En el laberinto veneciano

Letras Literatura policiaca con sello europeo

Donna Leon, una de las más famosas autoras de novela criminal de los últimos años, regresa a las librerías con 'Cuestión de fe', el nuevo caso del comisario Brunetti

Brunetti combate el crimen en el laberinto de las calles y los canales de Venecia.
José Abad

14 de junio 2010 - 05:00

A los 50 años, después de un movidito periplo vital que la había llevado por medio mundo, Donna Leon (New Jersey, 1942) dio vida al comisario Guido Brunetti, un individuo tranquilo, juicioso y civilizado -muy en la línea del entrañable comisario Maigret ideado por Georges Simenon- que combate el crimen en el laberinto impar trazado por las calles y canales de Venecia. Casi veinte años después de su debut, Muerte en La Fenice (1992), Brunetti ha aparecido en casi una veintena de novelas con éxito de público creciente (Por lo pronto, sus aventuras ya han sido traducidas a veintiséis idiomas). Su última peripecia, Cuestión de fe (Seix Barral), recién salida del horno, coloca a este buen hombre ante dos casos que son expresiones, uno, de la fragilidad del sistema y, otro, de las limitaciones del hombre moderno, el cual, bien asentado el siglo XXI sigue sujeto a una larga cadena de pulsiones atávicas.

Por un lado, al comisario le llegan pruebas de un posible caso de corrupción del sistema judicial; un conocido lo pone en la pista de una serie de aplazamientos de juicios en el Tribunal de Justicia claramente "diseñados" para favorecer a una de las partes implicadas; en general, la más desfavorecida, la que no puede permitirse pagar abogados durante mucho tiempo. En estas demoras se entreven las manos de un intachable ujier, el señor Fontana, y de una muy ambiciosa jueza, de apellido Coltellini, pero ¿quién está sacando tajada en realidad? Nada más comenzar las pesquisas, y remover las aguas en apariencia quietas del delito, uno de ellos, no diré quién, aparece una mañana con la cabeza abierta a golpes y la masa encefálica desparramada por las baldosas de un típico patio veneciano. La muerte vuelve a navegar por las aguas lentas de la Serenísima.

Por otro lado, un compañero de la comisaría, el inspector Vianello, pide ayuda a Brunetti para desenmascarar a un consultor astral que tiene en un puño a una tía suya, muy dada a cartomantes, quiromantes, televidentes y demás charlatanes… El comisario deberá ir desliando ambas madejas, la de los criminales de altos vuelos que se ocultan en los pliegues del sistema para salirse con la suya y la de los ladronzuelos de poca monta que se aprovechan, para desplumarlas, de la buena fe (y la abismal ingenuidad e insondable ignorancia) de ciertas personas. Todo ello en plena canícula, con el personal haciendo planes, cuando no las maletas, para las vacaciones. Brunetti tendrá que luchar contra una burocracia más remisa de lo habitual y esas trabas legales concebidas, sospecha, para poner las cosas fáciles al criminal, no a la policía.

El estilo de Donna Leon es como su criatura: "tranquilo, juicioso y civilizado", hemos dicho. La escritora se sirve de la sensatez y los buenos modales en un terreno en donde quizás campen más a sus anchas el desatino y los malos modos (Aunque las atrocidades nunca falten). Donna Leon no necesita de grandes alardes ni de aspavientos para dejarse leer, aunque yo no la ataría a la misma cuerda de Georges Simenon, como ha hecho algún otro; sus respectivos personajes son afines, pero en la norteamericana no hay la turbiedad o la zozobra que entrevemos en las cristalinas páginas del autor belga. La mamá de Brunetti extrae sus tramas de una veta circunspecta y convierte la mesura en una seña de identidad: la escritora ofrece, bien racionadas, las dosis justas de algunos ingredientes habituales en el género: uno o varios misterios, una o varias investigaciones, retratos oblicuos de la sociedad actual y retratos frontales de quienes la habitan.

No podían faltar, y se agradecen, varias puyas contra el gobierno de Silvio Berlusconi, el cual, bien mirado, no desentonaría en una futura novela del comisario Brunetti. ¿Que en qué papel? A ver si lo adivinan…

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