Un viaje de Cuba a Andalucía: Sara Baras y Medina Azahara suben el telón del Festival de la Guitarra de Córdoba

Música

Paco Ventura y Manuel Martínez, en pleno concierto de Medina Azahara.
Paco Ventura y Manuel Martínez, en pleno concierto de Medina Azahara. / Juan Ayala

Cuba y Andalucía están separadas por miles de kilómetros, aunque en su momento, la barrera que hoy dibuja el océano Atlántico hasta confluir en el Mar Caribe no era tal. No pocos andaluces, contados por miles, hicieron las américas buscando un futuro mejor y con ellos se llevaron una esencia que caló en el pueblo antillano, provocando una mescolanza que ha pervivido, para mayor riqueza, en el tiempo, hasta el punto de que pocas gentes poseen un sentido del ritmo y la celebración como las de estos territorios.

Es por eso que descubrir ese viaje, ahora de vuelta, es una cuestión sencilla en apariencia. Se ha podido comprobar este viernes en la sobresaliente apertura de la edición número 41 del Festival de la Guitarra, que para abrir boca ha apostado por dos caballos ganadores, sin fallo posible, que han permitido en algo más de cuatro horas trasladarse del corazón mismo de La Habana al de la región de Andalucía. Un trayecto sensorial y mágico, casi impagable, con el que dar la bienvenida a un julio que en Córdoba se mueve al compás de las seis cuerdas, no necesariamente presentes para ser visibles.

Porque a la hora de subir el telón, de abrir el certamen, todo acompañamiento es vano. Es Sara, simplemente Sara, sin la necesidad siquiera de añadirle ese Baras que la hace única. Con su sensualidad y fiereza, a partes proporcionadas, la bailaora y coreógrafa gaditana, brillante como siempre, insuperable cuando se sube a las tablas -esta vez de un Gran Teatro lleno hasta la bandera-, ahora con el sostén férreo que da la madurez y sostenida por un público a sus pies de principio a fin, ha presentado Alma, donde fusiona el bolero y el flamenco, haciéndolos bailar de la mano.

Un momento de la actuación de Sara Baras en el Gran Teatro.
Un momento de la actuación de Sara Baras en el Gran Teatro. / Miguel Ángel Salas

Da igual lo que haga porque la cañaílla tiene el aplauso ganado per se. Con medio siglo en el carné y un cuarto de carrera en solitario, se ha ganado el derecho a ser libre, a dar rienda suelta a sus inquietudes; en definitiva, a hacer lo que le da la gana en un escenario (recuerden sus últimas producciones, arriesgadas, certeras). Sin más. Por eso no necesita parafernalias y apuesta por la sencillez de una puesta en escena minimalista, a imagen de un cabaret de antaño, para que luzcan sus emociones, camufladas en la coreografía, perfectamente acompañada de su cuerpo de baile y su equipo musical.

Mientras suenan clásicos del género grande de la canción cubana como Nostalgia, Señora o Algo contigo, en la voz pregrabada de Rancapino Chico -luego aparece Juana la del Pipa haciendo suyo Toda una vida-, Sara Baras tira de soleás, seguiriyas o jaleos, primero en solitario, luego a dos -con Daniel Saltares-, y hasta a tres, tras unirse la primera bailaora de su cuerpo de baile. Suenan las voces de Rubio de Pruna y Matías López El Mati, junto a la guitarra de Keko Baldomero -y otros músicos-, para dar forma a Contigo aprendí o Te extraño, todo bañado con esos aires flamencos que salen del corazón de la artista, que da forma a una fusión en la que se deja ir, en la que baila, en la que es Sara. Sin más. O para tanto.

Hasta poner al respetable en pie tras cada pase, tras cada aparición, dejándose notar, pero dejando también su sitio a los suyos; lucimiento colectivo. Siempre con la sonrisa en la boca, hasta el fin de fiesta, alargado por la presentación de todo su equipo. "Es un espectáculo inaugurar el Festival de la Guitarra", ha acertado a decir la gaditana, que a la dedicatoria habitual a su padre ha sumado en esta ocasión la de un guitarrista universal que también traslada fuerza desde el cielo: Paco de Lucía. "Viva Córdoba", ha sido su despedida, con un Gran Teatro con las manos rotas de aplaudir a una Sara Baras colosal, como siempre.

La Axerquía presentó casi un lleno para ver a Medina Azahara.
La Axerquía presentó casi un lleno para ver a Medina Azahara. / Juan Ayala

Porque si hay algo que uno no debe perder nunca es su sentir, su esencia. Algo que bien saben también en Medina Azahara, segundo plato de la noche para hacerla inolvidable y completar ese giro, del Caribe a Andalucía. Porque Medina es rock y es Andalucía, y si como ahora va de la mano de esos padres del rock andaluz que fueron Triana, la historia ya es para tenerla realmente en cuenta. En el Teatro de la Axerquía, que no se llenó pero estuvo a punto, los cordobeses exprimieron lo de jugar en casa y brillaron más que nunca, o como nunca, porque llevar más de 40 años en la música no es cuestión de azar.

Como habían avisado, aunque luego en la faena es otra cosa distinta -y mejor-, la banda que integran Manuel Martínez, Paco Ventura y Manuel Ibáñez, con un equipo ampliado y para bien en esta gira, ha arrancado presentando su disco homenaje al legendario grupo sevillano que capitaneara el malogrado Jesús de la Rosa. Sé de un lugar, Sr Troncoso, Tu frialdad -a modo de dueto con la corista del grupo Julia Abad-, Recuerdos de una noche o Llegó el día, tema que da nombre al álbum, han sido la carta de presentación –completada con los otros cinco sencillos– de Medina Azahara ante un público ansioso de nostalgia, pero también de los clásicos de los cordobeses.

Una fase del espectáculo en el que la banda ha contado con la colaboración del coro Gospel Córdoba, que ha subido al escenario para interpretar Llegó el día y dar el pase a los clásicos de Medina Azahara, pues ha prestado sus voces para un mágico Córdoba, coronado con la presencia de la hija de Martínez en el escenario. El coro ha vuelto luego, ya casi al final de la noche, para poner su granito de arena también a Todo tiene su fin, uno de los temas más cantados entre el público asistente.

Pero Medina es Medina, y el concierto ha entrado en ebullición con la llegada de los temas propios de la banda, que ha permitido firmar un concierto concierto completísimo que ha ido girando hacia el rock más duro, ese que ha marcado la carrera de la banda, sin dejar de lado la sutileza de sus letras, esa que siempre les ha hecho diferentes al resto. En las más de dos horas de actuación no han faltado ese Necesito respirar que cumple 30 años convertido en un himno de cuarentones, cincuentones... y también de adolescentes, pero también ha habido sitio para Paseando por la Mezquita, Palabras de libertad o A toda esa gente ,señas de identidad de un grupo para el que no pasan los años, y que ha cerrado una primera noche de un Festival de la Guitarra que ha comenzado por todo lo alto.

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