La tribuna
¡Parad la guerra con Rusia!
Programa: Suite en re mayor de Johann Sebastian Bach, Cinco sonatas de Domenico Scarlatti, Little Lute Music in Memory of John Dowland de Dimitri Yanov-Yanovsky, Andaluza, Danza triste de Enrique Granados, Tango, Córdoba, Torre Bermeja de Isaac Albéniz. Fecha: jueves 12 de julio. Lugar: Teatro Góngora. 3/4 de entrada.
Hasta con tres propinas respondió el gran Manuel Barrueco a las calurosas ovaciones con que el público premió su excelente recital del jueves. El más sorprendente de esos bises fue, a mi juicio, una versión emocionante, limpia y llena de sobriedad expresiva de la transcripción que hiciera Tárrega de la inmortal Rêverie de Schumann. En esa pieza se condensaban las virtudes del arte que Barrueco nos había mostrado durante toda la velada. Esta comenzó con una excelente versión de la Suite en re mayor BWV 1007, en la que Barrueco, a pesar de un leve tropiezo en el primero de los dos minuetos encadenados, hizo gala de soberbia técnica y excelente gusto ornamentando.
Más aún me gustaron las cinco breves sonatas de Scarlatti, muy bien elegidas y magníficamente interpretadas por el maestro cubano. Tras las transcripciones de música barroca (del cello) y preclásica (del clave), la segunda parte comenzó con una pieza original para guitarra escrita expresamente para Barrueco por el joven compositor uzbekistaní Dimitri Yanov-Yanovsky. Me pareció una pieza interesante y llena de encanto en su intento de recrear el estilo de la música isabelina para laúd desde la óptica del minimalismo moderno. Tras ella, el recital volvió a las transcripciones con obras de piano bien conocidas del nacionalismo español (Granados y Albéniz), terreno en el que el protagonista de la velada se siente como pez en el agua.
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