El lenguaje del cómic
'Entender el cómic' (Astiberri) es una introducción a los secretos del lenguaje de la historieta, que puede escandalizar a quienes niegan al género el título de arte
Como toda expresión artística, el cómic tiene un lenguaje propio. Esto, que es una obviedad, quizás sea motivo de sorpresa, incluso de escándalo, para quienes todavía le niegan el estatus de arte, que son cada vez menos, aunque sigan siendo muchos. Por ejemplo, cuando se creó el Premio Nacional del Cómic, Vicente Molina Foix firmó un tristemente famoso artículo en el que deploraba que un "pintamonas" recibieran la misma consideración que un poeta o un novelista… Ahora bien, ¿en qué consiste este lenguaje? Uno de los artistas que más ahínco ha puesto en responder esta cuestión y, tal vez, el que más respuestas satisfactorias ha dado es Scott McCloud. En Entender el cómic (Astiberri) ofrece un ensayo en viñetas que demuestra no sólo que el cómic tiene un lenguaje singular, sino que dicho lenguaje se basta y sobra para explicarse a sí mismo.
Scott McCloud arranca esta ambiciosa propuesta sumiéndose en las procelosas aguas de la Historia en busca de precedentes, que no orígenes, del "arte secuencial": pinturas egipcias, tapices medievales, grabados ochocentescos, etc. Al igual que estas otras manifestaciones, el cómic emplearía una serie de imágenes en yuxtaposición para comunicar "algo". En el cómic, como en aquéllas, cada imagen por separado (cada dibujo) posee información, pero sólo la secuencia completa contiene el mensaje. La diferencia respecto al cine de animación, con el cual han querido emparentarlo, estribaría en que si bien una película puede escanciarse en fotogramas, que podrían entenderse como viñetas, todos se proyectan en un mismo punto del espacio, mientras en el cómic cada viñeta ocuparía un espacio diferente. McCloud se atreve a articular una definición técnica de cómic que resuma estas consideraciones previas: "Ilustraciones yuxtapuestas y otras imágenes en secuencia deliberada, con el propósito de transmitir información y obtener una respuesta estética del lector". La definición, muy retorcida, puede gustar más o menos, pero está lo suficientemente razonada como para sentirnos incapaces de rebatirla. El cómic es esto… y más.
El cómic es un arte activo, no pasivo, y exige ciertas aptitudes deductivas en el lector. Es tan sencillo como esto: hay personas incapaces de "leer" un tebeo (Vicente Molina Foix debe de ser una de ellas). Con extrema sensibilidad y una inagotable batería de ideas, Scott McCloud analiza qué fuerzas desencadena este humilde arte. Como representación visual de la realidad, el dibujo propone una simplificación de ésta que conlleva una intensificación de los elementos que, al simplificar, ha salvado en el papel (en todo arte se da esta "simplificación", en ninguno cabe la vida entera). En la manera de exponer los hechos, el cómic se sirve de una facultad denominada "clausura"; o sea, la capacidad de percibir el todo a partir de la observación de una parte. En el momento de la lectura, el lector hace presente lo que el dibujo omite, de modo que, de una viñeta a otra, sobreentendemos el inicio y el fin de una acción, la interacción entre personajes, el desplazamiento en el espacio, el paso del tiempo, etc. De ahí la importancia que adquiere la disposición de los elementos dentro del cuadro, la ordenación de dichos cuadros en la página o la distribución de las propias páginas en el tebeo. Como diría Roland Barthes, todo significa.
No se habla de un híbrido del arte del dibujo y de la literatura, sino de un arte singular cuyos instrumentos son el dibujo y -pero no es imprescindible- la palabra. El cómic explora desde antiguo las posibilidades expresivas de esta comunión o colisión. Hay tebeos en los cuales el dibujo te atrapa en un turbión arrebatador y otros en los que el texto te martillea después de haber cerrado el volumen, pero el milagro se obra cuando ambos armonizan y no cabe concebir el uno sin la otra. El cómic es esto, estamos diciendo, y más. No la suma de sus partes, sino su fusión. Como bien dice Scott McCloud, no hay una "ciencia" que explique en qué proporción deben mezclarse; esto depende del talento de artistas y escritores, de la "alquimia", de esa llamarada, esa humareda, ese azar que transforma el plomo en oro. En el cómic, como en el resto de expresiones artísticas, el prodigio no es raro.
Habría mucho que decir pero, de momento, quedémonos con una idea principal. El cómic tiene un lenguaje propio e inagotable.
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