Un sarcófago, una higuera y un resucitado
Museo Arqueológico de Córdoba | Encuentro de Culturas
En Córdoba encuentro de Culturas destaca un sarcófago paleocristiano, 2,17 metros de mármol blanco fechados (gracias a una higuera) en el tercer cuarto del siglo IV
El Palacio de los Páez de Castillejo
Celosía: red y frontera
En Córdoba encuentro de Culturas siempre encuentras algo nuevo, un detalle, una pieza o alguna narración que ha pasado desapercibida. Pese a ser una joven exposición cuenta con el imponente sustrato de la ciudad superpuesta que es Córdoba y la riqueza de los yacimientos de la provincia. No en pocas ocasiones, cuando realizamos visitas a la exposición, entre la curiosidad y la costumbre, se convierte en un momento de encontrarse a uno mismo con ese carácter identitario y de arraigo que poseen las piezas arqueológicas. Ya sea por lo insólito de las mismas o porque las utilizaron, vieron o destruyeron aquellas personas que vivieron mucho antes que nosotros y que aún perviven en nuestro sustrato cultural.
En uno de nuestros paseos llegamos a una pieza verdaderamente curiosa que no deja indiferente a quien entra en el espacio dedicado al mundo funerario. Y es que el sarcófago paleocristiano, ya sea por su blanco mármol o por sus 2,17 metros, quiere recibirnos de la mejor manera y tiene lo que en museología se denomina ese poder de arrastre que hace que te acerques y fijes en él.
Este sarcófago procede de la calle del Almendro esquina con la avenida Cruz de Juárez, en el actual barrio de Santa Rosa de Córdoba. Fue hallado durante la urbanización de esa zona en enero de 1962 a escasos 3 metros de profundidad y su recuperación fue rápida por parte de la empresa constructora. Todo ese espacio al norte de la muralla romana fue durante ese periodo una de las necrópolis de Colonia Patricia. Realizado en mármol blanco, posiblemente de origen itálico, tiene como principal característica que su frontal se encuentra decorado con cinco escenas en bajo y medio relieve, y una sexta que se escapa del resto y que hace que sea diferente.
Las cinco escenas principales se encuentran representadas bajo arcos sustentados por columnas. En ellas personajes bíblicos demuestran la religión bajo la que el difunto se identificaba, el cristianismo. En estos primeros años la religión cristiana está buscando un lenguaje artístico propio. Comenzará tomando elementos de la plástica figurativa romana. Así, a través de sencillas narraciones transmite los pasajes de las Escrituras. De izquierda a derecha tenemos el sacrificio de Isaac, la predicción de la negación de san Pedro, la multiplicación de los panes y los peces, Adán y Eva y El milagro del agua de Horeb por Moisés. Realizados en un estilo muy narrativo y en un relieve un tanto tosco, estas escenas se encontraban seriadas y las vemos repetidas con variantes en otros sarcófagos. Y es que los talleres de la península itálica se encargaron de seriar las escenas que aparecieron en los sarcófagos que se enviaron a todas las partes del territorio controlado por el Imperio romano.
Junto con las escenas principales en los intercolumnios, en la parte superior se encuentra narrada la historia del primero de los resucitados de los que habla la Biblia, Jonás. Este fue engullido por una ballena y tras tres días dentro de la misma, fue vomitado en la costa para cumplir su misión. Aquí lo vemos como un ejemplo de un vuelto a la vida tal y como el difunto cristiano esperaba su resurrección en la vida eterna.
Llama la atención la ausencia de las cabezas de los personajes principales. Y es que seguramente esta pieza habría sido reutilizada posteriormente y las mismas fueron eliminadas.
El último de los enigmas que plantea el sarcófago es fecharlo y para ello la escena dedicada a Adán y Eva es crucial. Tradicionalmente se ha identificado el fruto prohibido con una manzana, pero en esta representación es claramente una higuera por las formas de las hojas y sus frutos. El hecho de identificarlo con una manzana se debió a un error en la traducción de la Biblia del hebreo al latín, en la conocida como la Vulgata. Encargada por el papa Dámaso I a San Jerónimo en el año 382, la traducción de "malo" en hebreo llevó san Jerónimo a confundirlo con el término “manzana”. Desde entonces lo que antes se presentaba con una higuera pasó a ser un manzano. Por tanto, este sarcófago puede fecharse en el tercer cuarto del siglo IV, tanto por sus características estilísticas que lo enmarcan en el periodo plenamente constantiniano como por el detalle de la representación de la higuera.
Desde 1962, fecha del hallazgo, ha ocupado un lugar preeminente dentro del montaje expositivo del Museo Arqueológico de Córdoba. Muchos lo recordarán cuando se encontraba en la galería norte del patio II del montaje del Palacio de los Páez de Castillejo, justo entre la sala V y VI. En la actualidad se presenta como pieza principal que ilustra los ritos funerarios de las primeras comunidades cristianas en los inicios de la tardoantigüedad.
Para finalizar, vuelvo a recuperar ese poder de arrastre del sarcófago al que nos referíamos al principio y recordando una publicación de hace un tiempo en las redes sociales del Museo en la que terminábamos con esta paródica frase: ¿Y a quién no le va a gustar un sarcófago paleocristiano romano del siglo IV?
También te puede interesar
Lo último