Ver, oír y explotar

Poncia | Crítica de Teatro

Lolita Flores, en un momento de la obra 'Poncia' / IMAE / Laura Coca
Máximo Ortega Capitán

09 de noviembre 2024 - 18:03

La ficha

*** Poncia. Autor: Luis Luque. Producción: Pentación. Intérprete: Lolita Flores. Texto y dirección: Luis Luque. Fecha: Viernes, 8 de noviembre. Lugar: Teatro Góngora. Lleno.

Lleno a reventar en el Gran Teatro para la primera función que realizó Lolita Flores con su Poncia este fin de semana. Prácticamente, a estas alturas todo el mundo conoce La casa de Bernarda Alba, uno de los dramas más representados de Federico García Lorca y de la literatura dramática del siglo XX. Por su exquisita composición y temática, cada personaje femenino que lo conforma merecería una obra paralela a parte, ya que dentro de este mundo cerrado entre las paredes de la matriarca conviven otros en permanente desequilibrio.

Luis Luque asume el reto de sacar uno de ellos a la luz y hábilmente elije a la sirvienta que todo ve, todo oye y hasta ocurrir la muerte de Adela todo callaba.

Indignada por tanta crueldad, expulsa el veneno ingerido en sus largos años de abnegado y sumiso servicio para dar un repaso a las habitantes de esa casa maldita (Pepe Romano, incluido).

De la quema solo escapan Adela por la rebeldía que la empujó al suicidio y la abuela María Josefa que en su aparente enajenación se siente libre de lanzar flechas cargadas de verdad. Su ajuste de cuentas le ofrece una catarsis real o quizá imaginada (cuando al final repite como un mantra algunos versos de la Gacela de la muerteoscura), pero merecida sin lugar a dudas.

La producción cuenta como puntos fuertes una puesta en escena llamativa por su elegancia y simplicidad: gasas blancas, elementos mínimos y buen diseño de iluminación son suficientes para crear la ambientación idónea para que la palabra fluya a través de Lolita Flores que como la gran artista que es demuestra su valía sobre el escenario.

Lo menos favorable del montaje son los desconcertantes primeros minutos de la función, con el extenso parlamento del personaje invisible tras las gasas, junto al repetido uso del oscuro para las transiciones que fragmentan el monólogo y desconecta al espectador. Salvando lo dicho, el público disfrutó y agradeció con fervor la presencia de Lolita en nuestra ciudad.

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