Olga Pericet: "Córdoba funciona de otra manera; no tengo ninguna espina por que no se me programe"

Entrevista

La bailaora, que confía en poder volver a su ciudad en 2023 con su nueva proyección, 'La leona', critica que "en este país se tiene una gran equivocación de lo que es la cultura"

Olga Pericet, sonriente durante la entrevista.
Olga Pericet, sonriente durante la entrevista. / Paco Villalta

Bailaora y bailarina, bailarina y bailaora, Olga Pericet (Córdoba, 1975) tiene medio “coranzocito” en Madrid, la ciudad que la acogió hace media vida, pero se siente “cordobesa” y lamenta no haber podido disfrutar de la Feria siendo del barrio del Arcángel. Pero las obligaciones mandan y esta artista “híbrida” sigue girando con El cuerpo infinito mientras prepara el estreno de su nueva producción, La leona, en la próxima Bienal de Sevilla, en septiembre; la segunda parte de este “díptico” verá la luz a finales de 2023 en Barcelona, si bien antes espera poder pasar por fin por su ciudad, donde sin hallar una explicación no actúa desde que lo hiciera en 2015 con Flamenco (Untitled) y presentara tres años antes su debut en solitario: Rosa, metal y ceniza.

-Apenas 24 horas en Córdoba dan para...

-Venir a Córdoba siempre es un reencuentro conmigo, con mis raíces y con mi gente, y se me hace siempre muy corto; es resetear, una bio descodificación. Estos break cortitos siempre te dejan ganas de volver.

-¿Olga Pericet es más bailaora o más bailarina?

-La cabeza, y más el cuerpo, saben en qué verea me meto. A veces no sé lo que soy, sé lo que siento y lo hago a mi manera. Me considero bailarina contemporánea, que eso quizás es mi libertad de entender las cosas, pero yo siento que Olga es flamenca, a mi manera. En algún momento te sientes de una manera más que otra, pero depende del momento y de qué manera habla el cuerpo, que no es la cabeza, que me miente mucho. Ahora estoy bastante híbrida porque estoy en un cambio bastante fuerte, y mi cuerpo y mi sentimiento me dicen que tengo que estar pisando en otros lados que me dan curiosidad.

-¿Ha sentido rechazo de los puristas?

-Sí, evidentemente, porque sobre todo cuando sale algo nuevo es muy difícil catalogarlo hasta que eso no pilla un peso; y a veces han salido cosas que se han esfumado porque no tienen solidez. Pero creo que son las variaciones del cambio y son necesarias también. Hay un cambio generacional súper potente, pero además estamos todos ahí, porque incluso los que estaban de antes aún siguen porque son jóvenes. Ahora mismo conviven muchos flamencos, y es lo normal. Los puristas, de repente, tienen esa cosa de que no se nos vaya lo que tenemos, pero no se nos va a ir; solo va a ir cambiando de forma. Lo fundamental siempre queda, y cuando salen esas cosas dañinas, no sirven de nada; solo es apego.

-Curiosamente desde fuera, todo eso se ve enriquecedor.

-Pienso así, que hay que tener la mente abierta. Y además, el flamenco es muy grande como para considerarlo una cosa nada más. Ahí está el núcleo, pero después tiene un montón de ramas y evolución, y eso es buenísimo porque abre público. Hay que hacerlo visible. Pero lo importante es tener una buena base y saber qué es una cosa y otra, qué ha venido de qué, y a partir de ahí, que cada cual profundice, porque eso es lo bueno, que al que esto le envenena, quiere saber más, y entonces llegará a lo tradicional. Ahora sí hay mucha información de todo, y hay cosas que han llegado tan rápido y han llenado tanto el saco que no sabemos ni cómo catalogarlo.

-Para llegar a lo nuevo, hay que tener una base de lo clásico, de ese núcleo del que me hablaba.

-Por supuesto, eso es de cajón. Si no sabes de lo que estás hablando… tienes que tener una base sólida y haber pasado por momento tradicional para entender, mezclar, jugar, dialogar con otras disciplinas… De hecho, cuando ves cosas que no tienen mucho sentido es porque sabes que no se sabe de lo que está hablando, y eso entonces se pierde, y lo hay. Y después hay artistas en este momento a los que se les ve su identidad y su forma de comunicarse con el flamenco tradicional; unos están menos apegados y otros, entre los que yo me considero, que lo están más, aun haciendo cosas nuevas.

-Me decía antes que se ha llenado el saco, como si el flamenco fuera una moda.

-Bueno, quien se tenga que ir, se va a ir, porque nada es eterno, todo se acaba… y lo que no, se posiciona. Ahí nos hace mucho daño el hecho de lo rápido; hay un punto comercial y de mercado rápido, exprés, al minuto, que está afectando a todo el mundo, de forma global, no solo al flamenco. Pero claro al tener esta forma tan rápida, tan de carne, afecta mucho porque hay mucha desconexión, incoherencia, producto fácil… Pero lo que es de verdad, siempre queda; y si no puede convivir porque no es su espacio, seguramente tendrá su fin, pero habiendo marcado huella.

Los circuitos quieren cada año un estreno y no sé por qué ha venido esa moda; solo pasa en este país

-Para frenar esta rapidez, y por buscarle un lado positivo, la pandemia ha traído algo de pausa.

-Evidentemente eso sí, y también ha dado tiempo a la reflexión y valorar más las cosas que tenemos. Pero yo decía de rapidez a cómo se comercializa el arte; y ahí sí hay cambios que venían de décadas atrás y ahora está cogiendo una velocidad muy potente, donde no da tiempo realmente a ver qué comercializas. Incluso el comercio ya está a veces podrido, me atrevo a decir. Lo que es banal y rápido tendrá su momento flush, de entrar y salir.

-El problema es que tal y como está montado el negocio, solo puede parar gente con una trayectoria, como es su caso.

-A ver, el circuito no te lo permite aunque tú quieras, desgraciadamente. Como artista, yo me tomo mi tiempo, y es algo que ya hacía de joven, no simplemente ahora por mi trayectoria. No puedo engañarme ahí, tengo que entregar algo que yo haya trabajado y lo disfrute. Pero ahora creo que no todos los creadores se lo toman con esa seriedad de si no tienes nada que contar, no cuentes, porque al tener ese impulso de si no cuentas, no vas a tener sostén para hacerlo… eso es una gran presión que ahora mismo los jóvenes artistas estamos teniendo. Porque el arte ahora mismo no se mantiene, lo hace a través de ayudas, salvo que te hayas hecho un nombre a nivel comercial que te haga visible y ya seas como la Coca-Cola, que tu producto se vende solo; y eso es muy difícil. El arte en sí, que para mí es estar siempre buscando, no ser un producto, está a expensas de subvenciones, y eso sí te obliga a tener que presentar un trabajo cada año prácticamente. Además, cuando pisas un circuito que desgraciadamente es muy pequeño, como los de flamenco, danza o las redes de teatro nacionales, ellos quieren cada año un estreno y no sé por qué ha venido esa moda, porque además no tiene sentido y solo pasa en este país, que yo sepa.

La artista cordobesa, en un ensayo de una de sus coreografías.
La artista cordobesa, en un ensayo de una de sus coreografías. / Paco Villalta

–Moda de volumen que rebaja la calidad en muchas ocasiones.

–¿Qué porras vas a hacer tú cada año? Si es que además la gente quiere ver lo que has hecho que todavía no se ha visto. Te juntas con dos o tres producciones, y eso es muy peligroso porque te agota muchísimo sin sacar el beneficio, económico y emocional, del trabajo que has estado tanto tiempo haciendo. Es algo horroroso y firmaba para que no sucediera, pero todo el mundo se cree que esto es como ir a la oficina y darle a la fotocopiadora, y no es así, sino que hacen falta muchas cosas más. Yo en mi caso retengo y sopeso y sé que eso van a ser pérdidas, pero a veces las pérdidas me vienen bien porque gano en salud y otras veces me pueden; es una gran lucha personal que tengo, en la que no estoy de acuerdo.

-¿Y cómo se puede parar esa rueda si es que hay forma de hacerlo?

-No sé, yo pondría una bomba, como decía Lola Flores (risas). Y meter a gente joven en cargos, que se necesitan otras miras. Gente joven que esté detrás, gente en cultura, gente que sepa escribir lo que ve sin que sea un conflicto… Creo que hace falta una cantera de gente nueva importante.

-Dar más importancia a la cultura, en definitiva, porque parece que no se le da valor.

-Vaya, qué pena. Y es que es algo que genera dinero, que es una gran equivocación que en España se tiene. A raíz de la pandemia se han hecho muchas estadísticas, porque la cultura estaba temblando, para saber qué obtiene un país que invierte en cultura, y los resultados son asombrosos. Pero lo tienes que poner abierto al público y que sea más de ocio, de aprendizaje, de lo que cada público se lo quiera hacer, pero que esté ahí. Es muy curioso, porque en los países en los que la cultura está en la calle y en los que ir al teatro un día es como el que va a tomarse una caña y de tapeo, funciona. No es un saco roto, sino que genera, devuelve y es muy necesario; en este país se tiene una gran equivocación de lo que es la cultura, nos hace falta mucho trabajo, pero soy positiva.

-Al final se trata un poco democratizar el arte, hacerlo llegar a todo el mundo.

-Siempre fue así, Lorca lo hizo así… Es penoso porque eso nos pertenece a todos porque es un medio de comunicación para abrir el corazón y la mente.

-¿Pero eso es posible?

-A ver, yo no soy partidaria de que la cultura tenga que ser gratis, pero si es algo subvencionado, pues por qué no hacerlo. Y no es que sea elitista, es un tema de educación. Este país, como tiene la cultura, es algo bastante erróneo; debería estar como el fútbol, que más elitista no puede ser… ¿Quién consigue una entrada para ver al Real Madrid, con la pasta que vale, y se desplaza, dice que está malo en el trabajo y lo ve como normal? Creo que es más fácil, es algo de colocar. Que sea más económico es un tema de gestión, pues a veces lo hacen con el coste del artista, que se vaya bajando los precios, y a veces son condiciones inhumanas, que a veces llega a ser una vocación. Está muy descompensado lo que tendrías que cobrar, no está normalizado. Cuando llegan cosas como la pandemia, te paras a pensar dónde estamos… y no estamos en ningún lado. Estás toda tu vida entregando tu alma, tu trabajo y tu vida, y sabes que no cotizas ni la mitad de lo que te pertenece, no está normalizado.

-¿Ayudan los reconocimientos a esa colocación?

-No creo que sea por un premio, en un momento adecuado… porque esto es tan aleatorio. Lo que hablamos es un peso más en general, la administración y cómo se gestionan las cosas en nuestra política. Como artista y sociedad no entiendo ciertos vacíos cuando otros están llenos, ahí hay una descompensación muy fuerte y creo que se podrían hacer las cosas bien. Se puede hacer bien porque nos estamos perdiendo mucho. Los premios están bien, pero eso no va a mover cosas.

-Sin ir más lejos, usted tiene más reconocimiento fuera de España, casi como el flamenco.

-Lo que pasa es que la demanda fuera es muy potente y valoran mucho lo que hacemos, por lo que hablábamos antes: es una cosa educacional y ellos la cultura la valoran. Para empezar, no te encuentras ningún teatro vacío, eso es algo impensable. Y después llama mucho la atención que haya programación ya en los teatros de flamenco, porque tienen una gran curiosidad. Mi deseo sería que la gente que viva en España tenga esa curiosidad de saber qué es el flamenco. Porque no se sabe lo que es; hay una gran desconexión, y más con lo que ha crecido. Hay gente que se ha enganchado y creo que es un buen momento para que se consuma más, pero necesitamos que se programen más cosas.

Mi deseo sería que la gente en España tenga curiosidad por saber qué es el flamenco

-Porque ahora los teatros llenan.

-Es muy buen tiempo para nosotros, como sociedad, porque se tienen ganas, pero hay que ponerlo fácil, visible, que se programe, que se publicite… y más ahora que todo es venta. En Córdoba, el Festival de la Guitarra debería estar más inmenso todavía, el Concurso Nacional de Flamenco, que se queda tan cerrado… Las programaciones que se hacen, que no se enteren cuatro, sino que esté toda la ciudad empapelada para que se sepa quién viene…

-Tiene la espina clavada de que no se le programe en Córdoba.

-Espina no tengo, porque ya me las he quitado y no quiero más espinas en mi vida, porque además es una decisión que no está en mí. Sé que Córdoba funciona de otra manera, no hay tanta programación continuada, pero ahí estoy, cuando me quieran ahí estaré abierta, porque sí que doy todo tipo de facilidad porque me encanta venir aquí, porque es donde yo he aprendido, he mamado y donde tengo mis raíces. La programación últimamente es muy aleatoria, pero hay una gran aceptación según qué madurez; pero cada vez que vengo, también lo agradezco más.

-Vayamos concluyendo. Vuelve a estar nominada a los Max a la mejor coreografía por Rebelión, que ha realizado para Marea Danza. ¿Cuesta más hacerla para uno o para otros?

-Es diferente porque te colocas de otra manera. De hecho para cuando lo hago conmigo, a veces necesito un ojo de fuera. Pero cuando estás para otra gente, me gusta mucho, porque para empezar es meterte en la película de otros. No me gusta coreografiar para que los otros intérpretes hagan un duplicado mío. La coreografía para los otros me da curiosidad, y creo que ahí tengo un espacio por descubrir. Aún me llama mucho más la atención mi trabajo como intérprete, pero si tuviera que coreografiar, me divierte más hacerlo para los demás. Pero no para todo el mundo, pues hay gente con la que no conecto, y sé que yo no le puedo aportar nada; me tiene que gustar lo que me plantean o tener una gran curiosidad. No podría coreografiar a nadie sin un planteamiento que me diera curiosidad, imposible.

-¿Y la satisfacción es la misma?

-Sí, claro. Tu trabajo lo has hecho desde el mismo punto, desde el amor y el respeto. La satisfacción compartida a veces es incluso más grande.

-Sigue girando con El cuerpo infinito que, como Rebelión, hablan de la situación de la mujer. Una manera de reivindicar ese problema.

-Creo que son temas que se están dando mucho en el mensaje actual. Es como la ruptura social, cortar con un sistema, con unos prejuicios; hay una conexión de necesidad, también en las conversaciones que pueda tener en la calle cuando salgo a tomar un café. Nosotros hacemos un reflejo de lo que estamos viviendo y ahora mismo tenemos esa necesidad. Stop, y vamos a romper con esas cosas que no nos están ayudando para nada. Ahora mismo es la voz que queremos sacar todos.

La bailaora, en una foto de estudio.
La bailaora, en una foto de estudio. / Paco Villalta

-Y en un mundo como el flamenco, ¿cuál es el papel de la mujer?

-El flamenco le pertenecía por igual tanto a hombres como a mujeres, era una vía de escape y de grito social y marginal también. Pero en un momento dado se hizo muy de hombres, pero creo que fue algo social que tocaba; y no es que no les perteneciera a las mujeres ni bailar ni tocar ni cantar, sino que realmente, de repente a la mujer la tenían en la cocina, bodas y comuniones y ya. La mujer era un complemento de baile y demás, porque históricamente era así, pero después cuando la sociedad cambia, la mujer se pone en un primer papel, y ya llevamos desde hace mucho tiempo, y hay estilos de grandes cantaoras que han estado aportando, como dos que son mis ídolas, la Fernanda de Utrera y la Paquera de Jerez. Hay grandes figuras que, antes que hombres, han partido el bacalao y han puesto en Europa y América el flamenco en su sitio. Es cierto que ha habido mucho machismo y lo hemos sufrido, pero como todo en un mundo de hombres. Yo mi trayectoria artística la he hecho con hombres, pero me han tratado muy bien; alguna cosa he tenido chunga, pero una mujer de mi generación seguro que ha pasado por lo mismo.

–Por último, recuérdeme eso de La leona en lo que trabaja.

La leona es el primer prototipo de guitarra que hemos tenido en el flamenco. Se ha estado gestando durante año y pico, pues después de la pandemia sí hice el esfuerzo de parar y hacerlo muy despacito y a mi ritmo, porque era también una necesidad vital. Y voy a seguir haciendo investigación hasta cerrar la segunda parte, la evolución, que será quizás de la leona la fea, hasta la invencible. Es muy interesante porque lo que hago es una conversación entre la primera guitarra y la que hoy conocemos como flamenca, con el animal. Es una presentación libre. La gente lo ha recibido bien. Es un díptico… y espero que se vea en Córdoba, porque está generando mucho interés y vamos a intentar que venga aquí, ojalá.

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