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El timeline despide a veces tal hedor tóxico que detrás de tanta reiteración agresiva contra algún personaje hay una campaña desde algún partido teledirigiendo perfiles afines, otros falsos y más de un espontáneo y medios que se apuntan a un bombardeo. Así ha sucedido en esta semana con Alfonso Guerra, ex líder del PSOE que ha sido bien explícito con el presidente Pedro Sánchez. De paso, los tuiteros de infantería pesada, porque son unos pesados, arramblan en el pack contra el ex presidente Felipe González.
Lo decía el propio Guerra, quien se mueve no sale en la foto y en esta diana viral, donde cada uno tiene su opinión y muchos su insulto, quien dice o hace algo sabe que está expuesto a las cerbatanas.
Un nombre que cada día, como goteo, recibe este acoso interesado es Ana Rosa Quintana, como si fuera la única periodista crítica del Gobierno y de esos socios como Podemos, Bildu o Esquerra. La lideresa de Telecinco disfruta de su tribuna matinal donde tiene una audiencia sólida y fiel. Es crítica e incluso podría ser aún más cruel, pero desde el cinturón que rodea a este Gobierno de tanta verborrea y radicalidad se la ha elevado como personaje favorito para señalar quiénes son los malos informadores y quiénes son sospechosos de ser de extrema derecha. En estos momentos cualquier español puede ser señalado como elemento peligroso para la sociedad porque en sus opiniones críticas llevan el germen del facherío. También ha sucedido desde el lado contrario, cuando el PP veía enemigos de la patria en cualquier apreciación.
Pero a un Gobierno se le supone responsabilidad en todas sus vertientes y agredir a los medios por tener sus propias ideas y opiniones, un control que ya intentaron incluso regularizar en los peores tiempos de la pandemia, dice poco de los inquilinos de la Moncloa y de su entorno. Y dice mucho de la expresión en las urnas del pasado domingo. Ana Rosa tiene altavoz, pero la gente, como siempre, hace lo que le da la gana. Y hacen bien.
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