Un recuerdo a los olvidados en su centenario
Celebrabn el aniversario del nacimiento de la Niña de Málaga y el Niño de Alcalá, dos cantaores que vieron truncadas sus carreras
No solo hay que recordar las efemérides de populares artistas flamencos, como está sucediendo este año con el centenario de los nacimientos de los cantaores Corruco de Algeciras, Rafael Romero, Joselero o El Borrico de Jerez, sino que también es necesario rescatar del olvido a otros artistas que por diferentes motivos vieron sus carreras truncadas. Es el caso de la cantaora Josefa Navas Luna y del cantaor Antonio Baznaga Rivero -ambos nacidos en 1910-; cuyos nombres artísticos fueron Niña de Málaga y Niño de Alcalá.
Desde muy joven, cuando apenas tenía diez años, la Niña de Málaga comenzó a darse a conocer en el ambiente flamenco de la época, en el que estaban aún presentes los grandes artistas que mantenían el legado heredado del siglo XIX, una época también de bullir creativo en la que comenzaban a sobresalir jóvenes artistas de indiscutible valía, un momento en el que el cante se sustentaba en bases clásicas, el paradigma en Chacón como referencia y Vallejo como proyección de futuro.
Son pocos los datos biográficos que se tienen de esta artista, sin embargo se sabe que por sus convicciones políticas y afecto a la II República tuvo que exiliarse en 1939. Este acontecimiento provocó que su incipiente trayectoria artística quedase abortada. Marchó a vivir a la la ciudad marroquí de Casablanca, sin tener relación con el flamenco que se hacía en Andalucía. A la edad de 69 años volvió Josefa Navas a España, fue en 1979 y en plena transición democrática. Se afincó en Valencia, donde falleció el 25 de abril de 1994, alejada del mundo del flamenco.
De la Niña de Málaga ha quedado la impronta de su cante, dado que llegó a grabar en discos de pizarra, aquellos de las 78 revoluciones por minuto, sólo cuatro cantes: tarantas, milonga, media granaína y saetas, registrados en 1933 y acompañada a la guitarra por Miguel Borrull. Ese es el testamento sonoro de esta artista, desconocida para muchos. Al escucharla se aprecia que se trata de una cantaora segura en sus facultades, quebrando la voz de manera precisa y sin el gorjeo acostumbrado en otras cantaoras coetáneas, apreciándose una correcta dicción, estilo y seguridad en cada interpretación.
La Guerra Civil y el consiguiente exilio enmudecieron a una cantaora que en otras circunstancias sociales pudo haber sido una destacada intérprete. No lo sabremos nunca.
Por otra parte, apadrinado artísticamente por Manuel Vallejo, que lo incorporó en su compañía, Antonio Baznaga Rivero Niño de Alcalá fue un cantaor que falleció prematuramente a la edad de 22 años, en 1932. Antes de que Vallejo se fijase en él, Antonio Baznaga se dedicaba a vender periódicos, concretamente El Liberal. Su trayectoria profesional fue efímera, aunque tuvo la oportunidad de dejar constancia de su cante en unas grabaciones realizadas en 1929 y acompañado a la guitarra por Niño Ricardo, todo un respaldo de garantía.
Son pocos los cantes que plasmó y excepto una malagueña, el resto de los estilos que dejó grabados son exclusivamente fandangos. En estas grabaciones que realizó cuando tenía 19 años se percibe la bisoñéz de un cantaor más pendiente de mantener la adecuada estructura de los estilos que el de afrontarlos con desenfado, como es de esperar en un proceso de aprendizaje.
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