La ópera de las emociones

Autor: Giacomo Puccini. Reparto: Norma Fantini, soprano; Sergio Escobar, tenor; Carlos Álvarez, barítono; Francisco Santiago, bajo; Enric Martínez, barítono; Pablo García López, tenor; Domingo Ramos, barítono; Irene Mira, soprano. Coro de Ópera Cajasur (directora: Irina Trujillo). Escolanía-Escuela de Canto Coro de Ópera Cajasur (directora: María Auxiliadora Belmonte). Orquesta de Córdoba. Dirección musical: Lorenzo Ramos. Dirección de escena: Mario Pontiggia. Fecha: viernes 24 de abril. Lugar: Gran Teatro. Lleno.
Tosca es una ópera que sorprende a cada escucha por la calidad de su música. Puccini parece utilizar los más eficaces recursos de las vanguardias musicales de su tiempo (c. 1900), incluso del naciente expresionismo musical, para ponerlos al servicio de la emoción de un drama, cuya esencia sigue siendo actual. Tosca habla de emociones y situaciones que no dejan indiferente a nadie: la corrupción del poder, la fuerza revulsiva del arte, el valor de la lealtad, la violencia brutal que puede oponerse al amor. Y lo hace con los conocidos ingredientes del teatro musical de su autor: la psicología, la variedad, la agilidad, la síntesis y el dominio asombroso de la escena. Ello, aplicado a lo estrictamente orquestal, produce en el oyente moderno la sensación, agradable aunque un poco desconcertante, de estar escuchando música de cine.
Todos esos elementos del arte de Giacomo Puccini (1858-1924) llegaron en alto grado al público que el viernes llenaba el Gran Teatro. Atento a los rituales del género, aplaudió las brillantes arias y los tres eficacísimos finales de acto. Y supo valorar la maestría de todo el elenco, que fue muy notable. Me pareció que gustó mucho el tenor Sergio Escobar, de voz potentísima y expresiva, así como, por supuesto también, el barítono Carlos Álvarez, excelente en cuanto actor además, y la soprano italiana Norma Fantini, cuyo dominio natural del papel impresionaba. La orquesta y los coros (bravo por la iniciativa de la Escolanía) me parecieron estupendos. Como la dirección musical de Lorenzo Ramos.
La escenografía, de corte tradicional, sólo pecó de pobre en exceso en el tercer acto: un marco pequeño para una tragedia gigante. En realidad, este aspecto de la producción de la Ópera de las Palmas de Gran Canaria fue en declive, ya que la puesta en escena empezó siendo bellísima en el arranque de la ópera. Una mención especial para el muy logrado vestuario.
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