Más de 100 piezas de Medina Azahara, "la ciudad resplandeciente", brillan en una exposición en Nueva York

Patrimonio

La exposición monográfica podrá visitarse hasta el 2 de marzo de 2025 en el Instituto para el estudio del mundo antiguo (ISAW)

Las imágenes de la inauguración de la exposición sobre Medina Azahara en Nueva York

Dos capiteles de avispero de época califal integran la muestra presentada en Nueva York.
Dos capiteles de avispero de época califal integran la muestra presentada en Nueva York. / Ángel Colmenares / Efe
Javier Otazu / Efe

29 de octubre 2024 - 21:27

Nueva York/Más de cien piezas procedentes del conjunto arqueológico de Medina Azahara, la ciudad palaciega en las cercanías de Córdoba que brilló apenas setenta años entre el siglo X y el siglo XI, se exponen desde este martes en el Instituto para el estudio del mundo antiguo (ISAW, Institute for the Study of the Ancient World) de Nueva York. La exposición podrá visitarse durante cuatro meses, hasta el 2 de marzo de 2025.

La exposición Medina Azahara, la radiante capital de la España musulmana consiste en piezas de cerámica, urnas de marfil, monedas, candiles, suntuosos capiteles califales y un cervatillo de bronce que cumplía las funciones de surtidor de una fuente en lo que se cree fue el palacio más lujoso en la Europa medieval.

Esas piezas proceden de cuatro museos andaluces -el Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra, el Museo Arqueológico de Córdoba, el Museo de Jaén y el Museo Arqueológico de Jerez-, pero también de cuatro centros de Nueva York: el Metropolitan, el museo de Brooklyn, la Hispanic Society y la Numismatic Society. En el caso de las procedentes de España, son 111 las piezas que han viajado prácticamente en envases individuales y con temperatura controlada, una operación financiada por el instituto estadounidense.

Es la primera vez que se organiza una exposición tan ambiciosa sobre la ciudad califal, y la primera en que esas piezas salen de España, destacó Antonio Vallejo, director del conjunto arqueológico de Medina Azahara y que lleva treinta años de su carrera dedicado a una ciudad de la que apenas se ha excavado un 11% de las 112 hectáreas que ocupaba.

La consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo, también viajó a Nueva York para la ocasión y destacó que es una oportunidad única de dar a conocer a los estadounidenses "la importancia del califato omeya y su influencia en toda Europa" gracias a la "la monográfica más ambiciosa sobre Madinat al-Zahara fuera de Andalucía".

Antonio Vallejo, director del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra, muestra un plano de la antigua ciudad califal.
Antonio Vallejo, director del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra, muestra un plano de la antigua ciudad califal. / Ángel Colmenares / Efe

"Consideramos que esta muestra va a suponer un antes y un después en la percepción de los americanos del rico legado patrimonial de Andalucía, al poner a su alcance la historia del mayor yacimiento arqueológico musulmán de Europa", señaló la titular de Cultura y Deporte.

"A pesar de que la resplandeciente capital de los califas omeyas fue un reconocido centro de ciencias, artes y literatura del mundo medieval, lo cierto es que la historia de los reinos islámicos de Europa se ha contado en muy pocas ocasiones", afirmó durante la inauguración el director Leon Levy de ISAW, Alexander Jones, que también participó de un acto que contó con la presencia de la fundadora de este centro de investigación de posgrado, la filántropa Shelby White, y la coordinadora neoyorkina de la muestra, Roberta Casagrande-Kim.

Un palacio único en la mayor ciudad de Europa

A mediados del siglo X, la dinastía de los omeyas reinaba indiscutiblemente en Al Andalus y había hecho de Córdoba la ciudad más grande y desarrollada de toda Europa, con grandes avenidas y un sistema de alcantarillado único en su tiempo, recuerda Eduardo Manzano, comisario de la exposición junto a Vallejo.

En aquella ciudad de algo menos de 100.000 habitantes, el califa Abderrahmán III hizo construir una ciudad-palacio a las afueras de Córdoba, en una suave colina en el valle del Guadalquivir, a la que llamó Medina Azahara. Durante siglos, se dijo que Azahara era el nombre de su amada, pero la arqueología ha demostrado que más probablemente el nombre significa "la ciudad fulgurante" o "resplandeciente".

Dicen las crónicas de la época que los embajadores de los reinos cristianos, o los llegados del vecino Bizancio, recorrían con asombro los suntuosos pasillos antes del Salón del Trono, el corazón de la ciudad, donde les recibía el califa. Según la leyenda, el califa situaba en los pasillos a visires ricamente vestidos para confundir a los embajadores, que iban haciendo reverencias creyendo en cada ocasión que habían llegado al califa, para ser sacados de su error.

Manzano dice que seguramente eso es solo parte del imaginario colectivo, pero da una idea del boato del que le gustaba rodearse a Abderrahmán III, y luego a su hijo Al Hakem II.

Se han encontrado en las ruinas de la ciudad abundantes columnas romanas reutilizadas -toda una costumbre muy mediterránea- pero también bustos romanos que se conservaban "para resignificarlos", cuenta Vallejo, es decir, era una forma que tenía el califa de mostrar su superioridad sobre la civilización que le había precedido.

Las piezas más llamativas de la muestra

Grupo de piezas que forman parte de la muestra.
Grupo de piezas que forman parte de la muestra. / Ángel Colmenares / Efe

Las piezas más llamativas de la exposición son dos capiteles califales, labrados con una técnica de nido de avispa que los hace completamente reconocibles y cuya factura es única en todo el mundo, también el musulmán.

Entre estas piezas seleccionadas por los dos comisarios, Antonio Vallejo y Eduardo Manzano, también se hace especial hincapié en el significado del ataurique, a través de frisos epigráficos, procedentes de la ciudad califal. Destacan, asimismo, el esenciero de plata y bronce repujado del Arqueológico de Córdoba, el Tesoro de la Charilla, compuesto por 44 piezas de arte hispanomusulmán, procedente del Museo de Jaén y el ataifor (plato) califal con ciervo, del Museo de Jerez.

La muestra resalta el gusto internacional de los califas por las artes de lujo, como demuestran las cajas de cosméticos de marfil intrincadamente talladas, muy apreciadas en todo el mundo medieval, así como los ejemplos de cerámica vidriada, que transmitían el poder del califa a los numerosos visitantes de la ciudad, entre los que se encontraban los embajadores de otras cortes medievales. Los talleres reales elaboraban regalos para gobernantes extranjeros, como surtidores de bronce con forma de animales, frascos de perfume de plata y joyas ornamentadas de oro, perlas y piedras semipreciosas. En la exposición se presta atención especial a las contribuciones de los Omeyas a la ciencia y la tecnología a través de la exhibición de relojes de sol que se utilizaron en la astronomía islámica temprana.

Visitas y talleres

De forma paralela a la exposición Madinat al-Zahra: la capital brillante de la España islámica se ha editado un catálogo bilingüe, coordinado por los comisarios de la muestra, que reúne las aportaciones científicas de trece grandes expertos que aspira a convertirse en una obra de referencia sobre Madinat al-Zahara y el Califato de Córdoba.

También se ha programado un amplio abanico de actividades paralelas, entre las que se encuentran visitas y talleres de formación para profesores, conferencias públicas con historiadores destacados, un concierto gratuito de música a cargo de The New York Andalus Ensemble y talleres de dibujo en galería con la ilustradora Joan Chiverton.

La consejera Patricia del Pozo, ante una de las piezas de la exposición.
La consejera Patricia del Pozo, ante una de las piezas de la exposición. / Ángel Colmenares / Efe

El fulgor de Medina Azahara fue muy intenso pero muy breve: a la muerte de Al Hakem II, le sucedió su hijo con solo 11 años, pero el ambicioso ministro Almanzor le disputó el trono y comenzó entonces una fitna o guerra civil entre clanes omeyas que tuvo por efecto inmediato el saqueo de la ciudad califal para que Almanzor levantase otra en su nombre.

A mediados del siglo XI, ya las crónicas hablan de cómo sus muros se caían a pedazos y la maleza se apoderaba del lugar. Las columnas, las vasijas, las monedas y todos los objetos palaciegos fueron robados y vendidos, terminando siglos después en manos de marchantes de arte, que los trajeron a lugares tan remotos como Nueva York o Toronto.

Y sin embargo, los neoyorquinos probablemente desconocen que allá por el siglo X, Medina Azahara era una de las capitales del mundo.

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