Mustaq, madre de al Mugira, el príncipe que pudo reinar

Historia de Córdoba con nombre de mujer

Fue la esposa favorita de Abd al-Rahman III en los últimos años de su vida y su historia es un claro exponente de las luchas internas por el poder en al-Ándalus

Tarub y al-‘Sifá, concubinas del emir Abd al-Rahman II

Inscripción de Mustaq 971-976. / Archivo MACO
Ana M. Zamorano Arenas - Arqueóloga, presidenta de Amigos de Medina Azahara

22 de septiembre 2024 - 06:59

Córdoba/A lo largo del periodo omeya andalusí, las mujeres de la casa real tuvieron un papel fundamental en el ámbito privado de la corte, donde se gestionaba la reproducción dinástica y el traspaso de poderes. La monarquía islámica no se trasmitía por primogenitura, los herederos al trono eran seleccionados y nombrados por el califa entre todos sus hijos, nietos o hermanos. Por esta razón, la posición de la madre de un hijo varón era muy importante en la familia real e hizo que alguna de estas madres alcanzara posiciones de gran poder en el alcázar, especialmente si se trataba de la madre del heredero designado.

Las escasas referencias a las mujeres de la corte en al-Ándalus están relacionadas principalmente con su papel como esposas, concubinas o esclavas de emires y califas, madres del posible heredero, piezas clave a la hora de determinar la sucesión al trono y el futuro de al-Ándalus. Cualquier mujer que tuviera un hijo con el emir o el califa adquiría el título de Sayyida (señora), título que recibían en la casa real cordobesa las mujeres de su propia familia, aquellas de origen árabe y por tanto nobles, o las mujeres que gozaban del favor especial del soberano y eran madres de uno de sus hijos varones, muchas de ellas habían sido esclavas en origen.

En algunas ocasiones, aparecen algunos nombres de estas mujeres vinculados a la construcción de la ciudad. Gracias a su capacidad para gestionar sus bienes de manera independiente, las mujeres de la casa real tuvieron un papel público fundamental, participaron en la construcción del espacio sagrado de Córdoba, actuaron como benefactoras de la comunidad musulmana y formaron parte de los programas de islamización de la sociedad cordobesa. Esposas, concubinas o esclavas se encargaron de sufragar los gastos de construcción y mantenimiento de algunas mezquitas y fundaciones piadosas. Alrededor de estas mezquitas surgieron barrios que a veces llevaban el nombre de sus fundadoras, como las mezquitas de Tarúb, Fahr, Mut’a, o, la mezquita y el arrabal de Sifá, entre otras.

A partir del nombre propio de estas mujeres conocemos si su origen era servil o aristocrático. Las hijas de la familia omeya solían llevar nombres relacionados con la familia del profeta, como Fátima -esposa de Abd al Rahman III- o nombres teóforos -Amat al Rahman, equivalente femenino de Abd al-Rahman-. Las esclavas recibían nombres neutros, sin perfil religioso, referidos a objetos o conceptos agradables, o a sentimientos amorosos: Flor, Luna, Perla, Hermosura…. No era esclava cualquiera, debían estar dotadas de gran belleza, a ello había que sumar una cuidada educación, eran conocedoras de las artes clásicas, de la cultura árabe islámica, de la música y la poesía… casi siempre eran seleccionadas y educadas desde jóvenes. 

Mustaq - la Deseada- fue una de estas señoras, esclava -Yawari- en origen, madre -Umm Walad- del príncipe al Mugira, el hijo menor de Abd al Rahamn III -primer califa de al-Ándalus-, hermano de al Hakam II -príncipe heredero- y tío de Hisam II -el último califa omeya en subir al trono-. Mustaq fue la madre del príncipe que pudo reinar, pero fue estrangulado el día siguiente de subir al trono Hisam II, apoyado por su madre Subh -Aurora- y el general Almanzor.  

No son muchas las noticias sobre Mustaq. Sabemos por el historiador Ibn Hayyam, autor de los Anales sobre los emires de Córdoba, que fue la esposa favorita de Abd al-Rahman III en los últimos años de su vida. Compartió el favor de Abd al Raman III con Maryan -Coral-, madre de al Hakam II. Mustaq y Maryan fueron las únicas mujeres, de las muchas que hubo en el harén de Abd al Rahman, que tuvieron gran importancia en la vida privada del califa. Maryan, la madre de su heredero, al Hakam, y Mustaq, que, tras la muerte de Maryan, llegó a ocupar un lugar de privilegio, gozó del favor del califa durante los últimos años de su vida, y tuvo a su hijo menor, al Mugira. 

En el Museo Arqueológico de Córdoba se conserva una pieza que nos habla de un acontecimiento relacionado con Mustaq. Se trata de una inscripción aparecida en 1844 en la calle Roelas de Córdoba, en una casa inmediata a la iglesia de San Lorenzo, una inscripción conmemorativa sobre una fundación ordenada por ella. Esta inscripción es la más antigua conocida sobre este tipo de fundaciones femeninas y una de las tres conservadas en al-Ándalus con esta temática. Está fechada entre 971 y 976, al menos diez años después de la muerte de Abd al Rahman y antes de la muerte de al-Hakam II.

La inscripción narra la construcción de un alminar y la reparación de una galería de una mezquita, posiblemente la actual iglesia de San Lorenzo. Su traducción dice: 

“En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. No hay fuerza ni poder sino en Él. Ha ordenado la Señora Mushtaq, madre del hermano al-Mugira, la construcción de este alminar y la galería contigua a él, y la renovación de los enlucidos de esta mezquita. Se completó, con ayuda de Dios, bajo la supervisión de Atiq ibn Abd al-Rahman, su servidor, en el mes de ramadán de trescientos…”

La fecha de la inscripción -ya muerto Abd al-Rahman III, su esposo- hace pensar que Mustaq disfrutó de una posición elevada en la corte durante el califato de al-Hakam II, lo que le permitió ordenar la fundación pía conmemorada en el epígrafe, donde ella aparece designada con el título de al-Sadiyya, en tanto que madre de un príncipe omeya, hermano del califa. 

En 968, pocos años antes de la inscripción, al-Mugira, su hijo y hermano de al-Hakam II, recibió como regalo un bote de marfil. Las escenas representadas en el bote han hecho pensar que podría tratarse de un obsequio por su mayoría de edad, y un testimonio de su madurez política, de su aptitud para el cargo más elevado. Conocido como el bote de al-Mugira, se conserva en el Museo del Louvre y se trata de una de las grandes obras del arte andalusí.

Al Muguira tenía 27 años cuando su hermano, el califa Al-Hakam II, tuvo descendencia. Al Hakam II murió cuando su único hijo vivo, Hisam, tenía solo 10 años. Se sabe que al Mugira llegó a disputarle el trono a Hisam, para ello contó con no pocos partidarios. Finalmente, al día siguiente de la muerte de al- Hakam II, el mismo día que fue proclamado califa Hisam II, al-Muguira fue estrangulado. No sabemos mucho más sobre su madre Mustaq.

De esta forma, la caída del califato de Córdoba quedó ligada a la subida al trono de un niño de 10 años, apoyado por Subh, su madre, y el general Almanzor, su protegido. 

Mustaq y su hijo al Mugira se convirtieron en un claro exponente de las luchas internas por el poder en al Andalus. Un episodio que refleja como el papel de estas señoras, madres de hijos del califa, podía ser determinante en la gestión del traspaso de poder en el ámbito familiar y privado de la corte. 

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