Wicked | Crítica
Antes de que Dorothy llegara a Oz: la historia de Bruja Mala
Puede suceder que el lector de Padres ausentes no haya leído un tebeo de superhéroes en su vida, aunque dudo que se dé el caso. Lo más normal es que se trate de un lector casual o habitual del género. Y digo esto porque me da la sensación de que hoy en día todo dios lee tebeos, lo cual está muy bien y me hace sentir de lo más feliz. Recuerdo con repelús cuando esto del vicio era poco menos que un estigma, una tara cultural. O peor aún, un target sociológico -y que me perdone el bueno de Umberto Eco-. Anécdotas del asunto las tengo a porrillo, como, por ejemplo, aquella primera vez que fui a Sevilla a comprar tebeos sin mapa ni dirección alguna y entré en una librería de las de toda la vida, con nombre de poeta, muy rancia y ordenada, y dije en voz alta: "¿Saben ustedes dónde venden tebeos en Sevilla, así en serio?". Me contestó jocoso y con sorna el dependiente, también rancio y ordenado, pertrechado tras una pila de libros como el que se esconde detrás de unos vidrios vacíos en la taberna: "Pero es que, niño, eso de los tebeos no es nada serio".
Claro está que el viaje de Córdoba a Sevilla no era precisamente homérico, pero tenía su aquel. Entraba uno como en otra dimensión, la de las tres y hasta cuatro librerías especializadas, en lugar del gastado y consabido antro de siempre. La del cómic americano en inglés o los tebeos españoles finos e importantes y, por lo mismo, raros de encontrar. Y bueno, cada cosa tiene su idiosincrasia. Me viene a la cabeza también lo de cuando fui otra vez a Sevilla -párenme que me embalo-, un lunes o martes de Semana Santa, y estaban cerradas todas las tiendas, por decreto divino, y me quedé todo el día pegado al escaparate, a escasos centímetros de aquellos tebeos, esperando en vano que sucediera un milagro… Porque hay tipos, como Pablo Muñoz o como yo, a los que eso de hacer turismo, mismamente darse un paseíto, cuando lo que se ha ido es a comprar tebeos, les parece un sinsentido. Haya o no donde comprarlos.
Vean que me tomo aquí más libertades de la cuenta, pues no es que conozca yo realmente a Pablo. Si hablo con cercanía del artista también llamado Alvy Singer, no es tanto por haber leído sus comentarios en blogs o revistas que se apellidan culturales, sino precisamente por Padres ausentes. Porque me ha parecido a ratos que el libro me hablaba en voz alta, de cosas ajenas y, sin embargo, parecidas a las mías, del amor adolescente por los tebeos de superhéroes y del afán coleccionista y el interés enciclopédico y el gusto selectivo en materia de historieta. Es el libro un autorretrato sentimental y también un comentario breve, apenas un apunte, sobre la imaginería propia de un lector de tebeos, pero un apunte consistente, ameno e incisivo que conecta los deseos íntimos del aficionado con la cosmogonía del Millar de 1985 y tiene, entre otras muchas cosas, La fortaleza de la soledad, de Jonatham Lethem, y Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, de Michael Chabon, como telón de fondo.
Está chulo. Seguro que les gusta.
l crashcomics.blogspot.com
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