"La poesía no es un género literario"

Joan Margarit. Poeta

El catalán vuelve a Córdoba el próximo sábado para protagonizar el penúltimo acto del encuentro. Afirma que hacer poemas le cuesta ahora más que cuando era joven.

Joan Margarit, entre naufragios y señales.
Joan Margarit, entre naufragios y señales.

Cosmopoética recibe el próximo sábado, en su última jornada, a Joan Margarit (Sanahuja, 1938), que leerá sus poemas en la sala Orive (18:00), presentado por José Ignacio Montoto. Ganador de diversos premios, entre sus libros destacan Joana, Cálculo de estructuras y Casa de misericordia. La editorial Austral publicó el pasado año Todos los poemas (1975-2012), con prólogo de José-Carlos Mainer.

-Usted afirma en esta obra que intenta ejercer una inteligencia sentimental a través de la poesía. ¿Cómo ha afectado el paso del tiempo al desarrollo de este ejercicio?

-En realidad la inteligencia sentimental es recordar que del cuello para abajo no hay nada. Cualquier cosa a la que llamemos corazón o, en plan brutal, cojones, está en el mismo sitio: arriba. En el fondo es un recordatorio de una realidad olvidada. Y supone decir: mire usted, yo soy realista.

-También habla de la subjetividad como fuente de su poesía.

-Es la fuente de mi poesía y la fuente de sus artículos y la de todo lo que está haciendo Mariano Rajoy. ¿Qué otra cosa tenemos que la propia vida? Me hace gracia cuando dicen que un poeta habla de su vida: oiga, no va a hablar de su muerte. Es que no puede hablar de otra cosa. Otro tema es que sea más o menos críptico, que haya cosas que no las toque y para no tocarlas ponga otras encima o delante. Eso es otra historia, eso es el estilo o como quiera usted llamarlo. No hay otra pista de despegue que la propia vida, nadie tiene otra, ni quien escribe poesía ni quien escribe prosa o instancias en el Ayuntamiento. De ahí partimos todos, otra cosa es hacia dónde nos dirigimos y qué medios utilizamos.

-¿Qué es el estilo?

-En poesía es algo distinto de lo que es en la prosa. Si me permite ser un poco grandilocuente, la poesía busca la verdad mucho más que la prosa. Si no buscáramos la verdad, para qué liarnos haciendo un empleo tan estrambótico, tan difícil de las palabras: con la prosa bastaría. Pero a la prosa le ocurren dos cosas: por un lado, se le cuela una serie de falsas verdades, de mentiras; por otro, cuando quieres llegar hasta cierto punto en algún tema, la prosa no llega. Así que no hay más remedio que inventar un artilugio que se llama poesía, que se distingue tanto de la prosa como se puede distinguir la música. Esto nos lleva a un equívoco: decir que la poesía es un género literario. La poesía no es un género literario, salvo para quien piense que todas las palabras que hay en un papel o en una pantalla de ordenador representan un género literario; entonces también lo es lo que hace el funcionario del Ayuntamiento. Es muy pobre esta acepción de género literario. Yo creo que lo importante es lo que se busca. La prosa busca una variedad de cosas pero no está especializada en buscar la verdad. Casi está más especializada en buscar la mentira. Y no digo esto en detrimento de la prosa: simplemente es una característica. Yo tengo la sensación de que en lo que busco estoy más cerca de Beethoven, para entendernos, que de Thomas Mann.

-¿Cuánto hay de arquitectónico en su poesía?

-La arquitectura ha sido mi vida. Es como si usted me preguntara cuánto hay de mi hija, de mi padre, de mis fracasos amorosos... La arquitectura ha sido una manera de ver el mundo y de estar en él. Si en el mundo no estás cumpliendo con lo que cumplen todas las personas, naciendo, reproduciéndote, trabajando, comiendo y muriéndote, no estás en el mundo. Has de ganarte tu estancia en el mundo. Usted se la gana haciendo entrevistas y yo me la he ganado (ya estoy jubilado) como arquitecto. Sin yo planteármelo me fui hacia un lado de la arquitectura que es el cálculo de estructuras, en el que me deslizo hacia un territorio que, como la música, se parece quizá más a la poesía: el territorio de la matemática y el cálculo. No es un territorio lingüístico y va hacia una zona de búsqueda de la verdad, por llamarlo de una manera grandilocuente, aunque no quiero serlo. Las matemáticas, la música, la poesía están cerca entre sí; no pasa lo mismo con la novela o con la mayor parte de las novelas. Generalmente si la novela pisa ese territorio se equivoca; en ese caso vale más que se haga poesía.

-Usted sitúa el nacimiento de su obra en un momento determinado, el año 1987 con la publicación de Luz de lluvia. ¿Por qué en ese momento?

-Cada uno vive la complejidad de su historia. Yo he vivido una complejidad que en pocas palabras podemos concretar como Guerra Civil. Y desde un punto de vista lingüístico. Le cuento una anécdota para situar el punto de arranque. Posguerra inmediata, años 40, yo voy con un compañero por el pueblo en que vivía, hablando en nuestra lengua, en catalán, que en aquel momento está prohibida, y en un momento me dan un coscorrón y oigo una voz a mi lado, me vuelvo y veo un uniforme (no me acuerdo si era de policía o de guardia civil) y me dice: "Habla en cristiano, chico". Esto en mi casa, en mi pueblo. Es un arranque. Empieza mi formación en la escuela y en el instituto: toda en castellano. Los críos van haciendo su vida y van haciendo lo que les dicen. En casa están tan aterrorizados que no hay formación de ningún tipo, ni en castellano ni en catalán, cada uno hace lo que puede para comer. Llega un momento, a los 18 años, viviendo en Santa Cruz de Tenerife, el sitio más bonito en el que he vivido, el único sitio al que quisiera volver, en que yo me digo que quiero ser poeta, y como la poesía es cultura y mi cultura es castellana, empiezo en castellano. Craso error de juventud. La poesía no es la prosa, pero yo entonces no lo sé. Empiezo a hacer poesía en castellano e ignoro una cosa muy sencilla: la cultura es una catedral riquísima, pilastras, rosetones, contrafuertes, bóvedas, arcos..., pero la poesía no está por ahí, hay que buscarla en un agujero que hay abajo del todo y que se llama cripta. En ese agujero está la poesía, y es la lengua materna. No hay un solo gran poeta que no haya escrito en su lengua materna. Y que no nos citen a Rilke, al que citan siempre cuando quieren alterar esto. Rilke jamás habló otra lengua que la alemana. Pertenecía a la gran cultura alemana de Centroeuropa que se extiende por Checoslovaquia, Rumanía, Hungría... Yo voy descubriendo todo esto paulatinamente y sobre los 40 empiezo de nuevo, en catalán, pero sin renunciar al castellano. Desde entonces ocurre que yo empiezo siempre un poema en catalán (a mí un poema me dura meses y meses) pero a los cinco minutos tengo ya dos poemas, en catalán y en castellano. A veces en mi tierra me preguntan por qué no escribo solo en catalán y lo que respondo es que no le voy a hacer ese regalo al general Franco. Él me obligó a aprender bien el castellano, he leído y escribo en castellano y amo el castellano. No hay problemas políticos ahí: no hay más que amor, afecto y búsqueda de la verdad. Con esto me ahorro una cosa: si usted mira mis obras completas verá que la poesía juvenil no existe. Y es un peso para todos los poetas. El principio suele ser un coñazo.

-Cuando revisó su obra para la edición de Austral, ¿qué sorpresas encontró?

-Me conozco y veía perfectamente qué estaba buscando. Pero me olvidaba de que en poesía la herramienta no es una vulgar herramienta: en poesía el estilo, la forma y el fondo componen una sola cosa. Hablarle a un poeta del estilo, del fondo o de la forma es como preguntarle a alguien que está rezando en qué estilo reza. Es lo de menos. Es todo a la vez.

-¿En qué momento se encuentra como poeta?

-En el mismo en que me encuentro como persona. Yo me encuentro en lo que antes se llamaba tercera edad y que ahora debe ser la quinta más o menos. Ahora hay muchas edades y la última es una edad que nuestros antecesores no tuvieron, un buen momento fuera de una cierta circulación vital en la sociedad pero en cambio con una actividad poderosa en cuanto a la inteligencia. Esto es una novedad. Si el cuerpo te respeta es una zona magnífica. Hago una cosa que no pude hacer de joven: estar todo el día con la poesía. Lo que ocurre es que hacer un poema me cuesta mucho más ahora que antes, depuro muchísimo más. Estoy feliz porque el final de la vida, la desaparición, es algo que también está muy bien: no hay otro final mejor, cualquier otro me horrorizaría. Y está bien llegar a eso con una cierta calidad de vida.

-¿Cómo ve usted la relación entre poesía e ideología? ¿La poesía se empobrece cuando se ideologiza?

-Sí, se empobrece. El mejor poeta social que ha tenido España es Blas de Otero, y su mejor poesía está en el volumen que ha tenido a bien publicar su viuda, nunca se lo agradeceremos lo suficiente, Hojas de Madrid con La galerna, que de social tiene poco. Lo cual no quiere decir que yo desprecie la poesía social de Blas de Otero, en absoluto, es una gran poesía. Creo que no habría podido escribir tantos sonetos si no hubiera reducido algo su mundo a la ideología. Si hoy no podemos hacer sonetos no es porque no queramos o no estén de moda: es que en el soneto no cabe lo que queremos decir hoy. Y si sistemáticamente te cabe en un soneto lo que quieres decir, piénsatelo. Cuidado.

stats