El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Visto y Oído
Una película sin más como Entrelobos llevó a La 2 este domingo a superar en audiencia a La 1, enfrascada por su obligación (y necesidad) de servicio público a las elecciones de dos comunidades históricas. La película anotó 706.000, 5,4%, y el especial con toda la primera plana de los informativos de Torrespaña, 587.000, 4,5%. El público se ha alejado de la cadena pública. Ni le gusta ni le interesa. Franganillo y Blanco no lo hicieron mal, aunque se pasaron de promoción vasca. Lo siento, Patxi, no todo el mundo quiere ser de Euskadi.
Las elecciones andaluzas de 2018 congregaron el triple de audiencia. El confinamiento nos ha hastiado de política y de los políticos que tenemos. La gente, con razón, está harta de sofá y en un domingo de julio había mejores planes. Al rojo vivo, que lo peta desde que apareció Podemos, tuvo 868.000 seguidores, 6,7%. En el vuelco electoral de hace dos otoños estuvieron atentos 2,5 millones.
Ferreras seguirá siendo el botón recurrente, pero La 1 debe ser y hacer más. El hundimiento de La 1 obliga a tomar medidas expeditivas. Cuanto más se tarde en sustituir a Enric Hernández y a Rosa María Mateo en peor situación se hallará RTVE. La redacción está que arde, la parrilla está fría y el público no está. Enderezar el rumbo de una cadena pública para no ahondarse por el sótano es una labor titánica pero parte desde unos mínimos: lograr una directiva que sea capaz de no causar más divisiones y enfrentamientos en la plantilla (la humildad y la prudencia logran a veces milagros sencillos). Entregar la confianza a los profesionales, que para esos los hay a cientos. Dar el sitio a todos.
Para dar sentido a la programación de una cadena pública generalista como La 1 sólo hay que dirigirse a la clase media; el público, la mayoría. Pensar en ellos con respeto y exigencia. Y en los informativos, contar lo que pasa con consideración hacia la inteligencia del jefe, que es el espectador y no el político. Cuando los directivos levitan entre peloteos y no pisan la calle ya no saben hacer televisión.
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