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Toros
Si repasamos detenidamente los carteles que se van haciendo públicos, podemos comprobar que los nombres de las espadas que los conforman llevan repitiéndose con mucha asiduidad durante las últimas campañas taurinas. Matadores con muchos años de alternativa, toreros que por unas causas u otras, mantienen un lugar de privilegio en un escalafón cada vez más viciado y que ha perdido frescura de una manera vertiginosa.
Los nuevos nombres que van llegando, capaces de ilusionar a la afición, lo hacen tras varios años de alternativa. Esto provoca que la maduración de un torero sea cada vez más lenta, llevando a muchos, por la falta de contratos, a abandonar su sueño, bien engrosando las filas de los toreros de plata o bien dedicándose a otros menesteres alejados del mundo del toro.
Esta tauromaquia moderna, manejada al antojo de un sistema endogámico y cerrado, ha estrangulado el proceso natural del toreo. Los festejos menores, fundamentalmente las novilladas con picadores, han ido desapareciendo, no solo de los grandes ciclos, sino también de plazas donde siempre fueron habituales. El pretexto siempre ha sido su alto coste, similar al de una corrida de toros, por lo que poco a poco, se fue ahogando el camino natural para la renovación de los futuros espadas.
Como oasis en el desierto han quedado las clásicas ferias de Calasparra, Arnedo o Algemesi, válvula de escape para los que empiezan, ya que en otras plazas la celebración de festejos menores es una utopía, puesto que el sistema ha optado por la no celebración de novilladas alegando su alto coste.
Luego también están aquellos empresarios, de poco escrúpulo y menos vergüenza, que para la organización de una novillada picada exigen a los actuantes el pago de alguna cantidad, o bien la venta de entradas, cerrando puertas a aquellos que no gozan de buena cartera y obviando incluso al pago de los honorarios mínimos de estipula el vigente convenio taurino.
En estos casos, tanta culpa tienen los organizadores como los aspirantes que se prestan a tan lamentable juego. Es obvio que aquellos que no pasan por el túnel del pagar por torear se lo juegan todo a una carta, que no es otra que intentar triunfar a toda costa en plazas de primera categoría, como es el caso de Madrid, donde un éxito les hubiera permitido en otro tiempo entrar en el circuito y torear un buen número de festejos. Antes, los novilleros toreaban un buen número de festejos para presentarse en Madrid. Hoy, la puerta para torear pasa por un triunfo en Madrid, lo que ocurre es que con tan poco bagaje ese triunfo no es más que un sueño o una utopía.
También se estrecha el canal un escalón más abajo. Muchos novilleros sin picadores, aquellos que por unas causas u otras han dejado de pertenecer a alguna escuela taurina, también tienen un panorama desolador. Cierto es que se celebran, o parece que se organizan, muchos festejos sin picadores para noveles.
La verdad es que en realidad no son realmente lo que parecen ser, sino clases prácticas, con un coste organizativo mínimo, en las que únicamente pueden actuar alumnos de escuelas taurinas inscritas en los organismos oficiales como tales. Funcionalmente no existe diferencia entre una novillada sin picadores y una clase práctica. La única divergencia es la administrativa, ya que como se ha expuesto, en ellas solo pueden actuar alumnos de escuelas taurinas.
De ahí que aquellos que perdieron tal condición, apenas tienen oportunidad alguna de actuar de luces, emergiendo de nuevo la picaresca de organizadores que piden a los chavales un dinero por actuar, en unas condiciones nada favorables para aquellos que intentan ser toreros.
Por todo ello, hay que poner de manifiesto el plausible detalle de la gestora del Coso de los Califas, Lances de Futuro, con la inclusión de los festejos que se celebrarán en la próxima feria de una novillada con picadores. Seis años han transcurrido desde que el coso de Ciudad Jardín celebrara un festejo de este tipo.
Los actuantes fueron entonces Ginés Marín, Varea y Lagartijo, que a la postre fue triunfador cortando dos orejas, quienes estoquearon una novillada de Luis Algarra. Desde entonces, las novilladas picadas han estado ausentes del ciclo ferial, cuando no hace tanto, y como tradicionalmente fue, Córdoba abría sus puertas para la celebración de festejos menores. Habitual era la inclusión de una o dos novilladas en los carteles de la Feria de la Salud, como también organizar alguna en junio con los triunfadores, dando la oportunidad a muchos toreros cordobeses de torear en la plaza de su tierra.
Córdoba volverá a ser lo que fue. Todo vuelve. Poco a poco a la normalidad, y de nuevo tres chavales con un sueño -Lagartijo, Tomás Rufo y El Rafi- partirán plaza el viernes 14 de mayo en Los Califas para, al menos, intentar cumplirlo. Esperemos -la empresa ha apuntado que es su deseo- que las novilladas vuelvan, sobre todo cuando termine la pesadilla que estamos viviendo, a ser algo natural en nuestra plaza. Es la única manera de que este una bocanada de aire fresco en la fiesta de toros. En las novilladas, ya sea picadas o sin picar, esta la renovación de la tauromaquia.
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