El legado por descubrir de Juan Serrano en Córdoba
Arte
Buena parte de las obras del artista del Equipo 57 están expuestas en un estudio a la espera de poder ser mostradas al público
El legado de Juan Serrano, en imágenes
Córdoba/El 1 de octubre de 2020, el público del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía quedaba subyugado por una instalación única: Alhambra, un laberinto a escala humana con motivos tomados del arte islámico desde la perspectiva de la abstracción geométrica y espejos que provocaba una inmersión del visitante en un espacio infinito, absorbente. Era una de las últimas obras de Juan Serrano, arquitecto y artista cordobés del Equipo 57, que unos días más tarde fallecía dejando atrás un legado de obras testimonio de su forma de entender el arte.
Ese laberinto, que todos los que visitaron recuerdan de forma vívida, era uno de los muchos que Serrano (nacido en 1929) había elaborado en los últimos años de su vida. Arquitecto de formación y posteriormente de profesión, formó parte de uno de los movimientos artísticos más interesantes de finales de los 50. Junto a un grupo de creadores en el que también estaban los cordobeses Juan Cuenca y José Duarte, con el faro de las obras de Jorge Oteiza, formó parte del Equipo 57, creado en París, en un momento de efervescencia de la abstracción a la que estos jóvenes artistas sumaron el apellido de geométrica. Propugnaban un nuevo comportamiento artístico desde el punto de vista del compromiso social, con obras entendidas como experimentos, el arte como medio de conocimiento.
Aunque realizaron solo 7 exposiciones y finalizaron su actividad en 1962, dejaron una fuerte impronta. Y Córdoba jugó un papel importante en ello, no solo como origen de varios de los artistas, sino como lugar de trabajo y encuentro, también de exposición y donde ensayar la integración entre las distintas disciplinas (pintura, escultura, diseño) en las que el Equipo 57 volcó sus investigaciones sobre el espacio físico y la interactividad del espacio plástico.
Con su disolución, Juan Serrano decidió dedicarse a la arquitectura. Consiguió una plaza como arquitecto en el Ayuntamiento de Córdoba y desde allí volcó sus investigaciones sobre el espacio, las tendencias racionalistas y analíticas en transformar la fisonomía de la ciudad. Suya es la renovación vivida en el bulevar del Gran Capitán, para el que diseñó no solo la zona peatonal, sino también los bancos (en los que se ve claramente la base geométrica), las farolas y la fuente de los cubos. También fue el encargado del proyecto de rehabilitación de la sede del Colegio de Arquitectos.
Cerrada esa etapa profesional, Serrano retomó su faceta más artística. Habían pasado tres décadas, pero el afán creativo estaba intacto. Y las técnicas y filosofía del Equipo 57, también. Como explica el arquitecto y cofundador de Amasce, Curro Crespo, que colaboró con Serrano, este “hacía muchas maquetas, experimentos, con materiales muy endebles en ocasiones. Trabajaba como en un laboratorio, haciendo pruebas, y cuando encontraba la pieza que quería la encargaba para su fabricación”.
Para ello recurría a artesanos de confianza, con los que conformaba un equipo que convertía la obra de arte en algo colectivo. Esa idea de la creación conjunta, de afrontar los retos de forma participativa “la llevaba dentro, era parte de su forma de trabajar también en la arquitectura”. La colectividad también aparece en su obra de otra manera: a través de piezas en las que se busca la participación del público, que sean interactivas, en las que el espectador es el que da la forma final moviendo algunos elementos.
Así ocurre en uno de sus múltiples laberintos. En ellos combina la reflexión sobre el espacio y la abstracción, entre lo finito y el infinito creado con un juego de espejos, en una configuración casi expresionista. “Me recuerdan a las ficciones de Borges”, explica Crespo. Algunos de ellos acompañaron a la instalación Alhambra en la exposición del C3A, en su tamaño maqueta y en él permanecen a la espera de ser ejecutados, para lo que fueron concebidos.
Como a la espera están muchas otras obras. Al final de su vida, Juan Serrano habilitó un almacén para convertirlo en su espacio expositivo, un lugar en el que mostrar su trabajo a los interesados. Abrir la puerta de esa gran habitación supone zambullirse en su mundo artístico, una explosión de color y geometría. Allí están algunas de sus sillas, tanto en formato maqueta como ya construidas; el prototipo de escultura giratoria que presentó al concurso que el Ayuntamiento de Madrid convocó para recordar a las víctimas de los atentados de Atocha, o una de las farolas del bulevar a pequeña escala. También piezas de decoración como la lamparita Candela o algunos de sus cuadros. Y muchas miniaturas, esos experimentos con los que buscaba la forma ideal. Parte de esas piezas están a la venta.
Pero sobre todo, lo que quieren la familia (su viuda, Anna Freixas) y amigos del artista es que ese legado artístico pueda ser disfrutado por la ciudadanía. Y que se conserve. “En el siglo XX se ha creado mucho. Hay artistas que merecen que su trabajo sea considerado y se conserve”, remarca Curro Crespo. “En Córdoba se habla mucho del patrimonio en referencia a lo tradicional, pero hay artistas contemporáneos que han trabajado en Córdoba y que han dejado un legado que merece ser conocido”. Hay un lapso temporal entre los fondos expuestos en el Museo de Bellas Artes y los del C3A que hay que cubrir.
En el caso de Juan Serrano, remarca, las obras representan además el trabajo de “todo un tejido humano, que ha estado implicado en la fabricación de estas piezas con su trabajo artesano. Son una parte de la ciudad”. Por ahora, el trabajo del artista está en ese showroom que creó para mostrarlo. Esa intención de abrirlo al público necesitaría de la colaboración público-privada, “requiere de una infraestructura o soporte”, explica Crespo. Mientras tanto, esas piezas llenas de color y luz permanecerán a la vista solo de algunos cordobeses.
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