan el archivo documental y personal de Julio Romero de Torres, el archivo del Colegio de Plateros, del Cabildo de los Señores Jurados, pero también guardan una de las cosas más consultadas por los cordobeses: la fototeca histórica documental, que contiene las más importantes imágenes desde final del siglo XIX, y la artística, de fotógrafos cotizados.
Las fotos en color se conservan en una cámara frigorífica especial para que los colores originales perduren en el tiempo. Las cintas analógicas de la televisión municipal, con emisiones desde 1984 con la Semana Santa, la Feria, los Patios, una programación que se extendía durante todo el día, es también de lo más consultado. El Archivo tiene la obligación de conservarlos tanto como los pergaminos, aunque el estado de algunas cintas era muy débil, lo que repercutió en el deterioro de las imágenes, que ahora están todas digitalizadas.
La web del Archivo Municipal permite acceder directamente a la fototeca y a los fondos documentales de manera muy intuitiva, catalogado todo con fecha, autores y descripción de lo que significa. Es la manera de acercar la historia a investigadores, estudiantes y usuarios en general, siendo los más jóvenes el objetivo aún por alcanzar. Los cordobeses, sin embargo, tienen un vínculo especial con el Archivo, hacen uso de él en su día a día, es un servicio público para ellos, desde consultar el histórico del padrón municipal, planos de viviendas o licencias de obras para hacer reformas, por ejemplo, pero también lo hacen para recordar vivencias del pasado o ver cómo Córdoba ha cambiado a través de los años.
Ana Verdú es fiel creyente de que el papel lo aguanta todo. Si falla el almacenamiento hay que conservar el soporte analógico, en microfilm y en papel. “El Archivo tiene que ir con los tiempos, los archiveros estamos para asegurar que los documentos electrónicos tengan la misma fiabilidad y conservación que tiene un pergamino”, sostiene. Sin embargo, el sector está preocupado por la fiabilidad de los nuevos soportes de información pues lo digital es mucho más vulnerable a perderse e incluso a los hackers.
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