Chicuelo, el eslabón perdido
Crítica taurina
Precursor del toreo moderno, el sevillano pasó a la historia por una faena magistral en 1926 en México con unos registros que repitió dos años más tarde en Madrid en una tarde gloriosa
Este año se cumple el centenario de la alternativa del torero hispalense Manuel Jiménez Moreno Chicuelo en los carteles. Cien años desde que Juan Belmonte le cediese los trastos para dar muerte a Vidriero, del hierro del conde de Santacoloma, en la Maestranza sevillana. La figura del torero sevillano, a día de hoy, está muy difuminada. Incluso poco conocida. Lo más que muchos conocen de Chicuelo es que fue un claro exponente de la llamada escuela sevillana, creador de un lance de capote, conocido por chicuelina, y que tal vez fue uno de los pioneros en aparecer en la prensa amarilla al casarse con una cupletista de fama y renombre, como fue Dora la Cordobesita.
El aficionado moderno sólo tiene ese recuerdo de un torero genial. La memoria vuelve a ser perezosa y sólo rememora lo banal y superficial. Chicuelo fue un espada heredero de la llamada Edad de Oro del toreo. Un torero que supo captar el mensaje de Gallito y Belmonte y que durante la llamada Edad de Plata adelantó el reloj del toreo siendo precursor de lo que vendría tras la contienda civil de manos de Manolete.
Gallito y Belmonte anunciaron durante la Edad de Oro del toreo nuevos conceptos. El primero ejecuta un toreo total. Domina al toro durante toda su lidia y muestra mil y un recursos para mantener al público atento a sus actuaciones. Gallito domina la lidia de principio a fin. Su toreo es dinámico y vistoso. Belmonte trae la quietud y el drama. No tiene el conocimiento de Gallito, pero esa quietud y el desgarro de su toreo hacen que sus formas pronto tengan numerosos seguidores. Joselito también se mira en Belmonte.
Se aprecia en fotos y películas de la época cómo Gallito ya asienta los pies durante la faena de muleta y trata de llevar al toro en redondo hasta donde llegan los brazos. Lástima que Bailaor en Talavera quebró para siempre lo que Joselito, el Gallo, trataba de poner en práctica. Es decir, su toreo dinámico, poderoso y estético, pero ligado y en redondo. No sabemos qué hubiera pasado si aquel toro de la viuda de Ortega no mata a Gallito en Talavera en el año 1920. Seguramente el toreo hubiera evolucionado de otra manera.
Chicuelo es directo heredero de la Edad de Oro.
Como buen sevillano conoce el toreo de los dos colosos. De ambos –de Gallito y Belmonte– bebe directamente. Intenta aunar la estética de José y el valor dramático de Juan. La empresa es difícil. Tras la muerte de Joselito y la retirada de Belmonte de los ruedos, el toro a lidiar vuelve a ser duro. Posiblemente uno de los más fieros de la historia. No hay nada más que ver la cantidad de cogidas mortales que se producen en aquellos años.
Chicuelo viaja a México. El toro azteca es mucho menos fiero y más pastueño. Chicuelo se encuentra con Lapicero, del hierro de San Mateo, el día 25 de octubre de 1926. El sevillano realiza ante él una faena magistral. Los cronistas hablan de toreo en redondo, ligado, llevando al animal hasta más allá de la cintura. El público exaltado cada vez que Chicuelo montaba el estoque, le pedía que siguiera toreando y el sevillano continuaba con la misma prestancia su labor. Después de dos pinchazos, estocada y descabello, se le concede una oreja de su oponente y da dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo del público. Chicuelo ha preconizado el toreo moderno.
Aquella faena no fue una casualidad. Dos años después, el 24 de mayo de 1928, Chicuelo la repite en Madrid. La faena es sublime. La quietud, la ligazón, el sentido de la estética y la personalidad, hacen que en los tendidos se desate la histeria colectiva. El público sin saberlo está viendo el toreo que vendrá a diario poco después. Chicuelo se inmortaliza ante el toro Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero. Tan magistral fue aquella faena, que el público solicitó la oreja antes de entrar a matar y que tras dos pinchazos y una estocada, premió con los máximos trofeos al torero hispalense.
Chicuelo trajo algo más que la chicuelina y la llamada gracia sevillana. Fue precursor del toreo, que años más tarde se impondría en toda España de manos de Manolete, al que curiosamente otorgó la alternativa en 1939. Es posible que sin saberlo, Chicuelo aquella tarde cediese al Monstruo de Córdoba el secreto del toreo de nuestros días, el llamado toreo moderno. Chicuelo: eslabón entre dos épocas gloriosas.
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