A propósito de la crítica
Una carta al director de 'El País' destapa el enfrentamiento dialéctico entre dos maneras de entender la crítica de cine
Mientras los medios de comunicación dedican sus portadas y noticias cinematográficas a Javier Bardem o la candidata del cine español a los Oscar, una interesante y estimulante batalla dialéctica se libra en segundo plano entre dos sectores enfrentados de la crítica de cine nacional, decidida, por una vez, a convertirse en portavoz de un determinado sentimiento de indignación y defensa propia al que también se han sumando importantes directores (Erice, Guerin, Denis, Akerman), productores, distribuidores, profesores y miembros de otros sectores de la cultura.
En el origen del asunto, una carta enviada al diario El País por un colectivo de más de 100 firmantes (que se han multiplicado sin cesar a fecha de hoy) en la que se exponían, a raíz de las polémicas crónicas venecianas de su crítico de cabecera Carlos Boyero, una serie de interesantes cuestiones a propósito de la labor de la crítica de cine como discurso social que contribuye a forjar una cierta idea de la cultura cinematográfica.
En este caso, Boyero anteponía el ya viejo criterio del gusto personal (del que el citado cronista ha hecho precisamente una forma de estilo basada en el desparpajo cañí y la insolencia), no ya al análisis más o menos serio y riguroso, sino a la propia y objetiva información puntual sobre las películas y el tono del festival que dirige el polémico (sic) Marco Müller.
Se da la circunstancia de que se cumplen precisamente ahora dos años de otra interesante polémica crítica (La catatonia nacional), suscrita desde las páginas de la revista digital Tren de sombras (http://www.trendesombras.com/num6/art_venecia2006.asp), que exponía con bastante objetividad cómo los mismos críticos y medios parecían librar una numantima (¡y unánime!) batalla de resistencia frente a todo ese cine que no encaja dentro de las actuales pautas del mercado nacional, hasta el punto de dejar fuera de juego a la que sería la película ganadora, Naturaleza muerta, y a su "desconocido director" Jia Zhang-Ke.
Si la carta a El País (http://elpaisyelcine.blogspot.com/) elude cualquier personalismo para exponer con bastante mesura y sensatez la deriva de cierto discurso crítico patrio, complaciente con el statu quo y reacio a asimilar toda disidencia estética de los modelos dominantes, la respuesta de los aludidos, de los que se ha hecho abanderado voluntario el crítico de Abc Oti Rodríguez Marchante (http://blogs.abc.es/index.php/unadepiratas/que_poca_verguenza), parece no querer ver más que un ataque directo contra la profesionalidad y el gusto de su colega Boyero y la línea editorial de El País respecto al cine, o un alarde de impostado esnobismo cultural, que no así el verdadero debate de fondo: cómo un determinado modelo de crítica, ejercido precisamente desde los medios generalistas con mayor difusión, no sólo hace un flaco favor a la visibilidad de ese otro cine que nunca llega a nuestras carteleras, sino que incita además desde su posición de poder, en un ejercicio cercano a la "censura previa", a que los distribuidores mantengan su ya de por sí conservador criterio de compras escamoteándole a los espectadores la posibilidad de discernir por ellos mismos la validez o no de nuevas propuestas.
Volvemos aquí a la clave de lo que tantas veces hemos denunciado en estas mismas páginas: sólo desde una auténtica política de reeducación de la mirada y una apertura guiada e informada (que no impuesta) a otros modelos narrativos y estéticos (del cine, del arte), se podrá conseguir que el espectador encuentre un espacio de auténtica libertad de elección y discernimiento no dirigido por el discurso unívoco y oficial que se conforma a diario desde la industria, las instituciones, los medios de comunicación y ciertos discursos críticos menos independientes y especializados de lo que pregonan.
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