En tránsito por un mundo convulso

Diego Vaya.
Diego Vaya.
José Daniel García

14 de octubre 2008 - 05:00

Ocurre, a veces, que los libros finalistas en un certamen literario resultan más interesantes que el poemario ganador. Es el caso de El libro del viento, accésit del premio Adonais en 2007.

El tercer poemario de Diego Vaya -tras Las sombras del agua (Alhulia, 2005) y Un canto a ras de tierra (La Garúa, 2006)- está dividido en seis partes, incluyendo un índice que consta de tres poemas donde se adelanta, en cierta medida, la temática del libro: el mundo interior, convulso y en constante renovación, de quien habla; el contraste con la realidad exterior, donde el poeta arrastra una piedra idéntica a la de cualquier joven por el camino de la incertidumbre vital y laboral; el amor, que da sentido o, al menos, alivia la pesada carga de la existencia derivada del choque entre ser y estar.

Vaya intenta conectar sus emociones con los cuatro elementos naturales, buscando una necesidad de arraigo en un mundo que le resulta áspero y ajeno. El amor es la semilla que permite la siembra, la esperanza de echar raíces y formar parte del mundo, construirlo mediante un diálogo en el que broten correspondencias entre sus ideas y aquello que perciben sus sentidos; entre los conceptos y los objetos con que tropieza. Sin embargo, amar no nos hace inmortales, y tras el orgasmo y la caricia, la jornada laboral, la enfermedad y otras miserias humanas recuperan la posesión de nuestro tiempo. Frente la levedad de la vida, cualquier maniobra es inútil: "Se lleva el viento aquella inmensa nube. ¿Qué puede, qué no puede hacer contigo?".

Destacan en el libro la pulcritud técnica y el regreso a los clásicos desde una perspectiva contemporánea. Quizá el mejor ejemplo de ello sea la estampa de las Parcas encarnadas en tres ancianas que hilan junto a un campo de trigo donde brota la vida y el poeta se empapa de sol. La presencia de la muerte es constante en los poemas, forjando una reflexión central sobre la existencia, aspecto central del libro que no mengua -antes bien, eleva- la significación y el tono lírico de los mismos. También interesa el manejo del vocabulario y las referencias bíblicas, especialmente al Libro de los Salmos, patente en el uso ocasional del versículo, aunque en el conjunto de la obra predomina el verso combinado.

Diego Vaya demuestra, una vez más, que la poesía es un vehículo de expresión inagotable, donde él se encuentra consigo mismo, con lo propio del mundo y lo ajeno, porque, ya lo dice el poeta: "El resto de la vida/arraigados a un hondo desamparo/ es ir de un sitio a otro".

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