Forzado musical postapocalíptico
THE END | CRÍTICA

La ficha
(*) 'The End'. Musical. Dinamarca. 2024. 148 min. Dirección: Joshua Oppenheimer. Guion: Rasmus Heisterberg, Joshua Oppenheimer. Música: Josh Schmidt. Fotografía: Mikhail Krichman. Intérpretes: Tilda Swinton, Michael Shannon, George MacKay, Moses Ingram, Lennie James.
Este colmo de coproducción norte-sur entre Dinamarca, Suecia e Italia, y este-oeste entre Irlanda, Reino Unido y Alemania, imposible meter más Europa en una película, se propone como un musical postapocalíptico centrado en una de las pocas familias que han sobrevivido al fin del mundo (del que no han sido inocentes víctimas) gracias a contar con un búnker de luxe. No el apocalipsis, sino la llegada de una extraña será la que amenace la estabilidad e incluso la supervivencia familiar.
En un tono sombrío de diseño el coguionista -junto a Rasmus Heisterberg– y director Joshua Oppenheimer, cortometrajista y documentalista al que se debe el excepcional y escalofriante documental The Act of Killing (2012) en el que dos mercenarios asesinos cuentan con toda naturalidad sus crímenes como parte de los escuadrones de la muerte del general Suharto tras el golpe de estado de 1965, gran película que posteriormente prolongó en la igualmente valiosa The Look of Silence (2014), debuta sin mucha fortuna en el universo del largometraje de ficción.
Pueden más las ambiciones que los resultados. Todo resulta forzado para sorprender, romper reglas, buscar la originalidad que puede interesar al principio, pero acaba cansando y aburriendo por la incapacidad del director para mantener la sorpresa inicial de encontrarnos frente a lo que se puede definir como un musical con tesis (de muchas tesis sobre muchas cosas), para crear sus propias reglas narrativas y para ser original con naturalidad creativa. Cuando la originalidad se busca como efecto en vez de nacer espontáneamente de una propuesta temática y formal coherente las cosas suelen acabar mal.
El lujoso reparto encabezado por Tilda Swinton y Michael Shannon parece perdido en el despropósito que queriendo ser demasiadas cosas -y tomándose demasiado tiempo en su metraje para desarrollarlas- queda en poco más que una idea original mal desarrollada. O quizás es que no fuera tan buena idea recurrir al musical como vehículo.
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