"La relación de García Lorca con Ramírez de Lucas cambió su vida"

Manuel Francisco Reina. Escritor

El autor publica 'Los amores oscuros', sobre el último amor del granadino.

Manuel Francisco Reina, con su libro.
Jesús Arias

06 de junio 2012 - 05:00

Manuel Francisco Reina (Jerez de la Frontera, 1974) ha levantado verdaderos ríos de tinta con su última novela, Los amores oscuros (Temas de Hoy), que revela la existencia del último amor de Federico García Lorca, el crítico de arte Juan Ramírez de Lucas, y que propició la aparición de la, posiblemente, última carta que escribió el poeta, fechada el 18 de julio de 1936. La novela, basada en hechos exactos corroborados por el escritor, recuerda a obras como A sangre fría, de Truman Capote, o El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa.

-¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

-Toda la historia surgió a raíz de la noticia que me dio un amigo mío médico: que acababa de morir Juan Ramírez de Lucas, una persona con la que yo me había cruzado alguna vez en la redacción del periódico Abc, ya que los dos colaborábamos allí. Había sido precisamente el poeta Luis Rosales el que lo había llevado a Abc. Su nombre me sonaba muchísimo y decidí investigar sobre él. Desempolvé viejos libros sobre García Lorca y, efectivamente, en el libro Miedo, olvido y fantasía, de Agustín Penón, editado por Marta Osorio, aparecía el nombre de Ramírez de Lucas como "la última ilusión amorosa de Federico García Lorca". Los presentó Pura Ucelay cuando el poeta regresó en 1934 de su viaje por Argentina y Uruguay. Empecé a tirar del hilo en los círculos de Luis Rosales o la familia Ucelay y empecé a componer la historia.

-¿Fue un proceso complejo?

-Bueno, lo que hice fue seguir la figura de Agustín Penón a través de Marta Osorio, que era, a su vez, heredera del legado de Emilia Llanos, íntima amiga del poeta. Todos con los que hablé me fueron confirmando muchas pistas sobre Juan Ramírez de Lucas. Descubrí que la historia de amor entre los dos era muy conocida en el ámbito de los amigos íntimos de Federico. Había muchas más pistas de las que parecía. Incluso el propio Lorca, en las declaraciones a la prensa de la época demostraba haber experimentado un cambio de postura y un cambio de conciencia. Se volvió mucho más abierto.

-¿La muerte de Lorca sirvió para que Juan Ramírez de Lucas revelase abiertamente su condición de homosexual?

-No. Él siguió siendo muy discreto. Lo cierto es que ni Lorca ni Ramírez de Lucas ocultaban su relación en sus círculos más íntimos, que eran círculos cultos y artísticos en los que la homosexualidad no tenía importancia. La muerte de Lorca causó un trauma brutal en él, que tenía 19 años, y se sentía responsable de su muerte, porque García Lorca no se fue de España a México, como tenía previsto, por esperar el permiso paterno a Juan Ramírez para viajar juntos. Aquella decisión truncó su vida. Hay que tener en cuenta, además, que la homosexualidad estuvo muy perseguida tras la Guerra Civil. Hasta 1978 estuvo vigente la Ley de Vagos y Maleantes. Otros amigos de Lorca, como Miguel de Molina, sufrieron vejaciones, cárcel, palizas y exilio por su condición sexual.

-¿Cómo se hizo con esos documentos tan reveladores en los que se inspira la novela?

-No puedo hablar demasiado abiertamente de ello por un problema de herencias. Cuando comencé mi investigación, hace más de dos años, me puse en contacto con la familia de Ramírez de Lucas, quien en su lecho de muerte pidió que su historia con García Lorca saliera a la luz. Su familia, sin embargo, es muy conservadora. Manejé mucha de esa información, pero no fue la única. También tengo muchas confidencias de Emilia Llanos a Marta Osorio. Pero hay que tener en cuenta cosas muy importantes. Cuando Lorca es detenido en la casa de los Rosales, estaba retocando sus Sonetos del amor oscuro, que estaban dirigido a Ramírez de Lucas. También accedí al mundo de Rafael de León, que en los años cuarenta dedicó un poema, Requiem, a Federico García Lorca. En ese poema habla del amor oscuro de Lorca, que debía conocer los sonetos, ya que éstos no fueron publicados hasta marzo de 1984. Mucha gente conocía toda aquella historia de amor, pero entre todos habían firmado una especie de pacto de silencio que pudo romperse con la muerte de Ramírez de Lucas en 2010. Había muchas fuentes orales y yo he tenido la suerte de haber podido llegar en el momento en que esas fuentes estaban dispuestas a hablar.

-El libro ha recibido críticas de ciertos sectores lorquianos que consideran que se airea demasiado la vida privada, íntima, del poeta...

-Sí, he escuchado esas críticas e incluso he podido hablar con algunos de los que las han realizado. Me parece que hay mucho fariseísmo. A nadie le parece mal airear la vida privada cuando se habla de los amores de Fernando el Católico, de Franco o de Serrano Suñer. Son personajes públicos y la vida íntima de una persona puede tener trascendencia en sus decisiones. En el libro, además, se trata esa relación de una manera muy respetuosa. No tiene nada que ver con el morbo. La relación de Federico García Lorca con Juan Ramírez de Lucas cambió el destino de su vida; de lo contrario, él habría salido de España camino de México. Hay un poema dedicado a Ramírez de Lucas y que está fechado el 1 de mayo de 1935, precisamente la época en la que Lorca escribía sus sonetos. De modo que aquella relación tuvo mucha trascendencia en la vida y en la muerte de Lorca. Quien hable de morbo por eso es que está intentando ocultar su homofobia. Si se hablase de relaciones no homosexuales, de cómo determinadas mujeres del Renacimiento inspiraron a poetas, nadie se quejaría.

-¿Por qué la decisión de novelarlo? ¿No habría creado sensación de más veracidad el haberlo hecho como un ensayo, por ejemplo?

-Al comienzo tuve la intención de escribirlo como un ensayo, pero al ir escuchando todos los testimonios de la gente que iba entrevistando, me di cuenta de que se perdería toda la emoción que ellos ponían al ir narrándome detalles e impresiones. Eso era muy difícil de testimoniar en un ensayo. Pensé en utilizar entonces la fórmula de relato real o novela testimonial, que es un género muy válido y que surgió precisamente en España, a raíz de la Guerra Civil, con Un millón de muertos, de José María Gironella, y que tiene una de sus máximas expresiones en la novela A sangre fría, de Truman Capote. Pero hay muchos otros autores que han utilizado esa fórmula para contar historia que han sido completamente reales, como Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, o La guerra del fin del mundo, La fiesta del chivo y El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa. Son fórmulas que narran hechos pero que también transmiten emociones.

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